Luego
de las elecciones del domingo 20, el país vive una situación de absoluta
incertidumbre. Ni el gobierno, ni la dirección opositora tienen claro el camino
que deberían tomar. Todas son conjeturas, generalidades, promesas sin
fundamento. La rosa de los vientos de esa
carta náutica, ese símbolo en forma de círculo que
tiene marcados alrededor los rumbos en que se divide la circunferencia del horizonte se
ha desdibujado, ha perdido su configuración, la cual tiende a agravarse con la
hipercrisis que nos galopa por dentro, y cuyos estallidos comienzan a tronar a
las puertas de la república. Esas son las que tenemos.
Como
decía Isaiah Berlín, politólogo e historiador de las ideas; considerado como
uno de los principales pensadores liberales
del siglo XX,
esta “historia no tiene libreto”, pues no se trata de una ideología, ni de un
proyecto de cambio, que al comienzo fue populista y estaba encarnado en un
líder carismático (Chávez) que prometía instaurar el bien común, sino más bien,
-a su muerte-, en un degenerado credo fatuo con objetivo político definido:
mantenerse en el poder a como dé lugar; que ha hecho muy difícil el tránsito a una
democracia liberal.
Quizá lo
que más se le acerca como libreto fue el del 14 de abril de 2002 cuando Chávez
regresó al poder después de haber sido destituido por tan solo 48 horas, y con
un crucifijo en sus manos e invocando a “Dios nuestro señor” hizo un llamado a
la paz, a la racionalidad, al entendimiento y a la calma, pidiéndole a Cristo
que lo dicho no fuera palabra que se llevara el viento. Un año después de su
llamado a la “reconciliación nacional” el cuadro fue patético y desolador. La
única promesa cumplida fue la de demoler los cimientos de lo que él llamó “la
IV República”; eliminó la autonomía e independencia de los poderes públicos;
realizó una “purga” en las Fuerzas Armadas; cerró el mercado cambiario; logró
la inflación más alta de todo el continente, y “acható” a Petróleos de
Venezuela, cesanteando a su tren gerencial y a más de la mitad de los
trabajadores. Entre otras muchas cosas que nos recuerdan de que tierras
vinieron estos lodos.
Nada
distinto ha hecho Maduro en su juramentó este jueves como presidente
"reelecto” ante la ANC, a pesar de que la Constitución establece que la
toma de posesión se debe realizar el 10 de enero del primer año de su mandato,
donde habló frioleras sobre la economía, el diálogo y la pacificación nacional,
la lucha contra la corrupción, la protección social, la defensa de Venezuela
ante conspiraciones, y el socialismo como sus seis líneas de acción. Mientras
se ajustaba más a su cuerpo la banda presidencial.
¿Y la
dirección opositora? Sin poder ser una vanguardia, solo pendiente de sus
intereses grupales y personales; sin oídos para escuchar el grito de las calles;
sin capacidad para poder interpretar el significado de la pérdida insondable de
la calidad de vida que ha vuelto al país en un calvario; ni interpretar las elevadas
cifras de abstención que hablan por sí solas del rechazo que enviaron los
votantes a una partidocracia que se regodea dentro de sí misma y negocia con
las expectativas de las gentes. Con una economía aislada, sin salidas, que
anuncia conflictos silvestres en todo el territorio nacional.
El
lugar común ve la tabla de salvación en la unidad, ¿abstracta? una ficción, que
para ser concretada requiere de sabiduría y humildad, como hicieron los polacos
o los chilenos.
Veremos
que agua correrá bajo estos puentes de hoy. -
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