1. Cuando en una sociedad se vive una intensa y enconada
polarización político-ideológica, es muy fácil que ocurra lo que el poeta
Antonio Machado detectó en la España de la preguerra civil, hace casi un siglo.
Él decía que, en ese contexto, “de cada diez cabezas, nueve embisten y una
piensa”. Ojalá que nosotros, los venezolanos, podamos pensar con mucho
realismo, sentido común y sangre fría lo que debemos ir haciendo en el campo
político. Al término de la película Las horas más oscuras, se recoge una frase de
Winston Churchill que creo útil para la actual coyuntura: “Los que nunca
cambian de opinión, nunca logran cambiar nada”. Invito a los que están
aferrados, desde hace meses, a una postura abstencionista a que revisen la
solidez y la conveniencia de esa postura. No les pido que cambien de opinión.
Tan solo que asuman la difícil tarea de repensarla y luego, actúen en
consecuencia.
2. Porque creo que hay que entender que la cúpula chavista les
tomó mucho miedo a unas elecciones competitivas desde el 2013, cuando las ganó
por apenas un punto de ventaja. Y desde las de diciembre del 2015 les tiene
pánico, porque las perdió por quince puntos de desventaja. Por eso pospuso,
inconstitucionalmente, las elecciones de gobernadores y alcaldes del 2016.
Ahora bien, cuando se dio cuenta de que en la oposición (debido a los graves y
sucesivos errores que sus líderes cometieron entre el 2016 y el 2017) cundía el
desaliento, el despecho y la desesperanza, los líderes chavistas decidieron
aprovechar el momento depresivo de las masas opositoras y lanzaron, una detrás
de la otra, las elecciones de gobernadores (octubre 2017), alcaldes (diciembre
2017) y presidenciales (mayo 2018).
Los opositores deberíamos entender, entonces, que el alto
chavismo está jugando con nuestros sentimientos y que se aprovecha de un magma
de emociones negativas que nos embarga. Los estrategas del chavismo calcularon
muy bien que su principal aliado para ganar gobernaciones, alcaldías y la
presidencia iba a ser el despecho opositor conducente a abstenciones sucesivas.
En octubre y diciembre pasados, se salieron con la suya. ¿Vamos a seguir
cayendo en el juego de los estrategas chavistas que exprofeso violan algunas
reglas legales en lo electoral para que, actuando por reflejos condicionados,
una buena parte de los opositores se abstenga de luchar en el plano electoral?
3. También invito a salir del embrujo y manipulación que sufren
los que están muy pendientes de lo que se dice en las redes sociales para
conformar o reforzar sus posiciones políticas. Sugiero que se medite sobre el
hecho de que en ese campo el chavismo actúa a mansalva para reforzar la
tendencia abstencionista. El chavismo invierte muchos millones de dólares en
pagar a varios miles de mercenarios que se dedican, en la actual coyuntura, a
despotricar en las redes de los líderes de la alternativa democrática realmente
existente. También machacan falsos argumentos para desanimar a los potenciales
votantes.
4. Así, una de las consignas sin base sólida que más rueda por
las redes sociales dice: “Con ese CNE yo no voy a votar”. Esa es una consigna
que no compagina con la realidad. Porque si bien es obvio que las cuatro
señoras del CNE siempre han permitido el ventajismo chavista en las campañas
obviando lo que pautan las leyes, también es verdad que Tibisay Lucena anunció,
en el 2007, que la reforma constitucional propuesta por Chávez no tenía
mayoría. Y lo hizo porque los resultados automatizados, en las mesas y en el
país, no se pueden cambiar si la oposición cuenta con miembros y testigos de
mesa honestos y con al menos un rector en el CNE. También informó Lucena que Capriles
obtuvo el 49,2 por ciento de los votos en el 2013, evidenciando que el país
estaba dividido en dos mitades. Ella no pudo falsear la realidad mostrando de
un triunfo abrumador de Maduro.
Tampoco pudieron las cuatro rectoras tergiversar el
clamoroso triunfo opositor en las elecciones legislativas del 2015 y
reconocieron que obtuvimos 112 diputados frente a 55 del oficialismo. Y tampoco
escamotearon los resultados en los estados Zulia, Táchira, Mérida, Anzoátegui y
Nueva Esparta en las de gobernadores del 2017. En cuanto a las otras varias
gobernaciones que perdimos, no fue por trampa de las rectoras, sino porque la
equivocada orientación de ciertos líderes políticos y el despecho de muchos
opositores los llevó a abstenerse en octubre pasado. Hay que ser autocríticos y
no recurrir siempre a colocar en otros toda la causalidad de los hechos
negativos.
5. Obviamente, las elecciones presidenciales fueron adelantadas
para jugar con la ventaja de contar con el despecho y las rabietas de muchos
opositores que no quieren votar. Y también es obvio que en esta oportunidad el
CNE se está saltando varias normas legales en lo procedimental, para mantener
permanentemente estimuladas tales rabietas de opositores. Pero, ¿acaso no
pidieron muchos opositores en el 2016 y 2017 que se adelantaran las elecciones
presidenciales? Ahora, las adelantaron siete meses. ¿Por qué no aprovechar esta
oportunidad que hasta hace poco muchos pedían a gritos en las calles?
6. Algunos dicen que las próximas elecciones serán fraudulentas
porque, por varias vías, el chavismo inhabilitó para participar a varios
líderes opositores. Es verdad que ello es una injusticia muy grande. Pero de
allí yo no derivo la conclusión de que no debo participar. Porque no estoy
aquejado de maximalismo. El maximalismo exige que todas las normas se cumplan
escrupulosamente para poder participar. Sin embargo, ello muy rara vez ocurre
en la realidad. Entonces, los puristas se sacuden las manos, exclamando como
los niños de antes: “Boto tierrita y no juego más”. Yo, en cambio, confieso que
en política no soy purista, no soy maximalista, no soy juridicista. Confieso
que quiero salir de la pandilla que nos malgobierna y no estoy dispuesto a
desperdiciar la oportunidad de una elección presidencial. Porque si
inhabilitaron a siete u ocho potenciales candidatos presidenciales de la
alternativa democrática, no lo hicieron con otros diez o doce posibles. Y uno
de ellos, Henri Falcón, se lanzó con valentía a dar la pelea cuando varios se
negaban o dudaban. Entonces, no me siento huérfano de candidato.
7. ¿Acaso tiene sentido no participar en la lucha
político-electoral hasta que no se den unas condiciones justas, equitativas y
transparentes? Razonar así es ser como el pez que se muerde la cola. Es como
decir: “No usaré el arma de la votación para luchar contra una dictadura hasta
que esa dictadura se convierta en régimen democrático y me conceda todas las
condiciones ideales para mi participación”. Con ese tipo de argumentos, jamás
David hubiese tenido el gesto de salir a pelear contra Goliath…
8. Es verdad que el gobierno, en esta y en las anteriores
elecciones, actúa con mucho ventajismo. Pero algunas veces, por tener la
opinión mayoritaria de los venezolanos a nuestro favor, le hemos ganado. Y
ahora, que contamos con la ventaja de saber que al menos el 73 por ciento de
todos los venezolanos rechaza a Maduro, ¿nos asustaremos porque él use el
tradicional ventajismo de los recursos y la maquinaria gubernamental que le
asegura cuatro millones de votos pero que no le garantiza superar, en ningún
caso, los cinco millones? ¿Acaso no captamos que esa “maquinaria” está
seriamente averiada? Poco podrá esa maquinaria si vamos a votar, en avalancha,
ocho o diez millones de descontentos.
9. No me merecen credibilidad en esta coyuntura aquellos
dirigentes políticos que se han equivocado reiteradamente en los últimos
tiempos, pecando de radicalismo. Varios de los adalides del abstencionismo de
ahora también “metieron la pata” llamando o sumándose a la abstención en el
2005, lo cual ayudó enormemente al chavismo a extender las tenazas de su poder
en las instituciones del Estado. También se equivocaron por radicales e
inmediatistas llamando a La Salida en el 2014, con saldo de muertos y
frustraciones. Porque con guarimbas en algunas urbanizaciones del Este de Caracas
no se tumban gobiernos.
También en el 2016 el radicalismo impaciente habló de sacar
a Maduro en seis meses. Y se enredaron los líderes políticos al no decidirse
pronto por un camino claro, ya que el panorama que dibujaron tenía exceso de
caminos, a saber: enmienda a la Constitución, referendo revocatorio, renuncia
de Maduro, convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Y en el 2017
quisieron salir del enredo llamando a la calle día a día en unas pocas
urbanizaciones de varias ciudades, sin entender que lo que las guarimbas
provocan es temor y rechazo en el pueblo. También se dieron, al fin, el gusto
los radicales al invocar solemnemente el artículo 350. ¿Para qué? ¿Con qué
fuerzas reales para sostenerlo?
10. Ahora, yo no acepto que las madres y los padres del
radicalismo vuelvan a ser hegemónicos. Ellos volvieron a “jugar adelantado”
porque sin analizar todos los factores en juego y sin una verdadera discusión
democrática en el seno de la oposición, decidieron que no había que participar
en las elecciones presidenciales. Decidieron que teníamos que “suicidarnos en
primavera”.
11. Yo no les haré caso. Yo viajo todos los días en bus y en
metro. Y creo percibir un enorme hartazgo del pueblo amontonado en los
destartalados buses y en los abarrotados vagones. Creo sentir el desespero del
pueblo por salir de este barranco por el que caímos. Y me parece que están en
un error monumental, trágico, los que, por toda salida, le dicen al pueblo que
no vaya a descargar su rabia contra Maduro el 20 de mayo, sino que se quede en
su casa ese día para comenzar a esperar no sé qué fórmula mágica, no sé qué
acción de un presunto deus ex machina que nos salvaría…
12. No creo en el radicalismo de la rabieta abstencionista que
impediría canalizar la indignación del pueblo de una manera pacífica. Es hora
de salir de la que puede ser trágica equivocación del abstencionismo. Es hora
de salir de la desesperanza, del masoquismo político, del creer que nada se
puede hacer para cambiar nuestra historia. Es hora de hacer como los llaneros de
José Antonio Páez, que huían a galope tendido del ataque de los españoles en
Las Queseras del Medio y que, de pronto, todos a una, decidieron cambiar de
rumbo, decidieron volver grupas, decidieron usar la oportunidad de atacar al
enemigo que los acosaba. Es la hora de decir: “¡Vuelvan caras!”.
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