martes, 25 de octubre de 2016

El 18 de octubre de 1945: Restauración de la Soberanía Popular (legado y Perspectiva) - Ramón Rivas Aguilar


A Rigoberto Henríquez Vera
Uno de sus protagonistas

El ciclo andino (1899-1935), bajo el liderazgo militar de Castro y Gómez, erradicó el caudillismo, los viejos partidos históricos regionales mediante  la creación  de un Estado moderno. Lo que  Garantizó el orden y  la seguridad para la tranquilidad de  un tejido social de origen nacional e internacional. Hasta ese entonces (1830-1899), se percibía la atomización de grupos humanos bajo el mandato de un caudillo. En ese contexto político, era difícil promover un proceso de modernización. Por supuesto, hubo intentos significativos para poner a nuestra provincia en sintonía con las circunstancias históricas.


Sin embargo, esos esfuerzos desaparecieron con el tiempo como resultado de los conflictos intercaudillezcos e interregionales. Pues bien, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez (1899-1935) se le  considera  los padres que echaron los cimientos institucionales de una maquinaria estatal para alcanzar la pacificación del territorio nacional. Era la paz  lo más deseado por los venezolanos. Lo que significó el nacimiento de la Venezuela Moderna- clave para comprender en su justa dimensión histórica  nuestro destino vital en la era contemporánea.

 En ese orden de ideas, fue fundamental  un clima intelectual que dio origen a una filosofía política de contenido bolivariano que legitimó la figura del hombre único. Persuadir a hombres  y mujeres de este país, con ideas, símbolos y representaciones de que el General Gómez era la encarnación de la paz. Con la muerte de Juan Vicente Gómez, Venezuela entró en una nueva etapa histórica (1935-1945) en la que dos militares, hijos del gomecismo, Eleazar López Conteras e Isaías Medina Angarita, asumieron la responsabilidad política de orientar el Estado y la sociedad hacia el desarrollo de una economía capitalista bajo la tutela del intervencionismo y del continuismo. 

Estos dos militares, de raigambre gomecistas,  no creían en la democracia. Tenían  una visión de Estado y de sociedad bajo los ideales del cesarismo. Se consideraban  los herederos de los próceres de la independencia. Por lo tanto, el poder era paras unas minorías con el sello del libertador. Las multitudes, analfabetas  y primitivas, no tenían el espíritu genuino del civilismo como para disfrutar de los valores de democracia. Ante este enfoque político,  emergió una generación (1928) que cuestionó el poder absolutista de unos gobernantes y se  planteó la necesidad  de  recuperar para el país la soberanía popular como plataforma fundamental para la implantación de la democracia.

El 18 de octubre de 1945 representó el inició y el fin de un ciclo autoritario  y  el rescate de la soberanía popular  para que los venezolanos  escogieran libremente a sus gobernantes a través del voto. Así, la nación  reivindicó su ser republicano que había sido arrebatado por caudillos y oligarcas, desde 1811. Ese hecho histórico, de tanta trascendencia para el futuro de Venezuela,   es lo que    le da sentido y significado  político al  18 de octubre de 1945. Deja como conciencia histórica a las nuevas generaciones una cultura civilista que liquidó el gendarme necesario y la utopía en la década de los sesenta. Cultura civilista que ha impedido  que la provincia de Venezuela   se embriague  con las aguas del mar de la felicidad. 

No obstante,  la frivolidad de las elites políticas  y empresariales contribuyó al deterioro de las instituciones democráticas y, como consecuencia, hacia  la  muerte lenta de República y casi su  destrucción total en el marco de un  gobierno revolucionario y bolivariano con  el afán de instaurar un estado comunal. La República que nació como  respuesta histórica al vasto imperio español (1810-1811), que desvió su camino a lo largo del siglo xix y parte del siglo pasado, que devolvió su pasión libertaria con el 18 de  octubre de 1945 y que se fortaleció y consolidó  en la era democrática; hoy como diría Julio César:      

“¿La República  -es decir, el estado con su constitución legítima- ¡la República no es ya más que una palabra!” (Ortega, 1980, p. 198).  



¿Qué hacer?  Se requiere la presencia de una clase política que promueva  una reforma intelectual  para demoler el viejo estado  y    construir uno  nuevo  en sintonía con  las tendencias históricas  que se están gestando en la global. Un Estado y  una nación en perspectiva liberal y en concordancia  con una economía de libre mercado. Un estado  que trascienda significativamente el modelo político y económico de origen rentista, estatista, intervencionista, bolivariano y revolucionario. La  conciencia histórica  que salve en el tránsito histórico lo mejor del pasado  desde  el presente y proyectarse  hacia   el porvenir. De  lo contrario, la vorágine nos devorará.  

Traigo a colación un bello pasaje de Ortega y Gasset sobre su célebre biografía Mirabeau o el político, en el que describe magistralmente  la diferencia entre un político y un revolucionario:

La política de Mirabeau, como toda auténtica política, postula la unidad de los contrarios. Hace falta, a la vez, un impulso y un freno, una fuerza de aceleración, de cambio social,  y una fuerza de contención que impida la vertiginosidad. Es preciso, en lo posible acomodar todas estas cosas a  la revolución y salvar la subitaneidad del tránsito. Admirable expresión que condensa todo el método político y diferencia a este de la magia. El revolucionario es lo inverso a un político: porque al actuar, obtiene lo contrario de lo que se propone. Toda revolución, sea ella roja, sea ella blanca, provoca una contra revolución. El político es el que anticipa a este resultado, y hace la vez, por si mismo, la revolución y la contra revolución (Ortega y Gasset, 1927, p. 48).   



Es el desafío para una clase política  que asuma  con responsabilidad política la  de reconciliar a los venezolanos  en aras de una nación que mira hacia el futuro sin odio y resentimientos. Por tanto, El  18 de Octubre nos legó su fervor republicano, civilista, libertario y la importancia  del  poder creativo e innovador, derivado  del capital humano, como fuente de riqueza material y cultural. Como memoria histórica incorporemos esos elementos en una  perspectiva política en que la patria se mueva  hacia una dinámica republicana, libertaria, liberal, federal, de libre mercado en el ámbito con un nuevo paradigma energético que se asoma en el horizonte (el ciclo del oro negro tiene sus días contados).

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