El desastre
chaveco-madurista es una variante de los perversos bonapartismos represivos del
siglo XX. El Bonapartismo representa una categoría política empleada por Marx a
raíz del papel desempeñado por Napoleón I y su sobrino Luis Bonaparte
(1848-1851), la cual describió magistralmente en “El 18 Brumario de Luís
Bonaparte” (Marx, 1852). El bonapartismo representa proyectos militaristas de
tipo mesiánico-autoritario que usurpan la representatividad del pueblo. Como
modelo político no conduce a la conformación de un nuevo bloque de poder, sino
a la sustitución de los "viejos", por nuevos "actores", en
el marco del proyecto hegemónico dominante.
El bonapartismo
chaveco-madurista remonta sus orígenes a la convocatoria de la Asamblea
Nacional Constituyente (1999) y al surgimiento de una nueva Constitución
totalmente impregnada del espíritu bonapartista. No se trató de problemas en
párrafos o artículos aislados, sino de la impronta facho-bonapartista que quedó
impresa en el texto constitucional. El tte coronel y su logia militar se
encargaron de rediseñar una nueva arquitectura institucional hecha a su medida
a fin de perpetuarse en el poder. Un proyecto funesto cuyas prioridades no han
sido otras más que cultivar el culto a la personalidad a la figura del tte
coronel -en vida y después de su muerte-, propiciar el enriquecimiento de una
neo-burguesía paraestatal corrupta y explotadora, promover la entrega de
nuestras riquezas al capital transnacional, impulsar la militarización del
Estado, e institucionalizar la tortura y el funcionamiento de bandas
paramilitares con licencia para matar. Todo ello con el objetivo estratégico de
perpetuarse en el poder.
La base social del
bonapartismo chaveco-madurista ha sido el lumpen proletario, así como algunos
sectores sindicales y populares que fueron aglutinados en torno al proyecto
gracias a la intervención política-policial de las principales organizaciones
sindicales y sociales. El bonapartismo chaveco-madurista utilizó y aprovechó en
todo su esplendor la bonanza petrolera no para derrotar la pobreza, como
falazmente afirmó, sino para establecer un rígido control social a través de
las misiones, programas sociales destinados a perpetuar la miseria y ejercer el
control electoral de los beneficiarios.
Pero el bonapartismo del
siglo XXI -al margen de su falaz discurso- ha continuado las políticas
neoliberales y reaccionarias del proyecto dominante: impuestos regresivos,
desnacionalización de la industria mediante la creación de las empresas mixtas,
pago de la deuda externa, endeudamiento interno-externo, creación de las zonas
económicas especiales, entrega de nuestros recursos no renovables (plataformas
gasíferas, pozos petroleros, arco minero del Orinoco) a empresas
transnacionales, así como una salvaje precarización laboral.
La decadencia del
chavo-madurismo ha conducido a la pérdida del apoyo popular que disfrutó en el
pasado. Hoy el régimen muestra cínicamente su rostro de Estado dictatorial y
con la complicidad del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y la alcahuetería de
las bayonetas fascistas se apresta a profundizar su agenda tiránica. El
chavo-madurismo amenaza con desconocer el derecho de los venezolanos a revocar
al iletrado Maduro, e intimida con decretar la muerte a la Asamblea Nacional.
El régimen le teme a la magnitud de la derrota que sufrirá ante un posible
referéndum revocatorio, por ello trata de evitarlo a toda costa, aunque
implique violentar la Carta Magna, así como la voluntad de la mayoría de los
venezolanos. Estamos ante la presencia de un régimen dictatorial que sobrevive
a la crisis económica-política y social apoyándose en un mafioso TSJ, una
corrupta policía, una narcocomplaciente Fuerza Armada Nacional y sus hamponiles
bandas paramilitares.
Enfrentamos a un
proyecto que concentra y controla todos los poderes del Estado (exceptuando el
Legislativo), en especial el poder electoral y sus 4 manumisas. Un régimen que
arbitra, regula y tutela mediante las armas los conflictos sociales, que
utiliza la justicia penal como instrumento de retaliación a sus adversarios
políticos, y que violenta sistemáticamente los derechos humanos.
El bonapartismo
delirante chaveco-madurista constituye el dominio de la bota militar sobre
la libertad, soberanía y dignidad de los venezolanos. En esencia representa una
dictadura policiaco-militar que en nombre de una bastarda revolución destruye
al país y oprime a los venezolanos.
José R. López Padrino M.D. Ph.D.
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