Al cani, al
poligonero, lo despreciamos y lo amamos casi por igual. Otra cosa es que esto
último lo hagamos en secreto.
Según el escritor y
ensayista Eloy Fernández Porta, que imparte un seminario sobre masculinidades
que mañana inaugura en el CCCB de Barcelona, son muchos los que
envidian secretamente a estos “bárbaros de las periferias urbanas”. Ellos
son el último reducto de una masculinidad excesiva.
En España, el
modelo de virilidad se ha reencarnado en concursante de reality show: “La
televisión ha localizado a un nuevo troglodita y lo presenta como
imagen de la pobreza financiera y emocional”.
El poligonero, cani
o fiestero vive en Lloret de Mar o Benidorm, territorios que ya no pertenecen a
la geografía española sino al turismo o al tráfico de mercancías, “en el lumpen
proletariado”. Vive ajeno a la ambigüedad, la revolución sexual y el
feminismo.
El cani es ese tipo
que no tienen reparos en soltarle un sonoro manotazo en el culo a su
chica delante de sus amigos. Y esto es algo que, según Fernández Porta,
repugna y atrae por igual:
“Es una figura
odiada porque representa lo puto peor, y envidiada porque parecen insensibles
al cambio.Por mucho que imiten a Cristiano Ronaldo, no parecen haberse
enterado de la corrección política”.
El cani es una figura odiada porque
representa lo puto peor, y envidiada porque parecen insensibles al cambio
Son, en definitiva,
individuos liberados en una sociedad cada vez más hiper consciente:
“Nuestro uso de las
redes sociales aumenta la importancia de los criterios y opiniones de los
demás, por eso ver a alguien insensible a esos jueces imaginarios es
admirable, como el buen salvaje del mundo digital”.
Sobre canis,
Bourdieu, género y corrección política hablamos con el pensador barcelonés.
Arremángate la
falda
La idea del
seminario es recuperar el clásico de Pierre Bourdieu La Dominación
Masculina (1998), y destriparlo: “Me propongo poner a bailar Pierre
Bourdieu. Quiero subirlo a una pasarela de moda y meterlo en una performance
postporno”.
Bourdieu sostiene
que la dominación masculina no es un orden natural, sino una construcción
mental, una visión del mundo con la que el hombre satisface su sed de
dominio. Las mujeres habrían asumido esa sumisión arbitraria al
creer que obedece a una división natural de sexos.
Por eso el
sociólogo francés llama a la rebelión femenina y a luchar contra el sexismo,
que hay que extirparlo de nuestros comportamientos. Fernández Porta, por el
contrario, considera “injusto pedirle eso a una mujer”.
Su argumento sería
el siguiente: si una mujer no utiliza el sexismo para ir por la vida, pierde
mucho. Si un hombre decide no ser sexista, le irá igualmente bien.
Si una mujer no utiliza el sexismo para
ir por la vida, pierde mucho. Si un hombre decide no ser sexista, le irá
igualmente bien. Por ejemplo: una
mujer se arremanga la falda y finge que ha nacido para adorar a su compañero de
curro. Quiere que le preste el coche un rato. Utilizar el sexismo sería
aquí como una versión utilitarista de las “armas de mujer”.
Si la mujer dice:
“¿Me dejas el coche, por favor?”, tiene más posibilidades de que el otro
responda: “Ni de coña”. Por no utilizar la carta del sexismo, la mujer lo
pierde todo.
Por el contrario,
si un tipo decide no comportarse de forma paternalista y dejarle las llaves del
coche sin hacer ningún comentario sexista, tal y como haría con cualquiera de
sus compañeros masculinos, perderá el masaje que confirma su poder, pero
nada más.
Para Fernández
Porta, es inmoral pedirle a una mujer que renuncie al sexismo. En
la competición social, ella saldrá perdiendo si confía en la buena fe de los
hombres.
De ese modo, el
sexismo utilizado estratégicamente puede ser una herramienta de poder
femenino.
Pelea de mujeres
Otra de las ideas
de Fernández Porta gira en torno al conflicto entre mujeres. En su opinión, se
trata de una realidad que el cine siempre representa como una “pelea de
novias, en melodramas y comedias románticas, en espacios cerrados de
complicidad femenina”. Ha sido olvidado y minimizado.
Por el
contrario, el conflicto entre hombres es la guerra, la épica, “Caín
y Abel”. Es lo que mueve la historia.
Según el
ensayista, el conflicto entre mujeres tiene una relevancia cultural y
simbólica importantísima, y es una llave del cambio social.
Históricamente, las peleas de mujeres
se han representado en espacios cerrados. Por el contrario, el conflicto entre
hombres es la guerra, la épica. Por eso, el conflicto entre mujeres es una
llave del cambio social
“Las mujeres tienen
que competir de forma pública por el poder, como Dilma Rousseff y Marina Silva
por la presidencia de Brasil. Que una mujer alcance el puesto de poder
no es suficiente para el cambio social“. Un ejemplo sería Margaret Tatcher.
De modo que la
cooperación entre mujeres, y el vocabulario humanista que rodea algunos
feminismos, no serían lo más directo para avanzar hacia un mundo más
igualitario.
“Las teorías contra
la dominación masculina siempre apelan a la solidaridad, la comprensión, la
aceptación del otro”, explica Fernández Porta. “La cuestión es que la
competición por el poder siempre va a existir. Hay que procurar que
sea lo más limpia posible, pero las mujeres tienen que estar”.
En contra de la
corrección política, Fernández Porta plantea que las mujeres tienen que
pelear, y sobre todo, pelear entre ellas.
El ADN de la
masculinidad
¿Cuáles son las
características principales de la virilidad? Lo más importante no son los
atributos físicos, sino el carácter.
“Lo escribió
Séneca. El hombre se resiste a las pasiones y sobrelleva los infortunios
de forma estoica. Él lo llama ser un ‘apasionado por la templanza'”.
Lo que define la masculinidad es el
carácter, lo que Séneca definió como ‘pasión por la templanza’. O sea, pasión por
autorreprimirse: “La carcasa del macho proveedor es pura fuerza y contención”.
Una paradoja que es, para el escritor, es el ADN de todas las variantes de
masculinidad.
“En la música, por
ejemplo, se repite el tema de la discapacidad emocional: ‘ya no tengo
emociones, me siento indiferente, no significas nada para mí'”.
Los hombres siempre
caen
La pregunta que
todo el mundo se hace es si la masculinidad está en crisis, sobre todo ahora
que el feminismo ha rebasado la muralla de las minorías. La respuesta es no.
Pero no porque no se esté produciendo un declive de lo viril, sino
porque este declive siempre ha existido.
Fernández Porta lo
ilustra con la imagen del western crepuscular, con el personaje de
vaquero viejo, agotado ante un sol de justicia que escarba aún más en sus
arrugas morenas. “La verdadera masculinidad es un pasado remoto, donde
había valores y un medio más agreste. Aun así, este héroe atípico hace un
último esfuerzo”.
La
crisis de la masculinidad no es un fenómeno histórico, sino una idea que se
repite
La crisis de la
masculinidad no es un fenómeno histórico, sino una idea que se repite: “Cada
momento de la historia inventa su crisis masculina”.
Por el contrario,
la feminidad siempre aparece como algo emergente. “Hace siglos que las mujeres
están a punto de emerger de forma definitiva en la sociedad y nunca acaban de
salir. Con la masculinidad pasa lo opuesto. Hay una caída a cámara
lenta que nunca llega a su fin”.
Así, en el camino
hacia la igualdad, hay dos túneles eternos. Las mujeres siempre suben, y los
hombres siempre caen.
Las mujeres siempre suben y los hombres
siempre caen; los papeles, en cambio, no se invierten nunca
Publicado por: Ssociólogos 2 días ago
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