Señor Gran Canciller, cardenal Ricardo Ezzati,
hermanos en el episcopado,
señor Rector, Doctor Ignacio Sánchez,
distinguidas autoridades universitarias,
queridos profesores, funcionarios,
queridos alumnos:
hermanos en el episcopado,
señor Rector, Doctor Ignacio Sánchez,
distinguidas autoridades universitarias,
queridos profesores, funcionarios,
queridos alumnos:
Siento alegría por estar junto a ustedes en esta Casa
de Estudios que, en sus casi 130 años de vida, ha ofrecido un servicio
inestimable al país. Agradezco al señor Rector sus palabras de bienvenida en
nombre de todos los presentes.
La historia de esta Universidad está entrelazada, en
cierto modo, con la historia de Chile. Son miles los hombres y mujeres que,
formándose aquí, han cumplido tareas relevantes para el desarrollo de la
patria. Quisiera recordar especialmente la figura de san Alberto Hurtado, en
este año que se cumplen 100 años desde que comenzó aquí sus estudios. Su vida
se vuelve un claro testimonio de cómo la inteligencia, la excelencia académica
y la profesionalidad en el quehacer, armonizadas con la fe, la justica y la
caridad, lejos de disminuirse, alcanzan una fuerza profética capaz de abrir
horizontes e iluminar el sendero, especialmente para los descartados de la
sociedad.
En este sentido, quiero retomar sus palabras, señor
Rector, cuando afirmaba: «Tenemos importantes desafíos para nuestra patria, que
dicen relación con la convivencia nacional y con la capacidad de avanzar en
comunidad».
1. Convivencia nacional
Hablar de desafíos es asumir que hay situaciones que
han llegado a un punto que exigen ser repensadas. Lo que hasta ayer podía ser
un factor de unidad y cohesión, hoy está reclamando nuevas respuestas. El ritmo
acelerado y la implantación casi vertiginosa de algunos procesos y cambios que
se imponen en nuestras sociedades nos invitan de manera serena, pero sin
demora, a una reflexión que no sea ingenua, utópica y menos aún voluntarista.
Lo cual no significa frenar el desarrollo del conocimiento, sino hacer de la
Universidad un espacio privilegiado «para practicar la gramática del diálogo
que forma encuentro».[1] Ya que «la verdadera sabiduría, [es] producto de la
reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas».
La convivencia nacional es posible —entre otras cosas—
en la medida en que generemos procesos educativos también transformadores,
inclusivos y de convivencia. Educar para la convivencia no es solamente
adjuntar valores a la labor educativa, sino generar una dinámica de convivencia
al interno del propio sistema educativo. No es tanto una cuestión de contenidos
sino de enseñar a pensar y a razonar de manera integradora. Lo que los clásicos
solían llamar con el nombre de forma mentis.
Y para lograr esto es necesario desarrollar lo que
llamaría una alfabetización integradora que sepa acompasar los procesos de
transformación que se están produciendo en el seno de nuestras sociedades.
Tal proceso de alfabetización exige trabajar de manera
simultánea la integración de los diversos lenguajes que nos constituyen como
personas. Es decir, una educación —alfabetización— que integre y armonice el
intelecto —la cabeza—, los afectos —el corazón—, y la acción —las manos.
Esto brindará y posibilitará a los estudiantes un
crecimiento no sólo armonioso a nivel personal sino, simultáneamente, a nivel
social. Urge generar espacios donde la fragmentación no sea el esquema
dominante, incluso del pensamiento; para ello es necesario enseñar a pensar lo
que se siente y se hace; a sentir lo que se piensa y se hace; a hacer lo que se
piensa y se siente. Un dinamismo de capacidades al servicio de la persona y de
la sociedad.
La alfabetización, basada en la integración de los
distintos lenguajes que nos conforman, irá implicando a los estudiantes en su
propio proceso educativo; proceso de cara a los desafíos que el futuro próximo
les presentará. El «divorcio» de los saberes y de los lenguajes, el
analfabetismo sobre cómo integrar las distintas dimensiones de la vida, lo
único que consigue es fragmentación y ruptura social.
En esta sociedad líquida o ligera,como la han querido
denominar algunos pensadores, van desapareciendo los puntos de referencia desde
donde las personas pueden construirse individual y socialmente. Pareciera que
hoy en día la «nube» es el nuevo punto de encuentro, que está marcado por la
falta de estabilidad ya que todo se volatiliza y por lo tanto pierde
consistencia. Esta falta de consistencia podría ser una de las razones de la
pérdida de conciencia del espacio público. Un espacio que exige un mínimo de
trascendencia sobre los intereses privados — vivir más y mejor— para construir
sobre cimientos que revelen esa dimensión tan importante de nuestra vida como
es el «nosotros». Sin esa conciencia, pero especialmente sin ese sentimiento y,
por lo tanto, sin esa experiencia, es y será muy difícil construir la nación, y
entonces parecería que lo único importante y válido es aquello que pertenece al
individuo, y todo lo que queda fuera de esa jurisdicción se vuelve obsoleto.
Una cultura así ha perdido la memoria, ha perdido los ligamentos que sostienen
y posibilitan la vida. Sin el «nosotros» de un pueblo, de una familia, de una
nación y, al mismo tiempo, sin el nosotros del futuro, de los hijos y del
mañana; sin el nosotros de una ciudad que «me» trascienda y sea más rica que
los intereses individuales, la vida será no sólo cada vez más fracturada sino
más conflictiva y violenta.
La Universidad, en este sentido, tiene el desafío de
generar nuevas dinámicas al interno de su propio claustro, que superen toda
fragmentación del saber y estimulen a una verdadera universitas.
2. Avanzar en comunidad
De ahí, el segundo elemento tan importante para esta
casa de estudios: la capacidad de avanzar en comunidad.
He sabido con alegría del esfuerzo evangelizador y de
la vitalidad alegre de su Pastoral Universitaria, signo de una Iglesia joven,
viva y «en salida». Las misiones que realizan todos los años en diversos puntos
del País son un punto fuerte y muy enriquecedor. En estas instancias, ustedes
logran alargar el horizonte de sus miradas y entran en contacto con diversas
situaciones que, más allá del acontecimiento puntual, los dejan movilizados. El
«misionero» nunca vuelve igual de la misión; experimenta el paso de Dios en el
encuentro con tantos rostros.
Esas experiencias no pueden quedar aisladas del
acontecer universitario. Los métodos clásicos de investigación experimentan
ciertos límites, más cuando se trata de una cultura como la nuestra que
estimula la participación directa e instantánea de los sujetos. La cultura
actual exige nuevas formas capaces de incluir a todos los actores que conforman
el hecho social y, por lo tanto, educativo. De ahí la importancia de ampliar el
concepto de comunidad educativa.
Esta comunidad está desafiada a no quedarse aislada de
los modos de conocer; así como tampoco a construir conocimiento al margen de
los destinatarios de los mismos. Es necesario que la adquisición de
conocimiento sepa generar una interacción entre el aula y la sabiduría de los
pueblos que conforman esta bendecida tierra. Una sabiduría cargada de
intuiciones, de «olfato», que no se puede obviar a la hora de pensar Chile. Así
se producirá esa sinergia tan enriquecedora entre rigor científico e intuición
popular. Esta estrecha interacción entre ambos impide el divorcio entre la
razón y la acción, entre el pensar y el sentir, entre el conocer y el vivir,
entre la profesión y el servicio. El conocimiento siempre debe sentirse al
servicio de la vida y confrontarse con ella para poder seguir progresando. De ahí
que la comunidad educativa no puede reducirse a aulas y bibliotecas, sino que
debe ser desafiada continuamente a la participación. Tal diálogo sólo se puede
realizar desde una episteme capaz de asumir una lógica plural, es decir, que
asuma la interdisciplinariedad e interdependencia del saber. «En este sentido,
es indispensable prestar atención a los pueblos originarios con sus tradiciones
culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse
en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes
proyectos que afecten a sus espacios».
La comunidad educativa guarda en sí un sinfín de
posibilidades y potencialidades cuando se deja enriquecer e interpelar por
todos los actores que configuran el hecho educativo. Esto exige un mayor
esfuerzo en la calidad y en la integración. El servicio universitario ha de
apuntar siempre a ser de calidad y de excelencia, puestas al servicio de la
convivencia nacional. En este sentido, podríamos decir que la Universidad se
vuelve un laboratorio para el futuro del país, ya que logra incorporar en su
seno la vida y el caminar del pueblo superando toda lógica antagónica y
elitista del saber.
Cuenta una antigua tradición cabalística que el origen
del mal se encuentra en la escisión producida por el ser humano al comer del
árbol de la ciencia del bien y del mal. De esta forma, el conocimiento adquirió
un primado sobre la creación, sometiéndola a sus esquemas y deseos.La tentación
latente en todo ámbito académico será la de reducir la Creación a unos esquemas
interpretativos, privándola del Misterio propio que ha movido a generaciones
enteras a buscar lo justo, bueno, bello y verdadero. Y cuando el profesor, por
su sapiencialidad, se convierte en «maestro» es capaz de despertar la capacidad
de asombro en nuestros estudiantes. ¡Asombro ante un mundo y un universo a
descubrir!
Hoy resulta profética la misión que tienen entre manos.
Ustedes son interpelados para generar procesos que iluminen la cultura actual,
proponiendo un renovado humanismo que evite caer en todo tipo de reduccionismo.
Y esta profecía que se nos pide, impulsa a buscar espacios recurrentes de
diálogo más que de confrontación; espacios de encuentro más que de división;
caminos de amistosa discrepancia, porque se difiere con respeto entre personas
que caminan en la búsqueda honesta de avanzar en comunidad hacia una renovada
convivencia nacional.
Y si lo piden, no dudo que el Espíritu Santo guiará sus
pasos para que esta Casa siga fructificando por el bien del Pueblo de Chile y
para la Gloria de Dios.
Les agradezco nuevamente este encuentro, y les pido que
no se olviden de rezar por mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario