Residenciado desde hace
varios años en Oldenburg, Alemania, en cuya universidad ejerce la docencia y la
investigación, Fernando Mires (Santiago de Chile, 1943) forma parte del paisaje
político venezolano, y no faltará quien lo haya imaginado bajando todas las
mañanas por la avenida Luis Roche, en Altamira, para ir al trabajo y luego en
las noches reunirse con los grupos opositores contra lo que sin tapujo él
denomina la dictadura de Nicolás Maduro. Esta cercanía afectiva e intelectual
con un país que aprecia y a veces le roba el sueño lo ha colocado no pocas
veces en el ojo del huracán de las confrontaciones por redes sociales. Este
diálogo, correspondido vía correo electrónico, intenta en cierto modo explicar
su posición actual acerca de ese puzzle con piezas extraviadas que parece ser
la oposición venezolana.
–Hace días
publicó un tuit en el que prometía no disertar más sobre el tema venezolano, a
disgusto de sus seguidores (@FernandoMiresOl) en Twitter –muchos más de quienes
le adversan– y que se han nutrido de sus reflexiones políticas y filosóficas
¿Será que llegó Fernando Mires a la conclusión de que la crisis venezolana no
tiene arreglo?
–Creo que en ese punto se
produjo un malentendido. Yo escribí simplemente “Adiós Venezuela”. Lo que quise
dar a entender fue que Venezuela se encontraba frente al abismo. Como usted
bien sabe yo me pronuncié a favor de la participación en las elecciones, no con
el objetivo de ir a competir deportivamente, sino mediante la inscripción de un
candidato-líder que hiciera de portavoz frente a los fraudes, que oficiara de
nexo entre la presión internacional y la política interior y que fuera apoyado
por los principales líderes de la oposición. De esta manera la oposición no
renunciaría a la ruta electoral y a la vez podría estar en condiciones de
desatar un movimiento democrático. La MUD decidió, como es sabido, no
participar en aras de una “abstención activa”. En otras palabras: la oposición
venezolana fue llevada por Maduro, pero también por ella misma, a una situación
sin salida. Por eso escribí “Adiós Venezuela”. Pero mi interés persiste. Entre
otras cosas, por la enorme gravitación que tienen los sucesos venezolanos sobre
el resto del continente.
–¿Cuáles son, a
su juicio, los factores que obstaculizan una salida democrática en Venezuela?
–Son dos. El primero es el
ejército, las FAN. Estamos frente a una dictadura militar con fachada civil.
Hay más militares ocupando puestos públicos que los que hubo durante la
dictadura del general Pinochet en Chile. Eso lleva a deducir que toda
alternativa democrática pasa por la división del ejército. Pero esa alternativa
no se va a dar nunca si el ejército no es políticamente presionado. De ahí la
importancia de no abandonar la lucha electoral aún a sabiendas de que se va a
la derrota. Hay derrotas que pueden ser transformadas en victorias. No debemos
olvidar que un gobierno que se impone mediante fraudes termina deslegitimando a
todo el aparato del Estado del cual el ejército es su eje principal. Hoy, sin
embargo, Maduro puede ganar elecciones sin necesidad de cometer fraude. No hay
motivos para suponer entonces que dentro del ejército se producirán grandes
grietas. Para que se produzcan es necesario que los militares sean conscientes
de que “así no podemos seguir”. Y hoy, como están dadas las cosas, pueden
seguir. La segunda razón tiene que ver con la formación dentro de la oposición
de un abstencionismo políticamente organizado, fracción que privilegia el
enfrentamiento callejero sin poseer, como se ha visto, ningún poder convocador
de masas. Pese a ser minoritaria, esa fracción cuenta con recursos materiales y
con importantes vinculaciones internacionales.
–¿Cómo
calificaría usted la situación actual de la oposición venezolana?
–Catastrófica. Hasta hace
poco la oposición estaba dividida en dos segmentos: los abstencionistas y los
electoralistas. Hoy hay tres segmentos: los abstencionistas número uno, los
abstencionistas número dos y los electoralistas. La diferencia entre los dos
abstencionismos es que los del número uno son y serán siempre abstencionistas.
Lo fueron incluso en las elecciones del 6D. Los del abstencionismo número dos
son abstencionistas coyunturales. Se declaran partidarios de votar, pero no
bajo las condiciones fijadas por el régimen. El problema es que no parecen
darse cuenta de que el gobierno de Maduro es una dictadura y que, por lo mismo,
siempre las condiciones las fijará el régimen. Y de eso se trata precisamente
cuando se lucha contra una dictadura: la de actuar bajo condiciones que “dicta”
un régimen. No participar porque Maduro no va a cambiar las condiciones es como
decir, yo no participo porque la dictadura no es democrática. Un absurdo. El
tercer segmento, el electoral, fue mayoritario y hegemónico dentro de la
oposición. Hoy no es ni mayoritario ni hegemónico. Ha caído en las trampas de
Maduro y ha cedido a las presiones ejercidas por la llamada “oposición a la
oposición”.
–¿Coincide usted
con algunos opositores de que la MUD parece no contar con una estrategia
efectiva para consolidar su contacto con el venezolano de a pie?
–Nunca la MUD va a tener una
sola estrategia porque la MUD no es el PSUV. La MUD es una mesa coordinadora de
partidos políticos cuyas estrategias son diferentes entre sí. Si alguna vez
desarrolla una estrategia común, será como resultado de largos acomodos
internos. En cambio el PSUV sí puede desarrollar una estrategia acorde con cada
situación. Esa estrategia es hoy una sola: mantenerse en el poder a cualquier
precio, aunque sea asesinando. Pero si es difícil que la MUD desarrolle una
sola estrategia, sí puede mantener algo más eficaz que una estrategia: una ruta
sostenida y persistente. Esa ruta había sido definida por sus llamados cuatro
puntos cardinales: pacífica, constitucional, democrática y electoral. Hoy, al
no concurrir a las elecciones fraudulentas y así cuestionar en la propia calle
al régimen durante una intensa campaña electoral, la MUD ha perdido la ruta. Ha
abandonado la lucha electoral sin definir ninguna otra.
–A veces da la
impresión de que –puertas afuera– los temas de la migración masiva y los
cuestionamientos de mandatarios latinoamericanos y de la UE, no hacen mella en
Maduro ¿Será que en verdad no le afectan esos temas o trata de disimular tal
imagen exterior?
–A Maduro le hacen tanta
mella como al tirano Al Asad de Siria. La oposición internacional a la tiranía
de Al Asad es diez veces superior a la ejercida en contra de Maduro. La
migración siria es mucho mayor. Pero Al Asad está dispuesto a incendiar toda
Siria antes de ceder un milímetro de su poder. Maduro y su grupo, también. El vil
asesinato cometido a Oscar Pérez fue un aviso. Yo creo que la posición de la
llamada “comunidad internacional”, siendo importante, ha sido magnificada por
gran parte de la oposición venezolana. Pero la “comunidad internacional” no
puede hacer más que actuar de acuerdo a principios universales. Y eso es mucho.
Y se le agradece. Por lo demás es falso que Maduro esté aislado del mundo. El
pasado lunes 26 de febrero vimos en todos los periódicos que el jefe fáctico
del estado venezolano, el general Padrino López, apareció en Rusia junto a
Putin. Evidentemente, Padrino no fue a veranear a Rusia.
–Ubicado
usted –hipotéticamente hablando– en el lado de quienes desaconsejan participar
en estas presidenciales ¿cuál sería el argumento con mayor fuerza para convencer
a los venezolanos de no participar?
–El argumento más recurrente
es que si se acude a las elecciones se legitima el fraude y con ello a la
dictadura. El problema es que nadie puede reclamar fraude si no se acude y, por
lo mismo, la dictadura, con la abstención, se legitima más que antes. Eso es
precisamente lo que quiere Maduro: ganar sin, o con una muy débil oposición, y
así no verse obligado a cometer fraude. La mesa la tiene servida.
–Y si esta
disyuntiva lo sorprendiera a usted en la otra acera ¿cuáles son las razones
para participar a toda costa?
–Convertir las elecciones,
desde “dentro” de ellas, en un gran movimiento de protesta pública nacional.
Pero eso ya no se dio.
–¿Cómo
calificaría usted la gestión del expresidente español Rodríguez Zapatero como
interlocutor de una mesa de negociación que fracasó?
–Para mí, dicho con toda sus
letras -y pese al enorme respeto que me merece la historia del PSOE- el
expresidente de España, Rodríguez Zapatero, llegó a ser –antes, durante, y
después del diálogo– un funcionario al servicio de los intereses de una de las
más horribles dictaduras sudamericanas de los últimos tiempos.
–¿Ha habido
momentos en que haya acariciado la posibilidad de una intervención extranjera o
de EEUU en Venezuela para salir de una vez de esta crisis, cada vez más
insostenible?
–Nunca. Y por tres razones.
La primera, porque la vida me enseñó a no confundir los deseos con la realidad.
La segunda, porque hasta ahora no hay un solo indicio. La tercera, porque solo
puede venir de los EE UU, nación que ya no está en condiciones de abrir varios
frentes a la vez. Con Kim Jong Un, con Putin, con Asad y con la teocracia
persa, tiene más que suficiente. Naturalmente, si aparecen indicios, cambiará
mi opinión. Pero ahora yo no puedo opinar sobre lo inexistente.
–En tanto que
filósofo ¿cómo califica usted el comportamiento, no pocas veces de
enfrentamiento, entre actores de la oposición venezolana en mitad de esta
crisis?
–Lo de filósofo es un
elogio. Si lo soy es solo por vocación. Por profesión soy historiador. Como
filósofo debería analizar cada acontecimiento como un fenómeno “en sí”. Como
historiador, en cambio, debo inscribirlos en el marco de un proceso. Y el
proceso venezolano me muestra una suma de actos fallidos de parte de la
oposición. Desde la incapacidad por unir revocatorio con elecciones regionales,
siguiendo por la precaria conducción de las movilizaciones del 2017 (nacidas en
defensa de la Constitución, de las elecciones y de la AN, y terminadas en
confrontaciones de muchachos con escudos de cartón en contra de un ejército
armado hasta los dientes), por las elecciones regionales a las que acudió sin
entusiasmo ni mística, por la capitulación electoral en las municipales, hasta
llegar a la “abstención activa” de las presidenciales sin que nadie sepa
todavía con qué se come eso. Después de tantos yerros, lo menos que puede
esperarse son enfrentamientos entre los actores de la oposición.
–¿En verdad
avizora esperanzas de que los venezolanos pondrán fin a la pesadilla chavista,
o viviremos eternamente en esta espiral de crisis, aún después de que Maduro
haya abandonado el poder?
–Siempre lo he dicho, y
ahora lo voy a decir como el filósofo que no soy: La historia no transcurre de
acuerdo a programas sino de acuerdo a incidencias y accidencias imposibles de
predecir. La de Maduro, como toda dictadura, representa la muerte del alma
ciudadana. Pero creo que al final la vida se impondrá sobre la muerte. Si no
creyera eso, jamás habría escrito una línea sobre Venezuela.
@elizaraujo
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