El drama que vive el Hospital Universitario de los
Andes no tiene parangón en la historia de la salud merideña. Lamentablemente,
la desatención de las autoridades nacionales de salud hacia uno de los
hospitales más importante del país ha sido la constante de los últimos años. La
agudización del problema adquiere visos de tal magnitud, que apenas recibe
anualmente 3.2 millardos de bolívares de presupuesto, cuando para su
funcionamiento regular debería estar por el orden de los 280 millardos.
Solamente en necesidades de gases medicinales está cerca del millardo de bolívares
mensuales y como expresó la directora del HULA, doctora Estrella Uzcátegui, sin
gases el hospital se paraliza totalmente.
El hospital debe suministrar 580 raciones de comida
tres veces diariamente, es decir 1.740 al día. También, suministrar
alimentación para los hospitales Sor Juana Inés y la Unidad de Larga Estancia.
Además, la calidad de la comida ha desmejorado notablemente por el bajo
contenido proteico.
El funcionamiento de los equipos, difícilmente puede
estar en situación más deplorable. Los dos equipos de hemodinamia de la Unidad
de Cardiología no funcionan; de los seis ecocardiógrafos, sólo está funcionando
uno, a media máquina, con un traductor para infantes, es decir, no se dispone
de traductor para adultos; la Unidad de Coronarios adolece de fallas de toda
naturaleza. Esta es la constante también, con equipos otros servicios del HULA.
Para afrontar esta situación con valentía y coraje, sin
que el ingrediente político entorpezca, se requiere de la sumatoria de
esfuerzos de toda índole y concierto. Desde las autoridades gubernamentales y
de salud regionales, hasta y esto es lo más importantes, el alto gobierno
nacional. De lo contrario, el hospital cerrará sus puertas. Es la hora para el
llamado a la conciencia de la institución de salud más importante de la ciudad,
del estado y la región Los Andes. ¡Salvemos el hospital!.
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