El 5 de enero se
juramenta Juan Guaidó como presidente de a Asamblea Nacional (AN) venezolana,
un joven ingeniero quien fuera dirigente estudiantil y fundador de Voluntad
Popular,. Y vino con dos papeles en la mano. El primero la declaración de
los once países del Grupo de Lima que le da “pleno respaldo y reconocimiento a
la AN… como órgano constitucional democráticamente electo…”. Y le pide a Maduro
que “le transfiera, en forma provisional, el poder ejecutivo hasta que se
realicen nuevas elecciones presidenciales democráticas”. El otro una estrategia
para la transición. Ella se resume en los siguientes puntos: crear un
“órgano de Transición para la restitución del orden constitucional, la lucha
contra la usurpación y la coordinación de las autoridades legítimas, la
sociedad civil y la FAN”; la“… renovación y designación de los poderes
usurpados”; la designación de “ representantes legítimos ante instancias y
organismos internacionales”; la creación de un fondo para la recuperación
de activos provenientes de la corrupción,”; y la aprobación de“ la agenda
legislativa para la transición”. Estos dos últimos puntos han sido avanzados.
Pero mientras el
presidente de la AN presenta un proceso y un mecanismo de transición, que no se
cada debajo de la manga sino que ha sido acordado por la mayoría de los
partidos que conforman ese coso, otros le conminan a asumir la
Presidencia de la República ya que existe “un vacío de poder” con base al
artículo 233 de la Constitución. Llegan a decir que sería un cobarde y un
colaboracionista sino lo hiciera. Incluso desde el principio el grupo
parlamentario 16J votó condicionadamente por él para presidente de la AN y
posteriormente se abstuvo de votar a favor de la declaración de Maduro como
Usurpador argumentando que la AN no podía asumir las funciones del ejecutivo.
Guaidó ha sido muy
prudente y le ha contestado a esos que lo conminan a asumir la primera
magistratura, palabras más palabras meno:s ‘sino tengo apoyo popular real y de
las FAN yo no asumo”. Pero no se ha quedado allí sino que ha comenzado,
con parlamentarios la mayoría de los partidos, una movilización popular en
forma de Cabildos Abiertos para convocar a los ciudadanos a participar.
Pero la presión
sigue. Preclaros juristas le muestran como él tiene todo el derecho, basándose
en la Constitución, de ser el nuevo Jefe de Estado. Pero él no quiere lanzarse
al vacío. El sabe que recurrir a la Constitución y las leyes es pertinente en
una democracia pero no en una dictadura que por definición no las acata. Al final
entiende que estamos en una situación donde lo que vale es la descarnada fuerza
que tenga la oposición para quebrar al régimen y producir el cambio. Y
esa hay que construirla. No basta tener la razón hay que tener la fuerza.
Sin prisa pero sin pausas
Guaidó se sigue moviendo en la estrategia de construir una transición. Hay que
tener en mente que la fuerza que ha acumulado la oposición es una fuerza
electoral pero que tiene que transformarse en una fuerza que o obligue
una salida electoral o quiebre al régimen. No basta con la petición del
Grupo de Lima a Maduro para que “le transfiera” el poder a la AN y
en últimas a Guaidó. Esto no sucederá por voluntad del tirano sino por que no
tenga otro remedio. No basta sentarse en la silla presidencial de Miraflores
como nos recuerda el “carmonazo”.
Maduro no está dispuesto
a renunciar ni a que lo “renuncien” y se valerá de todo tipo de artimañas para
evitarlo. Y la mayoría de ellas pasan por la represión directa o indirecta.
El apresamiento de Guaidó
por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) fue un error del régimen.
Hay varias explicaciones de esta acción que terminó en su pronta liberación.
Pero una cosa cierta de este bochornoso acto es que quien salió fortalecido fue
Guaidó. Entre otras cosas, el mundo entero se movilizó para apoyarlo y en
el país la gente enardecida lo respaldó y los que aún dudaban ahora se prestan
para darle un voto de confianza. Por esto los Cabildos Abiertos que se
vienen convocando por todo el país comienzan a sembrar la esperanza y la fuerza
que se necesita para enfrentar al régimen.
La fracción opositora del
16J con su ala internacional muy activa en la realidad 2.0 sigue insistiendo en
que Guaidó debe asumir la presidencia. Mientras cada día más y más
gobiernos incluyendo el de EE.UU. aplaude la decisión de “ declarar formalmente
Maduro como "usurpador" y transferir responsabilidades
ejecutivas a la AN, según los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución” como
dijo el Secretario de Estado Mike Pompeo.
Lo que no entiende este
grupo es que, independientemente de su interpretación del artículo 233 de la
Constitución, la banda presidencial que se terciaría Guaidó, no es la capa de
Superman que le conferiría algún superpoder para enfrentar al régimen. Ese
poder viene de acumular fuerza en la calle para lograr quebrar el régimen, y en
especial a su base de sustentación: los militares y en general los aparatos
represivos que están capturados por los invasores cubanos.
Por esto hay que apoyar
los puntos que plantea la AN: Cese de usurpación, Gobierno de Transición y
elecciones libres. Ya tenemos el apoyo internacional, ahora falta reconstruir
la fuerza que nos ha permitido llegar hasta aquí. La pelea no es por la
aplicación o no de un artículo de la Constitución o por obligar a Guaidó a ser
presidente, sino por rescatar la esperanza, reconstruir la fuerza de la
oposición y quebrar al régimen. El primer paso: las movilizaciones del 23
de enero.
Nos vemos.
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