Por cosas fortuitas de la vida, nos
correspondió al profesor Virgilio Castillo, presidente de APULA y cirujano y al
suscrito, a temprana hora matutina del pasado sábado 20 de enero, en el
silencio de la habitación donde exhaló el último aliento, rendir homenaje
póstumo, minutos después, al profesor Angel David Fermín. Había sido internado
la noche anterior con cuadro clínico de insuficiencia cardio-respiratoria.
Inmediatamente me comuniqué con el
periodista José Miguel Monagas para informarle del deceso. Sus precarias
condiciones de salud presagiaban un pronóstico sombrío. No había asidero para
la recuperación inmediata, más bien, todo apuntalaba hacia la disfunción
múlti-orgánica, situación de elevada morbilidad que hacía remota la posibilidad
de recuperación.
David atravesaba un continuo
deterioro de la salud desde tiempo atrás. Me correspondió atenderlo en una de
sus hospitalizaciones. Aquel hombre vigoroso, lleno de vida y entusiasmo para
la lucha, aquel dirigente gremial que impulsó como pocos las acciones más
contundentes para que el profesor universitario tuviese una digna cobertura de
salud, aquel representante al Consejo Universitario que con voz a cuatro
vientos reclamó para el gremio profesoral la mayor consideración y trato en
cuanto a condiciones laborales, aquel que luchó para adquirir el terreno para
la construcción de un espacio de esparcimiento profesoral El Crucetal, ese
hombre empezó a mostrar el deterioro, que sin clemencia las enfermedades
metabólicas, aminoran la fortaleza vital.
David fue un hombre bregador y
tesonero en la acción. No doblegó su espíritu cuando las circunstancias exigían
su presencia. Para él, vaya el reconocimiento y nuestra palabra de solidaridad
y afecto hacia sus familiares más cercanos, hijos y nietos.
Quiero sumar mi apoyo a la propuesta
del médico urólogo y profesor universitario José Enrique Machado, para que el
Crucetal, se honre con su nombre como epónimo. Paz a sus restos.
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