sábado, 21 de septiembre de 2019

La “Dialectica” Altruista: Los pobres contra los ricos. Conversaciones con Raymond Aron Parte III. Por Jhonaski J. Rivera Rondon




Imagen: Raymond Aron

Desde aquí podemos dar por concluida la reflexión sobre el mito de la izquierda que hemos realizado junto con el francés Raymond Aron, un mito político que permitió manipular la historia y los símbolos para construir una identidad política en Francia, y que en Venezuela también se supo sacar provecho de ello.


En la segunda conversación tratamos la trascendencia de la díada izquierda-derecha, la cual aún pervive, ello como muestra de una cristalización cultural y política hecha desde Francia, la cual se plasmó en el lenguaje político de Occidente, definiendo así el posicionamiento asumido ante determinados valores, tales como la igualdad y la libertad. 

Asimismo emergió el asunto de las universidades, espacios donde en ciertos casos germinó y se difundió el opio marxista de los intelectuales, y aún lo  hace, dando la posibilidad de enhebrar redes de complicidades que sin problema alguno pueden plegarse al círculo del totalitarismo, en donde la absolutización del poder no encuentra espacio ni para la izquierda ni la derecha, tal como analizamos con Aron respecto al socialismo del siglo XXI de Venezuela.

Tales conversaciones progresivamente fueron problematizando tanto al intelectual y la universidad. Pero la última conversación dejaba en suspenso la cuestión del Estado, en donde tanto intelectuales y universidades son entidades interdependientes del primero, especialmente los intelectuales, según el liberal Hans-Hermann Hoppe[1], por lo que respondiendo a la exhortación de este último autor, en esta conversación dejamos de lado la “pereza intelectual” de pensar el Estado, y en nuestro caso, en relación a los mitos políticos.

Aseverar que en el contexto intelectual venezolano no se ha reflexionado sobre el Estado sería algo injusto, por lo menos eso lo reprocharían quienes han trabajado arduamente en torno al petro-Estado, tal como lo hizo el antropólogo Fernando Coronil, quien también trató una serie de mitos que configuraron al Estado Mágico. Pero así como desde su perspectiva redimensionó la cuestión del Estado, ello también lo sesgó en considerar otros mitos aparte de los mitos del “progreso” y el del “libre mercado”, sin tratar en ningún momento el mito de “la” izquierda, el mito del “salvador nacional” o el mito de la revolución, con lo que se contentó en solo referir vagamente al “mito del chavismo”[2].

Esta pormenorización de alguno de los mitos a los que hemos referido no es exclusivo de Fernando Coronil. Por lo menos lo que respecta al mito de la izquierda, tal subestimación también fue manifestado por el semiólogo, Roland Barthes, dado que según el autor:
 “…la izquierda se define siempre en relación al oprimido, proletario o colonizado.25 Pues bien, el habla del oprimido es necesariamente pobre, monótona, inmediata: su indigencia es la medida exacta de su lenguaje; sólo tiene uno, siempre el mismo, el de sus actos; el metalenguaje es un lujo, al que tampoco puede acceder.”[3]

 Y por esta razón, sigue el autor, el mito de la izquierda no llega al mismo nivel de sofisticación que los mitos “burgueses”. Pero con todo, parcialmente compartimos lo sostenido por el referido francés, dado que ciertamente, la izquierda a tenido tal asociación, y de allí su inclinación hacia la igualdad, la propiedad colectiva, la justicia social y especialmente el amor, por ello que Raymond Aron diga que: “La única izquierda, siempre fiel a sí misma, es la que invoca no la libertad o la igualdad, sino la fraternidad, es decir, el amor.”[4]

 No obstante, quienes construyen el mito de la izquierda no necesariamente son los pobres, oprimidos y marginados, sino los intelectuales, de allí que el nivel de sofisticación del mito de la izquierdano sea algo de subestimar, dado que su metalenguaje histórico puede engarzarse con otros mitos, tal como el mito del “salvador nacional”, proceso que se da por una manipulación simbólica. Este procedimiento adquirió tintes militaristas a finales de los 90’ en Venezuela, cuando ganó las elecciones presidenciales el golpista, Hugo Chávez Fría, lo que significó la concreción de una serie de procedimiento simbólicos y discursivos donde se articularon tales mitos políticos.

Pero una cosa es el mito de la izquierda antes de alcanzar el poder y otra después de haberlo alcanzado, dado que ahora la tarea consiste en desplegar procedimiento de ocultamiento, y entre ellos esta esconder la frivolidad inherente de la igualdad marxista, tal como lo notó Raymond Aron: “Retrospectivamente se canta la belleza de los lazos personales, se exaltan las virtudes de la fidelidad y la lealtad, oponiéndolas a la frialdad de las relaciones entre los individuos, teóricamente, iguales.”[5]

 Por consiguiente, la desigualdad no necesariamente tiene que ser algo negativo, tal como sugestivamente refiere el mito de la izquierda al aludir a la persistencia de la dialéctica entre ricos y pobres, lo que supondría afirmar que “… la misma dialéctica que marcó el paso de la antigua Francia a la sociedad burguesa, se reproduce, agravada, en el paso del capitalismo al socialismo.”[6] 

Por ello que para la izquierda anticapitalista y antiimperialista: “Los hombres de los trusts ofrecen la imagen moderna del señor que oprime a los simples mortales y burla el interés público.”[7]

Esta valorización de la desigualdad que hace el mito de la izquierda refiere a un aspecto inherente al lenguaje marxista, la susodicha dialéctica operativiza la institucionalizada estructura del enemigo, pero que momentáneamente pierde validez cuando una vez alcanzado el poder, defrauda las expectativas que despertó, demostrando al final que con la consigna de reforma o revolución, lo único que hubo fue “…que la izquierda no representaba la libertad contra el Poder o el pueblo contra los privilegiados, sino un Poder contra otro, una clase privilegiada contra otra.”[8]

 En consecuencia, la metafísica revolucionaria tiene que ser renovada por la fuerza ante la falta de operatividad del mito de la izquierda, y entonces en el cambio de una minoría gobernante por otra: “La consigna “organización” substituye o se agrega a la consigna “liberación”.”[9] 

Y es así que el total despliegue del Estado resulta: “La solución aplicada por los partidos de izquierda [que] no ha consistido en disolver los trusts, sino en transferir al Estado el control de ciertas ramas de la industria o de ciertas empresas desmesuradas.”[10] 

Y con ello el opio intelectual impide apreciar la incipiente capacidad de totalización del Estado, sin considerar que: “…la nacionalización no suprime, sino que a menudo acentúa los inconvenientes económicos del gigantismo.”[11]

Con ello se logra quitarle poder político a las grandes industrias, pero con un coste elevado, al cual Aron refiere que: “Cuando el Estado permanece democrático se arriesga a ser, a la vez, extenso y débil.”[12]

De tal modo que con esa dialéctica del mito de la izquierda, lo único que se intercambia es democracia por estatismo, y lo que en realidad ocurre es que “Las reformas de la izquierda concluyen por modificar la repartición del poder entre los privilegiados, no elevan al pobre ni al débil, no disminuyen al rico ni al fuerte.”[13]

Ante tal fraude, las demandas populares se acentúan, y la tensión social aumenta, obligando a tomar decisiones: o se renuncia al poder o se muere en el. Si se toma ésta última opción, el Estado deja de ser garante para convertirse en aniquilador de individualidades, y de tal modo la izquierda gobernante busca su manera de imponer la igualdad a su modo, y es así que “…el sistema de distribución yuxtapone gigantes y enanos…” –y en consecuencia– ” “Millones de personas pueden vivir fuera del Estado. La generalización de la jerarquía técnico-burocrática significaría la liquidación de esta complejidad, ningún individuo estaría ya sometido a otro particular; como tal, todos quedarían sometidos al Estado.”[14] 

Por ello que personas que han podido escapar de estas realidades totalitarias del comunismo y el socialismo concluyan que sus vidas llegaron a ser: “…lógicamente una esclavitud espiritual y material, a la cual queda sometido todo el resto de la población.”[15]

Y a esa realidad ha llegado Venezuela, en donde las alianzas entre disidencia oficialista (“chavismo crítico o democrático”) y la oposición (MUD) se han dado, sin problema alguno, lo que ha terminado ser una alianza destructiva, ya que grupos que anteriormente estuvieron en contienda, ahora entran en un punto de coincidencia, tal como apreció Aron desde su experiencia; “…los socialistas tienen tendencia a concordar con los contrarrevolucionarios en la crítica del individualismo.”[16] 

Y es allí donde chavistas y “guadilovers” confluyen al condenar la autonomía de todo 
pensamiento crítico, que para ambos lados, no les deja de resultar sumamente sospechoso.

A modo de conclusión,  tal como identifica Aron, el engranaje simbólico del mito de la izquierda se sostiene por tres valores: la libertad, la organización y la igualdad[17]

y así también podríamos complementar con una idea de, R. Barthes: “…el mito no oculta nada: su función es la de deformar, no la de hacer desaparecer.”

[18] De allí que lo esencial del mito de la izquierda sea deformar tales valores, y por tal razón Raymond Aron advierte: 

“La izquierda se esfuerza por liberar al individuo de las servidumbres próximas; [lo que] podría concluir por allanarlo a la servidumbre, lejana en derecho, omnipresente de hecho, de la administración pública.”[19]

Y eso fue lo que ocurrió en Venezuela, en donde al cierre del siglo XX se creyó que esa izquierda guerrillera radical estaba muerta, pero lo que resultó fue que esa izquierda “eterna” encontró en los medios democráticos los medios para alcanzar el poder, pudiendo así disponer del Estado para erradicar la pobreza y la desigualdad mediante el uso de la fuerza, y en ello radica lo perjudicial del mito de la izquierda, la instrumentalización del Estado refiere al carácter justiciero que define al “mito del chavismo”[20].

Lo tratado hasta ahora, ha abordado el uso del mito de la izquierda antes y después del poder, cuya adaptabilidad concede un espacio de apertura para articularse con otros mitos.
La cuestión crucial es la distorsión tan importante que hace de la concepción de la desigualdad, y los males que pueden derivar de ella, dado que tal mito de la izquierda es solo una expresión del sesgo causado por el opio marxista de los intelectuales, entorpeciendo así la comprensión de que “No hay progreso indefinido en la dirección de la igualdad de ingresos.”[21] 

Tal como ha planteado en años reciente el francés, Thomas Piketty, en su obra El capital en el siglo XXI, justificando desde el opio marxista la intervención del Estado en el plano fiscal, obviando que “…cada tipo de régimen tolera sólo una cierta dosis de igualdad económica.” –por lo que– “Puede suprimirse un tipo de desigualdad, ligado a un cierto modo de funcionamiento de la economía, pero automáticamente se reconstruye otro. Recompensar a los más activos, a los mejor dotados, es igualmente justo y probablemente necesario para el acrecentamiento de la producción.”[22]

En un amplio sentido el mito de la izquierda encuentra posibilidad de articulación con otros mitos dado a la moral altruista que lo sostiene, de allí que tanto el mito del “salvador nacional” o el mito de la revoluciónsirvan para construir una identidad de amplio alcance, irrumpir sobre las individualidades e imponer una visión unilateral de la historia. Por tal razón Arón nos dice que “El mito de la izquierda crea la ilusión de que el movimiento histórico, orientado hacia un fin feliz, acumula las adquisiciones de cada generación.”[23]

 Y allí reside el peligro del desdoblamiento que hace el mito de la izquierda, disocia pensamiento y realidad, haciendo creer que: “…imaginar una continuidad ficticia, como si el porvenir siempre valiera más que el pasado…”[24]

A partir de esas concepciones milenaristas y mesiánicas que promueven ciertos mitos políticos, ellos van abonando el terreno para la instauración de regímenes autoritarios y totalitarios. Aquellos quienes sucumben al opio marxista de los intelectuales, quienes aceptan irrefutablemente la “lógica” del mito de la izquierda, son hombres que “…cometen el error de reclamar, para ciertos mecanismos, un prestigio que, en justicia, pertenece sólo a las ideas: propiedad colectiva o método de ocupación plena deben ser juzgados por su eficacia, no por la inspiración moral de sus partidarios.”[25]

Y en consecuencia, por las especificidades propias del mito de la izquierda, a partir de tal manipulación simbólica puede darse el inicio para socavar democracias a partir de las masas, tal como recuerda Aron al referirse a las ideas de Tocqueville, que por su impaciencia ante la “lentitud” de las instituciones representativas, los pobres y marginados llegan a cuestionar “el sentido de la libertad, originariamente aristocrático”[26], incluso para sacrificarla en su totalidad en nombre de esa frívola igualdad.

Referencias 

[1] “Reflexiones sobre el Origen y la estabilidad del Estado”. Documento presentado en la 3ª reunión anual de la Sociedad Propiedad y Libertad,llevada a cobo en Bodrum, Turquía, del 22 al 26 de mayo de 2008.

[2] Tal tratamiento fue hecho en el prologo de su obra traducida al español: Fernando Coronl El Estado Mágico, Nueva Sociedad, 2 ed, Caracas, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela, 2002.

[3] Roland Barthes: Mitologías. 12va. ed. Madrid: Siglo XXI, 1999. p. 132.

[4] Raymond Aron: EL Opio de los intelectuales. Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte, 1961. p. 32.

[5] Ibídem. p. 25.

[6] Ibídem. p. 27.

[7] Ídem. 

[8] Ibídem. p. 23.

[9] Ibídem. p. 26.

[10] Ibídem. p. 27.

[11] Ídem.

[12] Ídem.

[13] Ibídem. p. 28.

[14] Ídem.

[15] W. Drabovitch: Fragilidad de la Libertad y Seducción de las dictaduras. Santiago de Chile: Zig-Zag, [¿1935?]. p. 149.

[16] Raymond Aron: Op.Cit. 26.

[17] Ibídem. p. 39.

[18] Roland Barhtes: Op.Cit. 110.

[19] Raymond Aron: Op.Cit. 28.

[20] Fernando Coronl El Estado Mágico, Nueva Sociedad, 2 ed, Caracas, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela, 2002.

[21] Raymond Aron: Op.Cit. 30.

[22] Ídem.

[23] Ibídem. p. 30.

[24] Ídem. 

[25] Ibídem. p. 31.

[26] Ibídem. p. 28

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