El 23 de julio se acaban de cumplir seis meses de la disputa abierta por
el poder existente entre Nicolás Maduro, designado presidente en una elección espuria
el 20 de mayo del 2018 y el presidente
de la Asamblea Nacional Juan Guaído, nombrado como presidente interino de la
República, ante la abierta usurpación del primero, quien para imponer sus
objetivos utilizó arbitrariamente
poderes nacionales manejados desde Miraflores y la complacencia de un alto
militar corrompido en el ejercicio de un modelo populista-militarista, impuesto
progresivamente por Hugo Chávez desde 1999.
Guaidó celebró esta fecha con una reunión de la Asamblea Nacional realizada
en la Plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes, en la cual aprobaron la
reincorporación de Venezuela al TIAR, creado en 1947 al finalizar la II Guerra
Mundial como un instrumento de la “guerra fría”, del que fue retirado el país por
el régimen de Hugo Chávez en el 2003.
El TIAR establece que un ataque contra un país del continente "será
considerado como un ataque contra todos los países americanos". Con este
mecanismo, Guaidó intenta dejar la puerta abierta al amparo de un Estado
extranjero, ya que desde el pasado 23 de enero su principal objetivo ha
consistido en demostrar la violación por parte del régimen de la propia
Constitución aprobada por Hugo Chávez.
La progresiva crisis económica, social, institucional y política,
generada y acumulada durante las dos décadas de un controvertido ejercicio
administrativo por parte de Chávez como caudillo y de la fuerza que lideró,
incluso después de su muerte, el 5 de marzo de 2013, terminó ubicando
formalmente su punto de definición y desenlace a partir del 10 de enero de
2019; por las circunstancias y los factores legales, nacionales e
internacionales existentes en esa coyuntura. Luego de la cuestionada elección
presidencial del 20 de mayo de 2018, convocada por la irrita Asamblea Nacional
Constituyente, creada en julio de 2017 como poder legislativo paralelo a la
Asamblea Nacional, legítima y soberanamente electa en el 2015, con sólida
mayoría absoluta de la oposición.
En estos comicios no participaron las principales fuerzas políticas
antagonistas del régimen, muchas de las cuales fueron despóticamente excluidas
de esa contienda por el Consejo Nacional Electoral y algunos de sus líderes
fueron inhabilitados en sus derechos por la Contraloría General.
El 10 de enero, fecha establecida en la Constitución de 1999 como día de la juramentación del nuevo primer
mandatario ante la Asamblea Nacional; NM lo hizo ante el cuestionado Tribunal
Supremo de Justicia, que descalificó al legítimo poder legislativo acusándolo
de “desacato”, para asumir esa función. Autenticando así la usurpación y
creando un momento de inexorables definiciones históricas entre las partes en
disputa.
Ante estos hechos Juan Guaidó que ha emergido como el nuevo guía de los
sectores adversos al esquema despótico, ha sido tajante al fijar un solo norte
claro y sólido: 1. “Cese de
la usurpación" de Maduro. 2.La conformación de un Gobierno de transición.
3. La convocatoria de elecciones libres, en un plazo máximo de 12 meses”.
Para este viernes, Guaidó ha
hecho un llamado a una movilización de protesta en todo el país ante los
desmanes cometidos por el régimen de usurpación y desastre de NM.
Por su parte NM y su lugarteniente el
capitán ® Diosdado Cabello, han mantenido una posición antitética donde han
reducido la posibilidad de diálogo a que se den elecciones parlamentarias, pero
bajo ningún concepto, presidenciales, que serían en el 2024. Al igual que
niegan el dramático desastre que en todos los órdenes sume al país, como lo
acabamos de vivir con el cuarto gran apagón eléctrico en lo que va de año.
Mientras las fuerzas de la oposición
se nuclean en torno al único líder que ha tenido capacidad de unificarlas en
este trance, como es Juan Guaidó; el sector que maneja los hilos del poder
ejecutivo se ha centrado en una política cada vez más represiva, que anuncia su
debilidad y empeño en no abandonar de manera democrática el poder.
De esta manera el diálogo de Oslo,
continuado en Bahamas está prácticamente en punto muerto y pareciera ser que
solo la acción persuasiva de las grandes potencias, un pueblo protestando en la
calle, al igual que la disensión en las FANB pudieran marcar la restitución de
un sendero democrático.
Mientras tanto, el país se va
desmoronando a pedacitos.
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