viernes, 1 de junio de 2018

Segundo Meléndez, testimonio de la tortura - Mario Valdez



“La tortura se inició con golpes muy fuertes en el abdomen, las costillas y un golpe muy contundente que me asestaban simultáneamente sobre los dos oídos con las manos abiertas, produciéndome un intenso dolor y tormento que me ocasionó en varias oportunidades la pérdida del conocimiento. Luego de los golpes me aplicaron corriente eléctrica en los dedos, la lengua y los testículos, y por último tomaron un reflector muy fuerte que desprendía un calor y me lo acercaban lentamente por todo el cuerpo desnudo y sentía como si me estuviese achicharrando, deshidratando y me provocaba una intensa sed: unos deseos insoportables de tomar agua, lo que aprovechaban los torturadores para burlarse, exhibiendo, mostrándome y tomando vasos de agua con hielo frente a mí”. 


Las sesiones de tortura siguieron por una semana, le repetían la misma dosis, y el hombre no hablaba, seguía imperturbable, mirándole la cara a sus chacales y eso los desquiciaba, era evidente que su cuerpo y su mente ya estaban preparados para todo. Lo tiraban al suelo en un calabozo solo, “la cara con moretones y hematomas, los dedos y partes de su cuerpo hinchados, la nariz y las orejas sangrantes y con intensos dolores en toda su humanidad”. Cuando lo sacaban al baño tomaba agua sucia desesperado pensando que sería la última vez. Comenta, que la primera vez que le dieron comida fue “una sardina y por maldad la cubrieron de sal y se negaron a darle agua”.

Así lo narra con mucha firmeza la barbarie a que fue sometido Segundo Meléndez en su libro “Siempre en la utopía”. El dirigente político es un hombre al que le ha tocado enfrentar momentos difíciles en la vida. En defensa de sus luchas e ideales ha sufrido la persecución y la cárcel, ha sido víctima de la violencia política, fue torturado hasta la saciedad por sus captores.

Cae preso Segundo Meléndez

A finales de 1967, el gobierno del presidente Raúl Leoni produce un duro cerco contra el movimiento guerrillero venezolano que se encontraba operando en las montañas de Falcón, Lara, Trujillo, Yaracuy, Portuguesa, Miranda y Sucre. Logrando aislarla y obliga a los rebeldes insurrectos a enconcharse, se guardan, hasta que logran burlar la cacería que les montó el ejército y la policía política. Logran superarla y los que se encuentran en las montañas de El Bachiller en el estado Miranda, comienzan a salir hacia el estado Sucre, El Tigre y Aragua de Barcelona. Entre ellos se encuentra Segundo Meléndez, quien comanda el grupo que rompe el cerco entre Puerto La Cruz y Cumana. Funciona la logística y un comando lo rescata cerca de las minas de Naricual y se lo llevan a una casa (concha) en Chuparín arriba en Puerto La Cruz, ahí pasa el 31 de diciembre.

Meléndez es detenido y hecho preso en la redoma de la avenida principal de Chuparín en Puerto La Cruz estado Anzoátegui, en el momento que sale de la casa de un camarada donde se encontraba haciendo un contacto, los esbirros que le tenían un seguimiento, ubicaron el vehículo en que se desplazaba y lo esperaron, cuando Segundo llegó y abrió la puerta del carro es sorprendido por dos policías que lo encañonan, le dicen “arrímate para allá”, lo empujan, le ponen unas esposas en las manos, uno de ellos maneja, el otro se monta en el puesto de atrás, lo llevan a la Digepol y continúan el viaje a Caracas, a entregar al hombre que se había convertido en un objetivo para la policía política.

A Segundo lo llevan vendado, amarrado y tirado en el piso del vehículo, comienzan los golpes y cachazos de pistola en la cabeza, hasta llegar al rio Araira ubicado entre la población del mismo nombre y Caucagua. En el rio le hacen un simulacro de muerte, le ponen la pistola sin balas en la cabeza y halan el gatillo, el hombre sintió que se le iba la vida. Continua la salvajada le hunden la cabeza en el rio y lo hacen tragar agua hasta casi ahogarlo, uno de ellos se percata que en la maleta del vehículo hay dos litros de aceite de motor, le abrieron la boca y le apretaron la nariz y le vaciaron el aceite y se lo tragó. Definitivamente ese hombre tiene un estomago de elefante. A Meléndez le hicieron todo tipo de propuestas para que colaborara con sus captores, le decían “tus camaradas cayeron están colaborando”, “Dinos donde están Carlos Betancourt ´comandante Gerónimo´ y Douglas Bravo”, “quédate trabajando con nosotros”, “te vas al extranjero”, ante todas las presiones y torturas el hombre se mantuvo firme, no se quebró. En Caracas, lo llevan al Palacio Blanco frente a Miraflores, lo encierran aislado en un tigrito una semana a pan y agua, a veces.

Mentalmente vences la tortura

Los hombres de convicción y principios se preparan mentalmente para soportar y sobreponerse a las torturas y eso fue lo que hizo Segundo Meléndez, borró todo de su mente y mantuvo ante las distintas sesiones de interrogatorios y torturas la misma versión que dio al momento de ser capturado. Me relata que además de las torturas físicas estaba la psicológica, “la soledad del calabozo era tormentosa, los torturadores no tenían horario, te sacaban a cualquier hora para el sadismo de la tortura”.

Trataron de quebrarle la moral pero no pudieron, se dieron cuenta que ya no hablaría, su cuerpo y su mente estaban preparados para lo peor. Le hicieron propuestas de dinero, viajes al exterior, trabajos, pero el hombre se mantenía irreductible. Todo indicaba que iban a asesinarlo a desaparecerlo como habían hecho con otros camaradas que aun hoy no sabe de ellos, son muchas las cosas que piensa un hombre en una situación como esa, estaba muy comprometido, prefería morir que hacerle un daño al movimiento revolucionario por el que luchaba. Me relata que sacaba fuerzas para vencer a los chacales, era necesario “preservar la dignidad personal y la lealtad a principios políticos y a valores éticos que van más allá de la circunstancia de un movimiento social o político cualquiera”. En esas condiciones el hombre estaba convencido que lo mejor era esperar la muerte.

La carta al comandante “Gerónimo”

Segundo Meléndez, entre amigos, comenta que hubiera preferido la carta de Gualberto Ibarreto o la carta a Linda de Daniel Santos, y no la del comandante “Gerónimo”, porque esa casi le cuesta la vida. El dirigente, al darse cuenta que estaba descubierto, decidió como estrategia reconocer su condición de mirista y de ex dirigente estudiantil porque eso lo sabía la policía. Entendió que gritar la bravura revolucionaria no lo iba a ayudar, les dijo que se había retirado de la política. Justificó su estadía en Puerto La Cruz porque estaba buscando trabajo en las petroleras para ejercer su profesión, es Técnico Petrolero. Al preguntarle por la carta dirigida al comandante Carlos Betancourt la negó de plano y negó conocer a ningún guerrillero ni dirigente político. Los esbirros sabían que Segundo estaba comprometido y que no iba a colaborar, no iba a convertirse en traidor, había soportado la fase de la tortura, deciden doblarle la dosis, comienza la tortura fuerte.

En Cachipo perdió el oído derecho

Después de una semana de torturas en el Palacio Blanco, lo llevan al campamento antiguerrillero de Cachipo en el estado Monagas, lo recibe el ejercito por orden del SIFA (Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas), vuelve la sesión de golpes y amenazas, había un sector de tortura donde pocos salían vivos conocido como “La carpa de la verdad”. Ese campo de exterminio de Cachipo era un viejo aeropuerto, un galpón grande con paredes de lámina de zinc, era un horno, había muchos presos. A Segundo lo tenían aislado, durante un mes casi a diario recibía su dosis de palos, corriente y simulacro, los verdugos llegaban en un Volkswagen, en el mismo que se lo trajeron de Caracas, dice “que después de haber salido en libertad y durante mucho tiempo vivió aterrado cuando escuchaba el ruido de esos motores”. Es lógico se imaginaba lo peor. Estaba aislado lo sacaban a las letrinas cuando no había nadie.

Segundo Meléndez desde que llegó al campo de tortura pidió un médico, este llegó un mes después y al examinarlo le dijo: “Usted esta sordo, perdió el oído derecho”. Al día siguiente lo visitó un fiscal del ministerio público, el diputado José Vicente Rangel había denunciado su desaparición, es trasladado al Tribunal Militar le siguen juicio militar y es enviado a la cárcel de La Pica en Maturín. Haber llegado a ese centro plenipotenciario, aunque era peligroso, para él era el paraíso. A mediados del año 1968, sale en libertad plena con un sobreseimiento de la causa, su abogado fue el monaguense López Tablero. Regresa a Caracas.

Un campesino ha hecho historia

El 5 de junio de 1937, en una tierra árida, de sol reverberante, poblada de cujíes, cocuy, tunas y cardones con quebradas y caídas de agua, donde los ranchos eran de techo de paja y pisos de tierra, en el seno de una familia humilde nació Segundo Meléndez Castillo, sus padres fueron Natividad Meléndez y Agustina Castillo de Meléndez. Con el correr de los años, recuerda el grato ambiente con el trinar de los pájaros, a sus hermanos y sus amigos persiguiendo las mariposas, mientras los hombres preparaban sus instrumentos de labranzas para irse a los conucos, en ese sector conocido como El Chorrerón, hoy Municipio Urdaneta del estado Lara, no había escuela, casi todos los habitantes eran analfabetas.

Ahí pasó los primeros años de su vida. La casa familiar estaba ubicada en la orilla de la quebrada, funcionaba como posada para los arrieros que venían de los pueblos de Churuguara y Mapararí, en el estado Falcón, transportaban café, caraotas, maíz, etc. La posada era una parada obligada, quedaba en un alto y era conocida como “La Mata”. Para ir de su casa a Siquisique se tardaban un día en burro. Segundo recuerda la casa con el amplio corral, el caney techado de paja donde guindaban sus chinchorros para los viajeros descansar, mientras que los burros y caballos iban a los potreros.

Sus padres sabían leer y escribir, estaban más informados dentro de la precariedad. Además del conuco y los chivos su padre tenía un rebaño de reses y un arreo de burros, esto le permitía el contrabando de cocuy, que los producía en alambiques clandestinos. Su señora madre era costurera, les cosía a los vecinos y a la familia, logrando unos ingresos para el hogar.

Ha vivido para su familia y la política

El año 1947, a la edad de 10 años, influenciado por su maestro Miguel, que era adeco, lo llevó a un mitin campesino en el caserío Topeyes, en plena montaña a medio de camino en burro de su casa, participó en un acto de Acción Democrática apoyando la candidatura de Rómulo Gallegos, se aprendió de memoria las palabras que su maestro le había escrito.

El año 1973, en la III Conferencia Nacional del MIR, conoció a Elda, se casaron, tienen dos hijos Mónica y Carlos Ernesto. Elda ha sido su mujer y la compañera para toda la vida. Al hablar de su familia dice: “La formación de una familia bien estructurada es un hecho de singular importancia en la vida de un hombre y junto a Elda creo haber alcanzado ese objetivo y creado las bases para que nuestros descendientes, hijos y las generaciones sucesivas se enfrenten a la vida guiados por los sentimientos de justicia y libertad que nosotros hemos defendido y a los cuales hemos dedicado desvelos, esfuerzos y trabajo constante y por los cuales a ellos mismos, a nuestros hijos, hemos sometidos a limitaciones y sacrificios que quizás no han comprendido plenamente”.

Segundo Meléndez es fundador del MIR, fue diputado, ha pasado por todas las etapas de la política. En marzo de 2018, fue ratificado por aclamación como Presidente del Partido en la Convención Nacional del MAS. Ha participado en congresos y conferencias en muchos países.

La política caraqueña

El año 1954, el joven Segundo llega a Caracas cargado de sueños y esperanzas, en Las Mercedes del Guárico había escuchado sobre la existencia de la Escuela Técnica Industrial de Los Chaguaramos en Caracas donde podía obtener una beca de estudio y internado con dormitorio, ese día dijo me voy y lo lograré. Ya en la gran ciudad, hizo lo que hacen los que nos hemos venido del interior del país, buscar a la gente conocida de su pueblo, él fue recibido en la casa de la familia Granda Viloria. Unos meses después logra la ansiada beca, el mundo le cambia, convive en el internado estudiantil con jóvenes de distintas regiones del país, allí “conoció a Venezuela sin haber viajado”. Recuerda los amigos de esa época: Chelique Sarabia, Ángel Sucre, Miguel Gazzaneo, otros. Con ellos iba al cine, al teatro y los bares de Chaguaramos donde iban los estudiantes universitarios.

Noticiero Digital, 28 mayo, 2018

marioevaldez@gmail.com
@marioevaldez

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