domingo, 6 de marzo de 2016

La Universidad rebelde - Mariano Nava Contreras



El lunes pasado tuvo lugar en la Universidad de Los Andes un acto muy especial. Ese día se instaló la segunda cohorte del Doctorado en Estudios Políticos y la número 38 de la Maestría en Ciencias Políticas.

El acto, con la solemnidad del caso, contó con la presencia de los principales promotores de este proyecto, doctores Wladimir Pérez y Vladimir Aguilar, pero también de otros importantes profesores e investigadores de esa Facultad. Asimismo se dio la bienvenida a un grupo de profesores de diversas universidades ecuatorianas que ese día comenzaban sus estudios doctorales en la ULA.
Mención aparte merece la conferencia del presidente de la Academia Venezolana de Ciencias Políticas y Sociales, Dr. Eugenio Hernández-Bretón, invitado para la ocasión, quien disertó sobre la trayectoria de esta academia desde sus inicios, hace poco más de un siglo, hasta los tiempos actuales. En su intervención, el Dr. Hernández-Bretón destacó el largo y difícil camino que hemos tenido que recorrer los venezolanos para preservar la legalidad y la institucionalidad, a pesar de los abusos del poder y el autoritarismo de muchos de nuestros gobiernos. La trayectoria de los cien años de esta corporación se abre como un arco que empieza en el gobierno de Gómez y termina con este que tenemos ahora. Dos momentos especialmente difíciles, quién lo duda, en la no por breve menos tormentosa historia política de Venezuela.

Finalmente, con la presencia del Vicerrector Administrativo se presentó la tercera edición del libro del Dr. Alfredo Ramos Jiménez, Las formas modernas de la política. Estudio sobre la democratización de América Latina. El libro, ya un clásico para la comprensión de la evolución política de nuestros países, constituye una actualización de un texto fundamental para comprender el pensamiento de uno de nuestros más prolíficos y agudos politólogos.

En todos los discursos que esa mañana escuché, me llamó la atención la presencia de una misma idea que una y otra vez se repetía en boca de todos los que hablaron. En proyectos tan diferentes como sacar adelante un doctorado, organizar una reunión científica o editar un libro se pone de manifiesto el carácter francamente rebelde y subversivo que en Venezuela supone el hecho de producir y difundir conocimientos. En un país donde el estudio -y aún más el trabajo productivo- parecen una rareza y una exotiquez, ante un gobierno que parece decidido a la destrucción sistemática de sus centros de estudio mediante el asedio y la asfixia económica, la creación y propagación del saber lucen como un inmenso desafío e incluso una peligrosa provocación. Todos los que esa mañana intervinieron coincidieron, sin haberse puesto de acuerdo, en las inmensas dificultades que tuvieron que sortear; pero todos mostraron también su legítimo orgullo por haber logrado su alta meta, por haber cumplido finalmente con el país y consigo mismos. En el caso del Doctorado en Estudios Políticos, su prestigio se ve confirmado al recibir estudiantes de otros países, mientras la universidad sufre el asedio de nuestro propio gobierno.

En un artículo aparecido hace años, "El cuartel y la universidad", escribí que no existen dos lugares que encarnen formas de pensar, concepciones de la vida más opuestas. En el cuartel las órdenes se cumplen sin chistar, automáticamente. En la universidad las ideas se debaten. El cuartel implica una visión vertical de la conducta: las órdenes descienden del centro de poder, de donde emanan, y se cumplen obedientemente en los niveles inferiores. La universidad supone una concepción horizontal: las ideas surgen en cualquier punto de la comunidad universitaria, se divulgan, se comparten y, sobre todo, se discuten. Cualquier miembro de la comunidad tiene el mismo derecho a poner en duda y a someter a juicio cualquier idea.

Por eso la universidad, tal y como la entendemos hoy, es esencialmente democrática, porque en principio respeta la dignidad humana, el pensamiento de cada uno por igual. Difícil equilibrio pero posible: respeto al individuo pero también a la comunidad.


También por eso para cualquier régimen autoritario la universidad es muy peligrosa, subversiva incluso, porque quien tiene una concepción vertical de la vida y el poder no tolera que sus órdenes sean puestas en duda, y menos discutidas. Quien manda así teme el debate. Por eso también es que la universidad siempre será opositora, de cualquier régimen, llámese de izquierdas o de derechas, porque su papel fundamental es el de cuestionar, indagar, debatir, mucho más cuando alguien trata de imponer un pensamiento único, sin otro sometimiento que el del respeto por el individuo en su libertad de pensar y decir. Es su naturaleza, su función social, su destino esencial. Conviene entenderlo: la universidad siempre será rebelde. La Universidad rebelde

MARIANO NAVA CONTRERAS |  EL UNIVERSAL
viernes 4 de marzo de 2016  12:00 AM

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