El desierto reverdece y donde todo era aridez y
tristeza brota la primavera. Es un hecho indudable que desde el 5 de enero el
país vuelve a sonreír en medio de su enorme y creciente tragedia. Hay salida,
hay fuerza de cambio, hay esperanza creativa y empieza a despuntar la imprescindible
unión superior entre diversos. Casi inesperadamente las miradas del país y del
mundo democrático se centran en la legítima Asamblea Nacional con su Presidente
Juan Guaidó y su Directiva unitariamente elegida. Guaidó simboliza el futuro
democrático sin odios, con la mano abierta al abrazo e invitando a su apoyo y
responsabilidad decisiva a quienes lo pueden y deben dar: el pueblo movilizado
y repolitizado y la Fuerza Armada democrática. Tres palabras claves: Usurpador,
Transición y Elecciones Libres. Guaidó ha expresado con mucha claridad que para
sacar al usurpador hay que poner a valer el sentimiento democrático de la
inmensa mayoría de los venezolanos y ha invitado por activa y pasiva a la
Fuerza Armada a cumplir su deber
constitucional. La Asamblea propone una Ley de Amnistía para los civiles y
militares que den su paso decidido para salir de este régimen colapsado y sin
esperanza que ha entronizado la miseria. Los gobiernos democráticos del mundo
han manifestado su apoyo a la AN en la tarea de reponer la constitución y
restablecer la democracia.
Seguramente no se podrá realizar antes de fines de
2019 la elección presidencial libre y democrática (que fue negada en 2018) sin
presos políticos, sin candidatos ni partidos inhabilitados, sin ANC dictatorial
y supraconstitucional, con nuevo CNE y con todo el proceso electoral
transparente. Pero la transición ya la siente cada uno de los venezolanos en su
interior y en un mes su esperanza ha pasado de la noche al día. Ahora hay que
cuidar que no se apague, sino que se convierta en fuerza eficaz para el cambio.
La política sin emoción no se mueve, pero ésta sin racionalidad se estrella.
Los dirigentes deben sobresalir por su capacidad de mover emociones y
orientarlas con serenidad, como Guaidó lo va haciendo: escuchar al pueblo y
dirigirlo con esperanza creativa, sin
caer en ilusiones frustrantes. La política transforma lo posible para convertir
en realidad lo necesario.
23 de enero con tiempos distintos. El proceso
electoral necesita nueve meses para hacer realidad una elección de Presidente
en forma limpia y libre. En cambio es
criminal cada día que se demora la creciente hiperinflación y el cierre a la
ayuda humanitaria. Abrir puertos y aeropuertos para que entre la solidaridad
internacional y unir los corazones de millones de venezolanos para activar un
inmenso voluntariado sin barreras, que nos moviliza y une. Sería criminal que
el usurpador impusiera más meses sus políticas económicosociales que hunden la
producción nacional, cierran las empresas y matan de hambre y exilio a millones
de venezolanos. Venezuela no puede salir de esta inmensa tragedia sin cambiar
cuanto antes de régimen y desarrollar la producción económica y mejorar el
poder adquisitivo salarial, sin una muy fuerte ayuda internacional, con
refinanciamiento de la deuda e inversión. Es imposible que todo esto ocurra con
este usurpador empeñado en sustituir la realidad trágica con mentiras e
ilusiones de prosperidad al tiempo que sus políticas refuerzan las ruinas. La
tragedia nacional hay que frenarla ya, aunque el nuevo gobierno
democráticamente elegido no pueda llegar antes de un año. Por eso es
imprescindible que avance la transición que ya ha comenzado. Impresiona ver y
sentir que en una semana millones de venezolanos han pasado de una aparente
parálisis desesperada a una movilización de esperanzas. Las Asambleas y
Cabildos Abiertos están brotando como hongos con una ciudadanía movilizada,
reflexiva y exigente. El 23 de enero es la fecha emblemática de la unión de
todos los demócratas civiles y de la
Fuerza Armada para salir del dictador. El primer gran cambio será encontrarnos
ese día multitudinariamente en más de un centenar de plazas y calles dentro y
fuera del país. Vernos y sentirnos movilizados y que el mundo nos vea así. Que
la Fuerza Armada se identifique sumándose y se redima diciéndole al usurpador y
a los cubanos que se tienen que ir para que Venezuela viva. Este 23 de enero no
será el final, sino la prueba de que la
transición acumula fuerzas aceleradamente. Como dice el bíblico salmo 126 “Los
que siembran con lágrimas cosechan con cantos de alegría” y ven que el desierto
reverdece.
Después de estas primeras lluvias se abre la etapa de nuevas
siembras y cosechas que exigen esmerada preparación de la tierra y sin
precipitaciones. Se multiplicarán los cabildos, se repolitizará la sociedad
civil con nueva conciencia ciudadana y renacerán los valores morales: todos
unidos para salir del túnel de la muerte, todos unidos en defensa de la vida.
No confundir la esperanza creativa activada con la ilusión mesianista de un
juramento solitario. Venezuela guiada por su AN y su Presidente Guaidó (que ha
demostrado valor y serenidad) entra en una nueva etapa, asumiendo con
responsabilidad y creatividad lo público arrebatándolo a quienes lo han
convertido en botín criminal. El cambio y la transición están en marcha, porque
en marcha está - no una juramentación sin soporte social ni fuerza-, sino el
pueblo soberano que camina hacia la reconciliación para restablecer la gran
unión nacional capaz de producir libertad y vida entre todos y para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario