Imagina la siguiente escena: vas al supermercado y decides probar un
nuevo yogur. ¿Qué miras al agarrar el envase? ¿Cuál es la historia detrás de
ese alimento que consumirás en breve?
Lo mismo puede suceder para un corte de carne o un paquete de harina:
los alimentos recorren un largo camino hasta llegar a nuestra góndola más
cercana.
El recorrido también es complejo para los consumidores: a la vez que se
vuelven cada vez más exigentes y buscan propuestas más naturales y
sustentables, millones de personas no comen lo suficiente o consumen alimentos
inadecuados. Según el Banco Mundial, 821 millones de individuos pasan hambre y
2.000 millones más estarán en esa situación en 2050.
¿Es posible poner fin al hambre en el mundo, aumentar la producción de
alimentos de calidad y proteger al medioambiente? No existe una respuesta única
para esta pregunta, pero sí hay tres aspectos centrales para resolver este
desafío: capital humano, innovación y nuevas tecnologías.
América Latina tiene un rol único frente a este reto: la región
representa el 16% del total de las exportaciones mundiales de alimentos. Ya sea
en la producción de café en Brasil y Colombia, carne vacuna en Argentina y
Uruguay o bananas en Ecuador, la región puede ser la cuna de nuevas formas de
producción, potenciando sus exportaciones, protegiendo al medioambiente y
generando nuevos empleos para su población.
A continuación, exploramos 10 conceptos fundamentales para que los
países de América Latina y el Caribe puedan aprovechar la oportunidad y liderar
el futuro de los sistemas alimentarios.
Inversión en capital humano: La formación de los trabajadores agrícolas
es un aspecto central para el futuro de los sistemas alimentarios. Un
aprendizaje enfocado en las tecnologías digitales, la bioeconomía, la gestión
de riesgos y la administración es fundamental para potenciar las oportunidades
y desarrollar nuevas ideas desde el terreno.
Carreras especializadas como la licenciatura en Ciencias y Tecnologías
de Lácteos de la Universidad Tecnológica del Uruguay buscan estimular a los
estudiantes en áreas de investigación centrales para el desarrollo económico.
Innovación:
El desarrollo de nuevas soluciones puede ayudar a los
agricultores a superar los efectos adversos de las condiciones climáticas
extremas y hacer frente a la mayor demanda mundial de alimentos. En Dinamarca,
por ejemplo, el gobierno invierte anualmente el 3% del PIB en innovación,
orientando la inversión a las necesidades de cada sector. Así, las
universidades danesas y el sector agrícola trabajan teniendo en cuenta lo que
el productor realmente necesita en relación con la investigación académica,
desarrollando soluciones concretas que puedan ser implementadas.
Presencia estatal: Con más de 22 millones de kilómetros cuadrados,
garantizar la presencia estatal en todos los puntos de América Latina es una
tarea más que ambiciosa. Si bien existen debilidades en términos de
conectividad en muchos países, el uso intensivo de las tecnologías de la
información y la comunicación hace más fácil el intercambio entre los sectores
rurales y las grandes ciudades.
Tecnología: La inversión científica y tecnológica es fundamental para
desarrollar las herramientas necesarias para los desafíos del futuro. Sin ellas
será imposible aumentar la productividad y las capacidades del sector agrícola.
La implementación de estos desarrollos tiene efectos concretos: el
sistema de trazabilidad del ganado en Uruguay ha permitido que el país se
posicione como uno de los principales exportadores mundiales de carne y llegue
a producir 550 mil toneladas de carne vacuna al año, exportando a más de 100
países.
Emprendimiento: Los países de la región han establecido ambiciosas metas
para el sector alimenticio: Uruguay se propone producir alimentos para 50
millones de personas antes de 2030 y Argentina aspira hacer lo mismo para 600
millones, por solo mencionar algunos ejemplos.
Estos objetivos serán imposibles
de cumplir si no se promueve la formación y aporte de nuevas pequeñas y
medianas empresas, que involucren a los jóvenes y los hagan parte del
desarrollo económico de sus regiones.
Cuidado del medioambiente: Uno de los desafíos principales es aumentar
la producción, pero sin impactar el medioambiente. Para evitar la perdida de
biodiversidad y el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero, es
vital mejorar la eficiencia de los establecimientos agrícolas, mejorando el uso
de herramientas ya utilizadas y facilitando el acceso a nuevos dispositivos.
Condiciones laborales: Los empleos rurales son usualmente informales,
sin contratos escritos y los empleados no gozan de los beneficios de la
protección social.
La tecnología puede ayudar: Zafrales, una plataforma online desarrollada
en Uruguay busca conectar trabajadores temporarios con compañías agropecuarias,
ofreciendo mejores condiciones de trabajo a los trabajadores, y mejorando la
satisfacción de las empresas, con menores tasas de ausentismo y un descenso de
la tasa de recambio del personal.
Regulación: La seguridad jurídica y la fortaleza institucional son dos
pilares fundamentales para promover el desarrollo de nuevas tecnologías y
fortalecer la cultura emprendedora. Los empresarios, estudiantes y
emprendedores agrícolas necesitan de reglas claras, actualizadas y objetivos
concretos para poder desarrollar todo su potencial económico.
A la vez, los programas orientados al sector deben ser consistentes y de
largo plazo para que realmente generen beneficios. También es importante
desarrollar nuevas formas de financiamiento que se adapten a los ciclos y
necesidades del sector.
Seguros: La seguridad de los productores agrícolas depende en buena
medida de las cosechas que esperan producir, por lo que el manejo de los
riesgos es muy importante para evitar el fracaso. Un proyecto del Banco Mundial
en Argentina busca mejorar la acción preventiva con una estructura de anticipo
y respuesta, que incluya, por ejemplo, nuevos esquemas de seguros ante
pérdidas.
Esto ya sucede en otras industrias: Uruguay desarrolló un seguro
climático que otrora era solo posible en economías desarrolladas.
Esto le permitió proteger a la industria energética del país,
dependiente de la generación hidráulica.
Cooperación internacional: Para que todo lo anterior sea posible, los
países deben intercambiar sus mejores prácticas y adelantos para poder extender
su aplicación en todo el territorio. Países como Uruguay y Chile ya están
cooperando con otros tan lejanos como Nueva Zelanda, fortaleciendo la
transferencia tecnológica, de conocimientos y productos. Asimismo, Argentina,
Colombia, El Salvador y Bolivia mantienen acuerdos entre sí para fortalecer el
intercambio de conocimiento.
Estos diez puntos son esenciales para el desarrollo agrícola sostenible
en la región. Estimaciones del Banco Mundial señalan que el crecimiento de la
agricultura es entre dos y cuatro veces más eficaz que el de otros sectores
para incrementar los ingresos de los más pobres.
El Pais
18 de Septiembre del 2019
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