La educación está destrozada en todos sus niveles y el
Nuevo Gobierno debe hacer de la educación el alma del renacer de la nueva
Venezuela.
Tenemos que ser muy realistas sobre el actual ánimo
decaído de los actores de la educación y las claves para su cambio. Con los
actores apagados, de nada sirve señalar tareas y planes necesarios, los actores
tienen prioridad estratégica.
En la escuela los actores fundamentales son los
educandos y los educadores, pero para que la escuela renazca y se transforme la
educación nacional, la Familia, el Estado, la Sociedad Civil, la Empresa y el
Gobierno son básicos. La sociedad entera debe saber y defender que no es
posible la recuperación de Venezuela sin el renacer de la escuela y de que ésta
requiere un renovado apoyo educativo (no solo económico) de toda la sociedad.
Como después de una guerra devastadora, la movilización de conciencias y de
recursos ha de ser general y la nueva conciencia y el voluntariado son tan
importantes o más que los recursos económicos escasos. El nuevo Presidente
tiene que ser el primer educador con su ejemplo en ciudadanía y ética.
Educadores y educandos. Actualmente entre las
educadoras/es prevalece un estado de ánimo de víctimas maltratadas, carentes de
estímulos para esforzarse en mejorar la escuela y buscando oportunidades de
vida fuera del país o en alguna otra actividad; actitud comprensible, pues
realmente los educadores están maltratados y la escuela abandonada. Algo
similar se puede decir de los niños y de los jóvenes carentes de comida y de
otros apoyos escolares, con dificultades de transporte y obligados a buscar
ingresos para la sobrevivencia de la familia.
La Sociedad Educadora y la Emergencia
Es Venezuela entera la que necesita resurgir
transformando su capacidad educadora. Lejos de los viejos (y más recientes)
enfrentamientos entre quienes atribuían a la familia la central responsabilidad
educadora y quienes exigían la exclusiva para el “Estado docente”, ahora hay
que elevar al máximo la sinergia educativa de la familia, el Estado, y la
sociedad entera, reforzándose mutuamente en la producción de calidad educativa
para que la sociedad se vuelva exitosa. Las empresas para resurgir necesitan
una educación muy superior a la que tenemos en esta Venezuela en ruinas. Como
nunca antes debemos hacernos conscientes de la enorme influencia y
potencialidad de los medios de comunicación social (tradicionales y virtuales)
tan influyentes en la modelación y educación de los niños y de la juventud. En
millones de venezolanos hay que elevar al máximo posible los valores
espirituales y ciudadanos, como el reconocimiento del otro y la solidaridad,
deseando para los demás el bien que queremos para nosotros mismos. Así mismo
hay que cambiar radicalmente la deformación de pensar que la “riqueza” de
Venezuela está en la minería y en los recursos naturales y no en las personas,
en su preparación profesional con saberes instrumentales para producir y
agregar valor con todo lo que hacemos. Es indispensable propiciar un
reencuentro entre el sistema educativo y la empresa productiva, pues el
desencuentro entre ambas lleva a que la empresa no sea mundialmente competitiva
a causa del bajo nivel de todo su personal.
Estamos en emergencia y no debemos caer en la ilusión
de que se puede salir de ella de inmediato, con solo cambiar de gobierno.
Dentro de nosotros está nuestra riqueza y también nuestra miseria. Me atrevo a
decir que junto a actividades industriales y agrícolas que trabajan al 20% de
su capacidad instalada, la capacidad educativa de la sociedad venezolana está
activada por debajo del 10%. La capacidad educadora interior (valores y
creatividad), hoy tan subutilizada o incluso pervertida en millones de
venezolanos, ha de ser el motor del cambio de ánimo y la elevación productora
ciudadana. La pedagogía del nuevo gobierno tiene que activar y estimular el
espíritu de un pueblo que se levanta de la actual postración y se pone en pie
de marcha, creando un nuevo y contagioso clima educativo, democrático y
ciudadano. Que todos sintamos esta tarea pública como responsabilidad de cada
uno y que ningún sector exija exclusividad educativa, ni se sienta excluido.
Dicho eso concentrémonos en la escuela. En los
orígenes del Pedagógico y del Magisterio, (y de múltiples asociaciones
educativas como la AVEC, ANDIEP…) el espíritu pionero animó todas las
iniciativas gremiales con el propósito de que en Venezuela no hubiera ni
pueblo, ni niño, sin escuela buena. Hoy por el contrario el maestro se siente
maltratado, empujado a abandonar la escuela, o a trabajar a desgana y a media máquina.
Con este maltrato social y desaliento, faltan decenas de miles de jóvenes
vocaciones educadoras que necesitamos, bien preparados, valorados y con ánimo y
audacia creativa.
Para educadores, ayer indoctrinados con el “socialismo
del siglo XX” y hoy desengañados, se han de organizar encuentros de reanimación
democrática, de manera que todos nos sintamos llamados y protagonistas del
renacer democrático.
Jubilados y voluntarios
Cada escuela requiere respuestas audaces, heterodoxas,
irreverentes y creativas, sin esperar todo del Ministerio. Los jubilados tienen
mucho de lo que hace falta, pero la ley les prohíbe volver, aun cuando tengan
la excelente edad y sabiduría de 50 o 60 años. Es importante mover y organizar
no menos de 200.000 estudiantes universitarios voluntarios, comprometidos, y
organizados, para el refuerzo escolar en primaria y en secundaria,
desarrollando así en ellos y en los niños capacidades y extraordinarios
valores.
Rescate escolar de los docentes y de los alumnos
Desde el primer momento tiene que estar cuantificado y
previsto el modo de recuperar el transporte para docentes y alumnos y el
salario de los docentes, su seguridad social, los estímulos a su productividad
escolar y creatividad y el transporte para docentes y alumnos. Así mismo la
alimentación escolar empezando por los más pequeños y necesitados ha de estar
cuantificada y con la logística apropiada desde el día en que amanezca la
democracia. Los niños y jóvenes tienen que recuperar el gusto por el
aprendizaje y la escuela y en ésta se tiene que producir la sinergia virtuosa y
multiplicadora del Estado, de la acción gubernamental, de las familias y de los
educadores. Todo ello con una gran flexibilidad curricular para salvar lo
esencial.
14.04.19
El Nacional
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