Reconstrucción arqueológica del “peristilo cuadrado”,
edificio donde se cree que funcionó la Academia de Platón. Foto cortesía del
autor
Aristóteles
El año 86 a.C. fue especialmente trágico para Atenas. Dos
años antes había estallado la guerra entre Roma y Mitrídates VI, emperador del
Ponto. Éste había tomado la isla de Delos y su tesoro sagrado, enviando parte
de él a un ciudadano ateniense llamado Aristón. Apiano, en su Historia
romana, cuenta que Aristón, aun cuando se vanagloriaba de ser un “filósofo
epicúreo”, supo muy bien qué hacer con tanto dinero: pagó mercenarios, dio un
golpe de Estado y se hizo tirano de Atenas. La trampa de Mitrídates había
funcionado.
Sin embargo, el interés del emperador era otro. Vigilaba
la inestabilidad política en Roma y esperaba el momento oportuno para hacerse
con Italia. Grecia era solo la carnada. En efecto, cuando estalló la guerra, el
senado romano comprendió el peligro y designó a uno de sus mejores generales
para enfrentar a Mitrídates. Lucio Cornelio Sila procedía de un linaje
patricio. Se había destacado en la guerra de Yugurta, había derrotado a los
cimbrios y a los teutones, había vencido a los samnitas y aplastado las pretensiones
de Mario de arrebatarle el control del ejército, de modo que no había mejor
general para enfrentar esta nueva amenaza que se cernía sobre Roma desde
oriente.
Sila embarcó, pues, rumbo a Grecia, cuyas ciudades
estaban ya en manos de los generales de Mitrídates. Pronto éstas fueron
rindiéndose una a una, casi sin oponer resistencia a las fabulosas legiones
romanas ni a su invicto general. Todas menos Atenas, cuyo tirano Aristón debía
todo su poder a Mitrídates, lo que obligaba a la ciudad a mantenerse lealmente
de su lado.
En su Vida de Sila, Plutarco cuenta que la resistencia
ateniense fue aguerrida, pues una parte de su pequeño ejército había conseguido
atrincherarse tras las inexpugnables murallas de El Pireo, las mismas que había
hecho construir Temístocles siglos atrás para defenderse de los persas,
mientras que la otra parte, comandada por el propio Aristón, se había refugiado
en la Acrópolis misma, luego de haber incendiado el Odeón para que los romanos
no aprovechasen la madera de su techo. Cuenta Plutarco que, en un intento
desesperado por tomar la ciudad, Sila decidió entonces talar los bosques
sagrados de la Academia, “que de todos los alrededores de Atenas era el más
poblado de árboles”, y los del Liceo. El interés por la madera estaba en hacer
construir catapultas para destruir las murallas, y madera era precisamente lo
que faltaba en el Ática desde los tiempos en que la legendaria flota ateniense
derrotó a Jerjes en Salamina. Pero talar los bosques sagrados era ya demasiado.
Dicen que ni los espartanos, durante la Guerra del Peloponeso, llegaron a
atreverse a semejante sacrilegio. Atenas finalmente cayó ante Sila el 1º de
marzo de ese año 86 a.C., después de cinco meses de asedio.
Y así como los soldados de Sila talaron los bosques,
también profanaron los templos, acabaron con el populoso barrio del Cerámico y
destruyeron y saquearon bibliotecas y auditorios, empezando por la Academia de
Platón, donde entregaron a las llamas cientos de rollos de valiosísimos papiros
contentivos de un saber acumulado durante siglos. Con tanta destrucción fue
imposible reconstruir la Academia y volver a enseñar en ella.
De hecho, cuando
dos años después el último platónico, Antíoco, volvió de Alejandría a Atenas
para seguir enseñando, tuvo que buscar otro lugar de la ciudad. Cicerón, que
fue alumno de Antíoco en Atenas siete años después de la toma de Sila, cuenta
que solía escuchar al filósofo en un gimnasio nuevo llamado “el Ptolomeo”. En
el De finibus, el filósofo romano recuerda que un día quiso conocer
junto con otros compañeros el sitio donde había estado la Academia, y dice que
solo encontró un lugar “tranquilo y desierto”. El lugar donde había enseñado
Platón, allí donde Aristóteles había estudiado durante veinte años, había sido
totalmente arrasado por sus paisanos.
Pero no creamos que ello significó el fin del platonismo,
menos aún de la filosofía. El pensamiento de Platón siguió estudiándose en
Roma, hasta que, mucho tiempo después, un grupo de filósofos, los llamados
Neoplatónicos, decidió volver a Atenas y refundar la Academia.
A comienzos del
siglo V de nuestra era, pensadores como Proclo, Plutarco de Atenas y Siriano,
llamados “diádocos” (sucesores) como los generales de Alejandro, se presentaban
como herederos de una tradición ininterrumpida, escribían sesudos comentarios a
los diálogos de Platón y seguían difundiendo el pensamiento platónico. Esta vez
la aventura duraría poco más de un siglo. En un año en que algunos suelen
fechar el fin de la Antigüedad, el 529, el emperador Justiniano decidió clausurar,
ahora sí para siempre, la Academia.
Los historiadores de la filosofía nos
cuentan cómo el último escolarca, Damascio, perseguido por Justiniano debió
exiliarse en la corte de Cosroes I de
Persia. Hasta allí se llevó los valiosos
manuscritos que heredaron y siguieron estudiando los persas y después los
árabes, y después los abasíes en Bagdad y los sabios andalusíes, hasta que
fueron redescubiertos por los europeos durante el Renacimiento. Pero esa es
otra historia.
La de la Academia es una historia que nos habla de la
barbarie y la violencia a las que siempre han estado expuestos el pensamiento,
el arte y la ciencia; pero también nos muestra cómo siempre ha habido y habrá
quienes estén dispuestos a mantener viva la tradición del conocimiento. Nos
cuenta acerca de unos soldados bárbaros que, ignorantes e inconscientes de un
lugar consagrado al saber y a los dioses, no tuvieron el menor escrúpulo en
destruirlo e incendiarlo; pero también nos dice de generaciones de hombres que
dedicaron su vida a cultivar un conocimiento que atesoraron y al que aportaron
desinteresadamente. Hoy, un parque ateniense donde juegan los niños y los
perros entre piedras milenarias nos recuerda el lugar donde fue destruida la
primera universidad, pero también donde nació una idea que perdurará siempre,
la del cultivo y la devoción por el estudio.
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21 de Septiembre del 2019
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