Reflexionar
donde está el inicio del descalabro de nuestras instituciones partidistas no
parece ser cosa fácil, son muchos errores, vicios acumulados, distorsiones,
incapacidad para haber enfrentado la amenaza que significaba el chavismo para
la democracia de nuestro país a su llegada en 1998. Una élite político
partidista, sin formación para entender lo que estaba sucediendo, mucho menos
tener la capacidad de reacción para enfrentar o detener el avance de la amenaza
antidemocrática que significaba el chavismo en el poder.
Aturdidos ante esa realidad
que se les vino encima -siendo los mismos que lamentablemente siguen al frente
de los principales partidos de la oposición democrática-, se presentan en
nuestro tiempo como los “salvadores de la patria”, solo para mantener sus
privilegios y prebendas económicas que les da el poder político. No parecieran
estar interesados en la ampliación de su base social, en lograr una mayor
articulación entre lo político y lo social para lograr una mayor ampliación y
fortalecimiento de la representación política.
Ocupan tiempo valioso en
enfrentar, acorralar a otros grupos y organizaciones sociales, con la idea
equivocada que le despojan de su espacio natural y clientela, cuando es todo lo
contrario, estas organizaciones complementan y son necesarias, ya que son
reflejo de las distintas manifestaciones de la participación política de los
ciudadanos en la democracia. Hay que erradicar de los partidos políticos
democráticos, el sectarismo y preparar a su dirigencia para el reconocimiento
de las distintas tendencias políticas y corrientes ideológicas existentes que
se manifiestan en la sociedad, hacer del pluralismo el componente esencial de
la práctica política democrática.
Creemos que desde ya, se debe trabajar en presentar
un proyecto de ley orgánica de partidos políticos moderna, donde se reglamenten
sus funciones y obligaciones, adaptada a las nuevas realidades, donde se
fortalezcan los estándares de transparencia y participación interna de sus
afiliados, donde se establezca con claridad, exigencia de elecciones
democráticas para la constitución de sus directivas a todos sus niveles. Donde
todos los órganos de los partidos deben ser electos democráticamente,
respetando el carácter personal, igualitario, libre y secreto del voto. Donde
se le exija al partido, un número de afiliados de acuerdo al número exigido
para su constitución, y que deben mantener un porcentaje de sufragios
válidamente emitidos a su favor en cada proceso electoral; además de volver al
financiamiento público de los partidos políticos, entre otras medidas.
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