La situación interna del chavismo es
compleja. El triunfo de Maduro es débil y los propios chavistas tienen que ver
su futuro y el de sus familias
Habíamos escrito en este espacio
sobre los posibles escenarios electorales para Venezuela, las incertidumbres
críticas que los definían, así como sus predeterminados. Ocurrió en fecha, la
variable definitoria fue la participación y el escenario al que dimos mayor
probabilidad de ocurrencia se cumplió: Maduro retuvo el poder, empujado por una
fuerte abstención y por el control institucional del Estado, en medio de una
elección llena de vicios, miedo y ventajismo.
Aún sí, el resultado anunciado por el
CNE para Maduro es muy pobre en términos de la participación de su propia base
de soporte. Ni siquiera el chavismo, con toda su maquinaria, los recursos del
Estado y la presión social fue capaz de mover una cantidad de electores
chavistas similar a los eventos electorales previos. Se vanagloria de obtener
68% de los votos, en una elección que presenta la más alta tasa de abstención
de un evento presidencial en Venezuela y en el que obtiene menos de un tercio
de los votos potenciales del país. Esta elección adelantada no logró el
objetivo de legitimación que buscaba. Todo lo contrario, se multiplican y
refuerzan las denuncias de fraude y abuso de poder, se reunifica puntualmente
la oposición, al menos en el aspecto de desconocimiento electoral y de
legitimidad de origen, y la comunidad internacional reacciona en negativo, como
era de esperar, agudizando sanciones y restringiendo, incluso en el caso de
países de América Latina, las relaciones diplomáticas con Venezuela.
Las probabilidades de que el gobierno
logre salir de la crisis de legitimidad por medio de una negociación política
que distienda la situación interna son muy bajas y los escenarios que se
plantean para el futuro cercano son negativos. Más sanciones, más crisis
económica, más tensión interna e internacional y más represión del gobierno
para evitar los riesgos inherentes a un país en crisis. El discurso de Maduro
hacia el sector privado es amenazante, por lo que la posibilidad de un acuerdo
por esa vía, se ve limitada. Y las amenazas y la represión, tampoco servirán
-nunca han servido- para controlar el desborde cambiario y de precios, que hace
la situación económica del país insostenible. La hiperinflación, por otra
parte, hará lo que siempre ha hecho: incrementar sus costos exponencialmente y
obligar a cambiar el modelo, quieran o no.
Las sanciones internacionales
económicas, financieras y petroleras que se disparan contra la economía en
general, afectarán a todos los actores internos, no sólo al gobierno. Este
último probablemente intentará construir un nuevo mapa de relaciones económicas
internacionales, una estrategia clásica en países bajo sanciones. Aliados
económicos no convencionales, pagos por compensación de deudas (para evitar
transferencias), reorientación de clientes y proveedores, y primitivización de
la economía. Pero algo parece claro. La situación interna del chavismo es
compleja. El triunfo de Maduro es débil y los propios chavistas tienen que ver
su futuro y el de sus familias en riesgo severo frente a un mundo que los tiene
en la mira.
El riesgo de fractura sigue presente
y Maduro intenta controlarlo, por lo que la persecución interna en el chavismo
clásico y el sector militar continuará y se agudizará, generando quizás miedo,
pero también riesgos de implosión. Mientras tanto, la oposición sigue teniendo
el reto gigante de abandonar la retórica política y todo aquello que los
debilite y divida, y convertir su símbolo de ilegitimidad del gobierno en
acción para provocar los cambios antes de que se la coma la desesperanza y la
frustración, como ocurrió antes en países con gobiernos ilegítimos y
sancionados como Cuba, Corea, Zimbabue y Siria.
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