1. Cuando un político anda en una lloradera eterna, pidiendo condiciones perfectas para participar en unas elecciones que debe convocar un gobierno calificado por el mismo como dictatorial, sencillamente no entiende de qué se trata el asunto, o renunció automáticamente al ejercicio de la política, y le aterra confrontar la realidad. Le huye a su propio espejo.
2. Juan Guaidó es el resultado íntegro de unas elecciones
imperfectas, y con un tribunal electoral totalmente controlado por el gobierno.
Y miren cómo le ha sacado el jugo al cargo. Si logró lo que logró con un simple
órgano legislativo, que no maneja poder tangible y que sólo discute leyes,
imaginemos a la oposición con 20 gobernaciones y más de 200 alcaldías en sus
manos. Estas instancias sí manejan poder tangible, y resuelven problemas
concretos a los ciudadanos.
3. Algunos critican a los actuales gobernadores y
alcaldes opositores. Dicen que no gobiernan nada porque les quitaron todos los
poderes, y que por tanto no vale la pena votar. Pero resulta que Juan
Guaidó y la AN electa en 2015 también se
quedaron sin poderes en Venezuela, les nombraron sus respectivos
“protectores”, sin embargo, nadie ha
dicho que no se debió participar en elecciones del 2015. Todos lo consideran
una acertada decisión.
4. Afortunadamente, ya nadie habla del “Cese a la
Usurpación”, una aventura política que costó muy caro a los venezolanos, y
donde hasta ahora nadie ha dicho “Soy responsable”. Ahora todos, con Guaidó a
la cabeza, hablan de ir a “elecciones confiables”. Por fin entendimos.
5. Los venezolanos deben retomar el control de la agenda
política que en mala hora se le entregó a Donald Trump, el único ganador con el
show del Cese a la Usurpación. Para cualquier político es un error capital
entregar las decisiones estratégicas a gobernantes de otros países. Siempre
privarán, en última instancia, los intereses de los demás. Y eso es legítimo.
Así es el juego cuando se pierde la soberanía política. Y eso fue lo que
ocurrió con el G-4.
6. Chavez y Maduro (al igual que toda Venezuela) han
pagado muy caro la sumisión a los cubanos. Y la oposición venezolana quedó muy
maltrecha con un mantra inventado en Washington que colocó a la ruta electoral
en un lejano tercer lugar.
7. Por eso nunca se le prestó importancia a la
designación de un nuevo CNE en los últimos dos años. La prioridad era el Cese a
la Usurpación, para lo cual Trump jamás estuvo dispuesto a llegar hasta las
últimas consecuencias. Jamás. Los venezolanos fueron engañados como niños por
un irresponsable prestidigitador de la política.
8. Por tanto, ahora hay que retomar la autonomía en la
agenda política venezolana. Los venezolanos en la primera fila, y los aliados
extranjeros atrás, apoyando y facilitando. Jamás al revés. Y habrá que negociar
con Nicolás Maduro, pues él es el que está al frente de las fuerzas contrarias
(¿o alguien lo duda?).
9. De Maduro habrá que esperar “mínimas concesiones”, no todas. Y viceversa.
Maduro no logrará que todas las sanciones internacionales desaparezcan de un
sólo trancazo. Ambos aplicarán la consabida práctica: “Cómo vaya viniendo vamos
viendo”. Por eso en Washington dicen que el caso venezolano tomará tiempo para
resolverse.
10. En esas negociaciones, un nuevo CNE equilibrado y
transparente es el primer objetivo a discutir, el fundamental y necesario para
que los venezolanos retomen la confianza en el voto. Esto es clave.
11. Si se logra integrar un nuevo CNE equilibrado y
transparente, si se logra una observación internacional a todos los procesos
electorales hasta el 2024 (sé por qué lo digo), si se encuentra una solución
pragmática a la situación de los partidos intervenidos, la oposición debe
participar de manera masiva, unitaria, con elecciones primarias donde sea
necesario, tarjeta única, y campaña paraguas. La victoria sería total. No hay
duda de ello.
12. Pero la mayor victoria no sería electoral sino
política. Los opositores habrán abandonado la más reciente zona de confort (que
otros le hagan la tarea, soñar con los “marines”, insultarse mutuamente en grupos
de WhatsApp y Twitter), y se dedicarán a retomar el retador ejercicio de la
política, de escuchar a los venezolanos, y de reconstruir a las organizaciones
políticas (severamente deterioradas hoy día).
13. La historia del poder se reduce siempre al manejo
riguroso de realidades, especialmente un claro conocimiento acerca del
adversario. Y esa ha sido la mayor debilidad de la oposición venezolana, además
del desempeño mesiánico de sus dirigentes. Estos errores han sido la principal
fortaleza de su adversario durante más de 20 años.
14. ¿Qué dicen “las realidades”, entonces? Que el único
camino que queda es negociar un desenlace electoral a la crisis política,
comenzando por las elecciones de alcaldes y gobernadores en 2021, Referendo
Revocatorio en 2022, o presidenciales en 2024. Lo demás es fantasía pura y
seguir mintiéndose irresponsablemente a sí mismo y al país.
15. Mientras la solución a la crisis política toma su
tiempo, todos los venezolanos (con el gobierno incluido) debemos abocarnos a
construir un nuevo pacto social y político para la reconstrucción de la
economía de la nación. Eso sí no puede esperar un día más. Es urgente. Y los
empresarios privados, con los venezolanos en la primera fila, deben asumir las
riendas de la economía venezolana. La “economía socialista” es una quimera. Eso
lo saben hasta el hartazgo en Miraflores. Sólo el capitalismo salvará a
Venezuela.
04 de Marzo del 2021
El Nacional
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