“El pasado puede ser siempre alma para el presente
pero nunca puede ser arma con la que se quiera resolver problemas
contemporáneos que son reales pero cuya solución debe nacer de una actitud de
justicia a la vez que de contrición y perdón”
El sugerente título está tomado de un artículo del
teólogo español Olegario González de Cardedal, quien a su vez lo toma de “un
humilde, verdadero poeta y novelista” llamado Alfonso Albalá quien reflexionó
sobre el fantasma de la guerra que causó divisiones y que décadas más tarde
seguía rondando sobre la mente de los españoles. Estimo que nos viene bien a
todos los venezolanos en esta hora menguada de la convivencia social vernos en
el espejo de situaciones similares. Me tomo la libertad de transcribir algunos
párrafos y glosar en referencia a nuestra realidad local.
“Si las mociones de censura fueran reales exámenes
de conciencia serían un eficaz instrumento para dirigir la mirada a los fondos
subterráneos de nuestra conciencia social, moral y política, para enfrentarnos
con los impulsos profundos de los que nacen y se alimentan nuestras acciones en
el día a día, y de los que raras veces somos conscientes”. Preguntémonos qué
valores y qué temores están detrás de la conciencia moral de quienes nos
dirigen.
“Las grandes preocupaciones que movían y conmovían
las conciencias eran la paz, la convivencia, la reconciliación y la concordia”.
Son los mismos conceptos vacíos de contenido que se nos vende, una sesgada
constituyente que pretende cerrarle el paso a todo pensamiento y acción
distinto al de quienes la proponen como salida de la crisis. Se necesita curar
las heridas profundas que deja el uso indebido y abusivo del poder y de las
armas que dejan heridas abiertas en el alma de los venezolanos. Hay que “saltar
sobre ellas al futuro: un futuro común, en un estado social y democrático de
derecho”.
“El pasado puede ser siempre alma para el presente
pero nunca puede ser arma con la que se quiera resolver problemas contemporáneos
que son reales pero cuya solución debe nacer de una actitud de justicia a la
vez que de contrición y perdón”. “Pero si se me preguntara cual es el signo más
grave que veo yo en nuestra convivencia social, diría que es la aparición del
odio en palabras y acciones. Odio a personas, a grupos y a las instituciones
que los representan”. “Se intenta recomenzar la historia como Adán en el
paraíso, para dar por supuesto que es necesario un cambio total, proponiendo no
una reforma de pequeñas cosas sino una revolución, que traería el bienestar, la
justicia, la felicidad… quienes lo ejercen lo que pretenden es la voluntad de
eliminación del otro”.
“No todo es política ni la política lo es todo; hay
muchas cosas sagradas, intocables e irrenunciables antes y después de ella. Las
tres palabras paz, piedad, perdón, deben presidir el comienzo de todas las
acciones y no solo ser recitadas al final ante los desmanes consumados”. Poner
en remojo nuestras barbas cuando hemos visto las del vecino arde, nos debe
devolver la cordura que nos falta ante la culpable irresponsabilidad de ciertas
locuras. Es el camino que tiene que alimentar nuestra esperanza de que los días
del odio no construyen los días de la paz.
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