En este tiempo, más allá de la coyuntura venezolana, he
visto una discusión en las redes sociales a propósito de la relación
entre sufragio y democracia. Si votas eres demócrata. No votas, eres
antidemocrático. La discusión es larga y tiene miles de aristas.
Pensemos que
la práctica democrática, como mínimo, debe garantizar la autonomía del pensar
que se manifiesta en una acción comunicativa o social. Decidir si asisto o no
es el primer acto democrático; tener la posibilidad de decidir, si quiero
hacerlo o no. El segundo, de asistir, por quién lo haré.
En el caso de los regímenes como el nuestro, despótico
y totalitario, la participación electoral, para el movimiento de liberación,
tiene otro carácter, porque se transforma en una forma de lucha (entre otras);
así como también, la abstención puede ser, en una circunstancia determinada,
una forma de lucha. Ninguna se descarta a priori, depende de las
circunstancias, de la estrategia y de las tácticas que marquen los líderes para
enfrentarse al régimen despótico. Cualquiera de las dos puede tener resultados
positivos o negativos. La forma de lucha no garantiza el éxito; hay múltiples
variables desde estructurales, contextuales, hasta contingentes que posibilitan
alcanzarlo o no.
Cualquiera de las dos, dentro de un régimen despótico,
para que tengan alguna posibilidad de éxito, en principio, requiere de la
unidad de todo el liderazgo (partidos políticos, organizaciones civiles…) y,
acompañar, esa forma de lucha con otras acciones, nacionales e internacionales
en distintos órdenes que la ejercen, las convocan, las evalúan, quienes dirigen
el movimiento de liberación.
Cuando está desarticulada la dirigencia opositora la
abstención o la participación electoral, como forma de lucha, pierde total
eficacia. Si tenemos claro esto, no discutimos entre nosotros a propósito de
concurrir el 9 de diciembre a las urnas electorales y, más bien, nos ocupamos
todos, dirigentes y nosotros, una multitud regada nacional e
internacionalmente, en construir puentes, acuerdos, para enfrentar al régimen
despótico con una agenda propia.
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