Caracas.- Las anécdotas a veces sirven para enhebrar una buena historia, incluyendo la Historia con mayúsculas. Y mucho de lo que ocurrió aquella madrugada del 4 de febrero y sus días subsiguientes podrían servir para entender cómo Hugo Chávez pasó de ser un militar fracasado a convertirse en el principal aliado de poderosos grupos económicos que vieron en su figura la posibilidad de vengarse de Carlos Andrés Pérez y algunas de las medidas que tomó su gobierno, apostando así a su destrucción política sin prudencia ninguna.
Para el 4F – y disculpan el relato en primera persona-,
yo trabajaba en Miami como corresponsal de la Agencia de Noticias Venpres, una
iniciativa del Ministerio de Comunicación para tener corresponsales propios en
las capitales más importantes del mundo, tal como Notimex en México o la BBC de
Londres.
El proyecto, dirigido a seleccionar a los mejores
periodistas sin ningún tipo de «palanca» partidista, se llevó a cabo luego de
una rigurosa selección que incluyó desde el currículum de cada quien hasta un
examen oral que debía presentar cada uno de los 72 preseleccionados ante un
jurado temible. Y cuando finalmente seleccionaron a los 17 corresponsales que
pasamos por todos los filtros, el Ministerio organizó un programa de inmersión
dirigido a que cada seleccionado supiese todo y más sobre Venezuela. De modo
que nos llevaron por todo el país para conocer a fondo cómo funcionaba PDVSA y
todas las empresas del Estado.
Visitamos todas las entonces magníficas instalaciones de
la petrolera, escuchamos charlas de sus más notables ejecutivos, fuimos a los
pozos petroleros, hablamos con los obreros y los técnicos. Un arsenal de
información que se repitió luego en cada una de las empresas básicas -Sidor,
CVG, el Guri, etc-, y por supuesto, en el área turística y cultural. El
contrato era por dos años prorrogable y el servicio de noticias era gratuito
para todos los medios de comunicación de Venezuela. Fue un orgullo, una dicha y
un reto profesional grandioso haber estado allí, al lado de varios de los
mejores periodistas del país.
Pero los primeros que se opusieron al programa, lo
atacaron y sabotearon fueron el partido AD (no habían seleccionado a ningún
compañerito de partido) y los grandes medios de comunicación de entonces, como
El Nacional, El Universal y RCTV, todos opuestos al gobierno de Pérez.
El sabotaje en este caso consistió en ignorar la mayoría
de la información que los corresponsales venezolanos enviamos y que se editaba
en la mesa de redacción de Venpress, dirigida por el periodista argentino Aram
Aharonian. Porque a pesar de que se trataba de un servicio gratuito, ante un
hecho noticioso importante – el derribo del Muro de Berlin, por ejemplo-, esos
grandes medios preferían publicar las versiones de EFE o AFP -por lo cual
pagaban-, antes que publicar, por ejemplo, la versión de primera mano de
nuestro corresponsal en Alemania, nada menos que Cayetano Ramírez, uno de los
periodistas más sabios que haya conocido el gremio; o leer sobre la caída de la
URSS, magistralmente descrita por Roberto Giusti, corresponsal en Moscú.
Pero el daño al programa no consistía solamente en
ignorar la información que enviábamos los corresponsales sino que en ocasiones
era publicada pero con la firma de otro reportero local, como fue en mi caso:
el «tubazo» que di desde Miami cuando detuvieron al exgobernador de Caracas,
Adolfo Ramírez Torres por narcotráfico y entrevisté al director de la DEA de
Miami, quien me contó cómo habían agarrado tanto a Rodríguez Torres como a
varios de suyos con las manos en la masa. Y si bien mi trabajo ocupó una página
completa en el diario El Universal, apareció firmado por una periodista de su
plantel, asunto que nadie en Venpress pudo explicarme.
Tampoco supieron explicarme qué pasó con la entrevista
que le hicieron en Telemundo al entonces preso en Yare, Hugo Chávez. El
director de Venpress, Aram Aharonian, me exigió conseguirla y enviarla a
Caracas con extrema urgencia «porque la solicitaban en Miraflores», fue su excusa
para usarme de oficce boy.
Afortunadamente, un periodista venezolano muy amigo
trabajaba en Telemundo y, bajo cuerda, me dio una copia de la entrevista. Con
ella en mano me fui al aeropuerto y, tal como estaba planificado desde Caracas,
se la dí a un sobrecargo de Viasa con la orden de entregársela a los
funcionarios que la estaban esperando en Maiquetía. El joven hizo el encargo,
entregó el video a quienes lo esperaban (como me lo confirmó después) pero,
según Aharonian, el video nunca llegó.
Años después, ya con Chávez en el poder supe que
Aharonian era un chavista consumado, alto funcionario del nuevo gobierno
socialista. Y vaya usted saber para qué o quiénes necesitaba la entrevista de
quien luego sería su jefe.
El anecdotario incluye que, luego del golpe, debía buscar
reacciones de las personalidades más destacadas entonces. Fue así como
entrevisté al entonces presidente del BID, Enrique Iglesias, quien no solo
condenaba la asonada sino que consideraba la política económica del gobierno de
Pérez como la más acertada de toda Latinoamérica, al extremo de que había hecho
crecer la economía de nuestro país en más de 9% anual. Y lo mismo repetían los
economistas más sólidos de la Universidad de La Florida, los directivos de la
Cámara de Comercio, los empresarios japoneses y norteamericanos y hasta el
mismísimo Marcel Granier- opositor furibundo de Pérez-, quien reconoció
públicamente en un encuentro binacional que el gabinete del presidente Pérez
era «el más brillante que había tenido Venezuela», refiriéndose a Ricardo
Haussman, Moisés Naim, Gerver Torres, Miguel Rodríguez y Carlos Blanco entre
otros, el dream team que nunca más se repetiría.
Pero mi vergüenza fue incalificable cuando en uno de esos
encuentros multinacionales, organizado por la Cámara de Comercio de Venezuela y
el Banco Industrial (con miras a restablecer la confianza del mercado en
nuestro país a raíz de la intentona militar), y donde tanto los ponentes como
la audiencia estaba compuesta en su mayoría por inversionistas de alto calibre,
el entonces Fiscal General de la República, Ramón Escovar Salom, también
invitado al encuentro, se dedicó únicamente a hablar pestes del gobierno de
Pérez.
Dijo horrores, lo calificó de corrupto e ineficaz. Casi
que justificaba el golpe. Tan grave y descolocada fue su intervención, que el
corresponsal de la agencia mexicana Notimex me llamó a casa esa misma noche
para preguntarme si ese señor, de verdad-verdad, era el Fiscal General de
Venezuela, porque estaba escribiendo la nota y no quería meter la pata porque
le parecía inaudito que un Fiscal General pudiera expresarse así de su propio
país.
Ya con Chávez fuera de la cárcel -una de las promesas
electorales de Rafael Caldera en su odio visceral contra CAP-, cuando Miguel
Henrique Otero fundó el diario «Así es la noticia» para apoyar al golpista,
Venevisión lo recibía con fanfarrias y Luis Miquilena pasaba la raqueta entre
los grandes capitales para financiar su campaña, ninguna de esas lumbreras de
la política y la economía pudo ver más allá de sus intereses contantes y
sonantes, el «cuánto hay pa´eso» criollo que funciona no sólo ante un fiscal de
tránsito sino en partidos y grandes capitales, esos que, para entonces, creían
que el futuro del país era quinquenal y ante cada nuevo candidato se cambiaban
o no la franela de acuerdo a lo que el futuro presidente les prometiera.
A ninguno le importó los más de 200 muertos que dejaron
los dos golpes, la traición a la Constitución de sus cabecillas, la obvia
ignorancia de quienes no habían sabido ni administrar una cantina militar y
mucho menos se les ocurrió analizar a fondo ese personaje, un narcisista
maligno que, como Hitler, cambió para mal la historia del país.
01 de Marzo del 2021
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