La solidaridad de los Estados-islas
del Caribe no hispano con el régimen chavista duró lo mismo que el subsidio
petrolero. Mientras fluyeron los 100.000 barriles diarios de petróleo a precios
muy por debajo del mercado mundial Hugo Chávez tuvo en la palma de la mano los
votos de esos países en la OEA. Como en tantas otras cosas, el gobierno de
Nicolás Maduro paga hoy las consecuencias del populismo internacional cuando
esos mismos países hacen bloque en su contra.
El canciller de Nicolás
Maduro, Jorge Arreaza, lamenta por medio de un comunicado
oficial la solidaridad de la Comunidad del Caribe (Caricom) con
uno de sus miembros, la República Cooperativa de Guyana, en su
diferendo territorial con Venezuela.
Desde 2016 Guyana ha dado permiso a
buques de prospección sísmica contratados por transnacionales como Exxon
Mobil para realizar exploraciones en aguas ubicadas en la zona
del Esequibo, la cual se encuentra en disputa con Venezuela.
Desde que en el siglo XIX el imperio
británico se lo apropió, Venezuela reclama como suyos esos 159.542 kilómetros
cuadrados de territorio, abundante en agua dulce, minerales, y ahora se sabe
que también en petróleo. Los gobiernos de Venezuela renovaron esa reclamación
territorial cuando el Reino Unido se disponía a conceder la
independencia a Guyana en 1966.
Pero esa política de Estado cambió
con la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999. A partir de
ese momento la política internacional de Venezuela no fue la tradicional
defensa de los intereses del Estado-Nación sino la promoción del proyecto
político del nuevo mandatario, que, en algún momento, se consideró heredero del
liderazgo mundial de Fidel Castro.
Compra de
voluntades
Con el espectacular auge de los
precios mundiales de los hidrocarburos iniciado en 2003 Chávez comenzó a tejer
una red de alianzas y apoyos internacionales apoyados todos en los
aparentemente inagotables petrodólares venezolanos.
Una de esas alianzas fue Petrocaribe.
Creada en junio de 2005 en el Primer Encuentro Energético de Jefes de
Estado y de Gobierno del Caribe mediante un Acuerdo de
Cooperación Energética suscrito por 14 gobiernos, incluía no sólo a
estados del Caribe anglófono, sino también a Surinam, Honduras,
Guatemala, República Dominicana y por supuesto Cuba.
Posteriormente se sumarían Nicaragua, El Salvador y Haití. Del
Caribe angloparlante no se unirían al acuerdo Trinidad y Tobago (productor
de gas y petróleo) y Barbados (paraíso fiscal de renta alta).
En un momento en el cual los precios
del petróleo no paraban de subir, la oferta venezolana de suministrar más de
100.000 barriles al día a precios preferenciales (entre otras condiciones, la
mitad de la factura se pagaba a 25 años con interés de 1%) era un auténtico
salvavidas para países que por su propia geografía no disponen de otras fuentes
de energía.
Esto le permitió a Chávez tener una
influencia en Centroamérica y el Caribe de la que no dispuso
ningún gobernante venezolano antes de él, y tampoco los de países de las
dimensiones de Brasil o México. Ese ascendiente
fue decisivo en una docena de gobiernos con voz y voto en organismos
internacionales como por ejemplo la Organización de Estados Americanos
(OEA). Y dio muestras de ese poder en la elección del secretario general de
esta entidad, José Miguel Insulza, en mayo de 2005, un mes
antes de la creación formal de Petrocaribe.
Brasil, Argentina y
Venezuela armaron un bloque suramericano para respaldar al chileno en contra de la
aspiración del secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis
Ernesto Derbez, a la postre respaldado por Estados Unidos. En
una disputada elección los votos del Caribe fueron decisivos y qué duda cabe
que la oferta de una alianza en materia petrolera, que se concretaría
inmediatamente después, fue un poderoso incentivo.
En toda la historia de la OEA nadie
había sido electo para ese cargo sin el apoyo de Estados Unidos. Hasta ese
momento. La OEA dejó de ser llamada por la izquierda latinoamericana “el
ministerio de colonias del imperio”. Pero parece que esto no llegó a inquietar
demasiado al gobierno de Washington. Es más, un informe del Comando Sur de
2009 afirmaba que Chávez era un “factor de estabilidad” en el área del Mar
Caribe.
Allí se señalaba que no había
evidencias de que esto amenazara los intereses estratégicos de Estados Unidos,
sino que por el contrario estaba evitando una mayor presión migratoria de
cubanos y haitianos en las costas de Florida al aliviar
significativamente el impacto que por esa época tenían los altos precios del
crudo en esas vulnerables economías.
Pero eso tenía un precio muy alto
para Venezuela. Al país le dejaron de ingresar durante una década 1.500
millones de dólares al año en promedio del mercado petrolero mundial sólo para
sostener a Petrocaribe (sin incluir a Cuba). Como parte del acuerdo la deuda
generada podía cancelarse en servicios o en especies como ganado o caraotas
(habichuelas).
Cambio de rumbo
Cuando la situación económica
venezolana empezó a apretar, ya estando Nicolás Maduro en el poder, esa deuda
(20.000 millones de dólares en 2014) fue titularizada en parte por el gobierno
para obtener las divisas que necesitaba desesperadamente y al mismo tiempo el
suministro petrolero venezolano a los países beneficiados disminuyó de los
120.000 barriles al día que llegó a tener en su mejor momento hasta 28.000 en
2017. Esa caída fue directamente proporcional a la influencia política en el
área. Guatemala y Belice, por ejemplo, se retiraron del acuerdo.
Sin embargo, en la era Chávez
Petrocaribe fue una de esas alianzas que contribuyeron a que pocas voces fuera
de Venezuela cuestionaran su legitimidad, pese a que la deriva autoritaria era
obvia. Era el precio que el país pagaba por sostener el aura democrática del
presidente fuera de casa.
Con Maduro eso cambió. Con 19 votos a
favor, 4 en contra y 11 abstenciones la Asamblea General de la
OEA desconoció la elección del pasado 20 de mayo con la que pretendió
validarse un nuevo mandato presidencial. Dos de los antiguos aliados, Ecuador
y Nicaragua, se abstuvieron junto con la mayoría de las islas del Caribe,
por años beneficiadas del apoyo de Petrocaribe.
Ahora, evidentemente aprovechándose
de la debilidad venezolana, Guyana tratar de sacar partido de la situación con
el respaldo de países que por razones culturales e históricas son sus
tradicionales aliados, los miembros del Caricom, los mismos que, con la
excepción de dos, también lo fueron en su momento de Petrocaribe.
Ahora hacen bloque en contra de su
anterior benefactor perjudicando los intereses de Venezuela. Además, esto
ocurre días antes del vencimiento del actual mandato presidencial y el inicio
de otro que según la Constitución venezolana vigente tiene fecha para el 10 de
enero próximo, pero la abrumadora mayoría de los países de América no
le reconocerá la legitimidad de origen a Nicolás Maduro de seguir en el
ejercicio del poder.
Petrocaribe, uno de los más costosos
proyectos internacionales de Hugo Chávez, se pone en contra de su heredero
cuando este más lo necesita.
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