Hace
unos días el partido Acción Democrática (AD), como llaman los venezolanos a
esta histórica organización que dirige, cumplió 77 años de existencia. Lo
cuestionable es que en los últimos 18 ha estado timoneado por el mismo
secretario general, Ramos Allup, también conocido por "El Turco" por
su ascendencia libanesa
Hay tiranos de traje verde oliva, pero
él viste de corbata. Más que un “zorro viejo” de la política, como se refieren
a él para adularlo, ha terminado como “eterno embaucador” en el momento más
grave de la historia de Venezuela.
Hace unos días el partido Acción
Democrática (AD), como llaman los venezolanos a esta histórica organización que
dirige, cumplió 77 años de existencia. Lo cuestionable es que en los últimos 18
ha estado timoneado por el mismo secretario general, Ramos Allup, también
conocido por “El Turco” por su ascendencia libanesa. Otros, simplemente, lo han
terminado llamando “escoria del chavismo”.
Bajo su visión, no ha habido ninguna
otra figura que pueda ser capaz de manejar la tolda blanca, un reflejo de su
egoísmo y obsesión por el poder antes y después de la llegada del gobernante
Hugo Chávez. Si algo justamente le pesa al líder adeco es su pasado.
Foto:Henry Ramos Allup, secretario general del partido Acción Democrática. EFE
Una cuarta parte de la historia de AD,
como la de Venezuela bajo la dictadura de Chávez, ha estado bajo el que muchos
consideran mando mediocre de Ramos Allup, quien se autoproclama “veterano
político” y a todas luces ha dañado el relevo generacional de la dirigencia del
país.
Sus críticos afirman que tan inefectivo
es que no fue capaz durante su presidencia dentro de la Asamblea Nacional de
acelerar la caída del régimen o darle una estocada. Todo lo contrario
-subrayan- lo oxigenó de la forma más cínica posible: engañando.
“Ramos Allup es un zorro viejo porque
aparentemente ‘se las sabe todas’”, escribió en sorna el periodista e
historiador venezolano Orlando Avendaño, para quien la sapiencia de este
político dentro de su partido estuvo “dispuesta a colaborar con el
desmembramiento de la República” al aliarse con la dictadura chavista.
La Asamblea
En enero de 2016, luego de una
turbulenta elección en la que una maquinaria déspota del gobierno hizo todo por
aplastar a sus adversarios, Ramos Allup asumió la presidencia de la Asamblea
Nacional, que finalmente había caído en control de la oposición, y prometía un
regreso triunfal al orden democrático y el imperio de la justicia.
Ungido en el puesto más alto del nuevo
Parlamento, entró con la promesa de callar al chavismo y cantarle sus verdades.
Aunque con cada una de sus arengas en el hemiciclo muchos bajaron la voz, y su
estilo particular causó estremecimiento en una nación hastiada de un solo coro,
de un solo discurso encadenado, como en cualquier circo sus puestas en escena
no pasaron de ser eso: espectáculos.
Avendaño lo resumió de esta manera: “El
Parlamento empezó a dilatar debates, a discutir nimiedades y a aferrarse a procesos
a los que los sensatos no les apostaban. El tipo de los discursos y las frases
fantásticas había resultado ser una estafa. El ‘zorro viejo’ que se las sabía
todas, resultaba incapaz de morder al adversario. Se veía timorato cuando
hablaba con franqueza, pero al mismo tiempo hacía honor a una de las más
vergonzosas frases que se haempuñado desde la política nacional: “A veces hay
que doblarse para no partirse”.
Es necesario decir que al separar del
poder al chavismo o a Nicolás Maduro ahora, no se estaría trabajando contra un
régimen cualquiera, sino contra la dominación personalista de casi dos décadas
de la historia de Venezuela bajo la influencia de un solo modelo. No es algo
nuevo. La nación ya vivió 27 años de larga dictadura con Juan Vicente Gómez, y
como en el pasado, hoy también surgen los favorecidos de la tiranía.
“Ramos Allup se dobló, pero ahora se le
ve arrodillado. Sometido de la forma más impúdica a un régimen con el que ha
decidido cohabitar. Una coyuntura criminal que el secretario de Acción
Democrática no pretende cambiar; en cambio, busca la manera de escalar hasta el
poder”, matizó Avendaño.
Poder, ese peligrosa verbo que ha
causado tantas desgracias, es lo que sin duda quiso alcanzar el adeco Ramos
Henry cuando en el imaginario colectivo venezolano se le llegó a pensar como
potencial candidato contra Maduro. Un adeco, que como en el pasado, estaba
demasiado ligado a vínculos familiares y personales con gente que ha
beneficiado del dinero sucio del chavismo.
Negocios sucios
Siendo jefe de la fracción
parlamentaria de su partido en la década pasada, se le acusó de conceder
suculentos contratos a las empresas de su suegro, Franco D’Agostino, sin que se
cumplieran las leyes de licitación. Ese hecho el chavismo no lo ha olvidado y
se lo saca en cara a Ramos Allup reprocha a Maduro por el saqueo a la nación.
Además, el nombre de su cuñado,
Francisco D’Agostino, está en medio de una compleja trama de corrupción que lo
vincula directamente con los pesos pesados de la “boliburguesía” bolivariana.
D’Agostino se encuentra entre los
propietarios de la empresa Derwick, una contratista sin experiencia que recibió
entre 2009 y 2012 millonarias asignaciones en dólares para obras eléctricas de
compañías estatales venezolanas. En uno de los casos, el grupo llegó a vender
maquinaria usada a sobreprecio como si se tratara de equipos nuevos.
El adeco se ha desvinculado del caso
exponiendo que no responde por las acciones de su cuñado, pero en un país donde
el régimen cerró el oxígeno económico de los partidos, nadie cree que Ramos
Allup no conociera en qué andaba el hermano de su esposa y de que forma
recibiría una tajada de esos negocios con dólares baratos.
También están los lazos del menor de
sus tres hijos, Reinaldo Ramos D’Agostino, quien figuró como socio de una
compañía estadounidense que operó negocios con Odebrecht, la constructora
brasileña envuelta en la trama de corrupción que financió a varios gobiernos
latinoamericanos, entre ellos el régimen de Chávez y Maduro.
Sus críticos también señalan los nexos
comerciales del emporio de su esposa, Diana D’Agostino, con proveedores entes
proveedores del chavismo, que otorgaron contratos para millonarios proyectos
cuyos dividendos, sin duda, fueron a parar a los bolsillos de quienes han
financiado dentro de la familia la causa adeca estos años.
El fraude electoral
El origen de la crisis institucional
que sufrió Venezuela a partir de 2005 tuvo su engendro en la nefasta decisión
de una dirigencia opositora de rechazar acudir a las elecciones del Parlamento
bajo el pretexto de que una supuesta “ilegitimidad de fondo” les permitiría
hundir al chavismo.
El “cerebro” de esta suicida estrategia
fue justamente Ramos Allup, quien se enfrentó a los adversarios al régimen y
animó empecinadamente a los opositores a no votar. Los analistas coinciden en
que ese error aún se paga con creces. El resultado fue una debacle para
Venezuela: el chavismo se hizo del control absoluto de la Asamblea Nacional y
creó poderes para que desde el Palacio de Miraflores “el comandante Chávez” gobernara
a sus anchas y sin control.
Después de aquel nefasto error, y
viendo como AD languidecía por su falta de visión y apoyo popular, Ramos Allup
decidió en 2008 sumar su partido –las voces críticas dentro de la oposición
prefieren llamarle “empresa familiar”—a la joven Mesa de la Unidad Democrática
(MUD), que nacía como coalición para enfrentar en masa al oficialismo en las
entonces venideras elecciones. En 2010, Ramos Allup logró una curul en la
Asamblea Nacional desde la cual a duras penas era escuchado.
William Brownfield, embajador de
Estados Unidos en Caracas, lo describió como “grosero, abrasivo, arrogante y
puntilloso”, en documentos de la misión diplomática revelados por WikiLeaks.
“El problema principal de Acción
Democrática tiene nombre: Henry Ramos Allup”, reprochó Brownfield quien fue
embajador en Venezuela durante el período 2004-2007.
“En lugar de buscar los votos de los
venezolanos, la principal estrategia política de Ramos Allup ha sido pedir
ayuda de la comunidad internacional”, criticó el diplomático, para quien era
muy molesta la búsqueda de favores y dinero del Gobierno estadounidense por
parte del dirigente.
Ese desprecio por quienes le
contradicen y que tanto ha caracterizado a Ramos Allup lo volvió un paria para
millones de venezolanos. Por ello pocos creyeron en él cuando se hizo del mando
del Parlamento. Su pasado y presente contribuyeron a dinamitar a la MUD. ¿La
razón? Le perturba –afirman sus críticos- no tener el control absoluto de las
decisiones y terminó haciéndole el juego al chavismo.
En julio pasado, Acción Democrática se
divorció de la MUD supuestamente debido “a la falta de acuerdos internos”. Eso
se tradujo en la decisión del partido de sumarse a las elecciones de
gobernadores cuando, la oposición en pleno lo había rechazado ante la falta
total de garantías de un proceso electoreal donde el árbitro estaba totalmente
controlado por el régimen.
Las fisuras de AD con otros partidos de
la unidad se acentuaron tras juramentar a sus gobernadores electos en los
comicios de octubre ante la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente, cuando
un pacto opositor indicaba que no debía ser así. El hecho fue considerado por
todos como una concesión a Maduro, pero, sobre todo, una muestra de los
acuerdos que Ramos Allup ha suscrito con el régimen.
Para muchos la inclinación de la
balanza a favor de la dictadura por parte del adeco refleja no solo una doble
moral política o abierto interés de poder, sino también es el fruto de los
secretos que el régimen domina para doblegar a quienes, como Ramos Allup, se ha
ufanado de ser un “zorro viejo”. Esas alianzas, a todas luces, han permitido la
permanencia del chavismo en el poder y la larga calamidad de Venezuela.
Una de sus mayores críticas, la
periodista venezolana Patricia Poleo, ha llamado a boicotear la continuidad de
Ramos en AD como una receta para aplastar las traiciones dentro de la oposición
y asegura que el tiempo del longevo adeco ya ha pasado.
“No entiendo la razón de los adecos en
no rebelarse contra Henry Ramos y darle un golpe de Estado interno. Ese señor,
no es porque esté viejo [tiene 76 años] o sea un anciano, no, es porque pasó
por la Asamblea Nacional y no cumplió. Tuvo su momento y defraudó al país y por
eso la gente no lo quiere”, expresó la periodista en un programa televisivo.
Voces dentro de la alta dirigencia
opositora acusaron tras bastidores que el adeco apoyó secretamente la
inhabilitación del gobernador del estado Miranda y notable figura del
antichavismo, Henrique Capriles Randonski, para sacarlo de la contienda presidencial
que se daría en 2018.
Al estar encarcelado Leopoldo López,
líder del Partido Voluntad Popular, y Capriles sin posibilidad de postularse,
Ramos Allup se posesionaba como potencial candidato de la oposición para
enfrentar a Maduro.
Consciente de su avanzada edad y el
oscuro pasado que lo convierte en una figura impopular entre los jóvenes, Ramos
Allup decidió que su plan de “ultima opción” no funcionó. El final de la
historia es conocido: Maduro fue reelecto por una maquinaria de fraude
electoral.
De “viejo” a “experimentado” y ahora a
“traidor”, el espacio de Ramos Allup en la política venezolano ha mutado. Su
imagen no es la de un estadista o paladín de la democracia, como lo fueron los
padres fundadores de Acción Democrática.
Los sondeos avalan ese hecho. Su
voluntad de imponerse a toda costa, le ha ganado el desprecio de un grueso del
país. Una reciente encuesta e la firma Meganálisis reveló que apenas 0,7% de la
población confía en este político para una futura del Gobierno.
Entre tantos males de casi 20 años de
chavismo, dos hechos son irrebatibles: Venezuela ha sufrido un gran saqueo del
tesoro nacional y figuras corruptas se han enriquecido mediante aliados y
favores en el Gobierno.
Hoy en día son muchos lo que están
manchados con el dinero sucio del chavismo. Los más duros críticos de Ramos
Allup subrayan que su pasado oscuro en la llamada IV República y ahora su pobre
papel de colaborador de la dictadura.
16 de septiembre de 2018 - 16:09
Ilustración: Aferrado a su ego, Henry Ramos Allup puede ser el perfecto reflejo del caudillo venezolano con piel de ciervo.
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