El actual
sistema político y económico parece obedecer a la lógica de las bacterias
dentro de una “placa de Petri”. Esta es un recipiente achatado de vidrio con
nutrientes para bacterias. Algunas especies cuando presienten que los
nutrientes se van a acabar, se multiplican enormemente y después mueren.
Algo parecido, a mi modo de ver, está ocurriendo con el sistema del
capital. Se está dando cuenta de que, debido a los límites infranqueables de
los recursos naturales y de haber sobrepasado la huella ecológica de la Tierra,
pues ya ahora necesitamos un poco más de un planeta y medio (1,6) para atender
las demandas humanas, no tendrá en el futuro condiciones de reproducirse. Y no
hay otra alternativa, como advirtió el Papa en su encíclica Laudato Si, que cambiar de modo de producción y de
consumo y cuidar de la Casa Común, la Tierra.
¿Cuál ha sido la reacción de los capitales productivos y especulativos
ante este escenario? A semejanza de las bacterias de la “placa de Petri”
multiplican exponencialmente las formas de lucro, acumulando cada vez más y
concentrándose de manera espantosa. Según los datos publicados por el
economista L. Dowbor en su sitio (dowbor.org de
15/12/2015: La red del poder corporativo mundial),
«solamente 737 actores principales (top-holders)
controlan el 80% del valor de todas las empresas transnacionales».
El poder
económico, político e ideológico que se esconde detrás de estos datos es
enorme. Adorador del ídolo-dinero, este sistema se vuelve, como decía el Papa
en el avión de regreso de Polonia, «un verdadero terrorismo contra la
humanidad».
¿No será que
el sistema, inconscientemente, presiente, como las mencionadas bacterias, que
puede desaparecer si no cambia? ¿E intenta cambiar?
No piensen los lectores/as que esta situación no afecta a la séptima
economía mundial, Brasil. Es propio de la «estupidez de la inteligencia
brasilera», al decir de Jessé Souza, no incluir este dato geopolítico en los
debates sobre el impeachment y sobre la
economía nacional, como por ejemplo se viene haciendo desde hace años en el
programa Panel de la Globonews. Ahí domina soberanamente el neoliberalismo. La
ecología y los movimientos sociales no existen para ese programa.
El problema
real es este: con el PT, Lula y Dilma, el sistema mundial no consigue encuadrar
a Brasil en la lógica concentradora del capital globalizado. El pueblo y los
pobres, se dice, ganan demasiado en perjuicio del mercado y de las grandes
corporaciones nacionales articuladas con las transnacionales. Por eso hay que
dar un golpe a la democracia, de la manera que sea, para liberar así el camino
a la acumulación de los adinerados. Las políticas del vice-presidente Temer se
orientan hacia el completo desmonte de las políticas sociales del gobierno
Lula-Dilma. El Ministerio de Desarrollo Agrario ha desaparecido. La Secretaría
de Economía Solidaria es un departamento dirigido por un policía.
Pero donde
hay poder, surge también un anti-poder. Por todas partes en el mundo se están
reforzando las resistencias al capitalismo insostenible que no consigue
resultar bien ni siquiera en los países centrales.
En este
contexto, como antídoto, entra la agroecología, la producción orgánica y surgen
cooperativas agrícolas sin pesticidas ni transgénicos.
Entre el 27
y 30 de julio de 2016 se celebraron en Lapa-Paraná las 15ª Jornadas de
Agroecología, con más de tres mil participantes de diferentes regiones de
Brasil y de siete países más. El tema central era la preservación de las
semillas criollas, creando bancos y casas de semillas contra el asalto de las
grandes corporaciones, como Monsanto y Syngenta, entre otras. Estas buscan
volver estériles las nativas para obligar a los campesinos a comprar sus
semillas genéticamente modificadas, que no se pueden volver a plantar.
Sabemos que
las semillas son un bien común de la humanidad y no pueden ser apropiadas por
grupos privados. El acceso a las semillas establece un derecho humano básico,
herido por las pocas transnacionales que controlan prácticamente todas las
semillas. Para que la vida se siga reproduciendo es fundamental defender la riqueza
ecológica, patrimonial y cultural de las semillas. Curiosamente Cuba ocupa el
primer lugar en el mundo en agroecología y en la creación de cooperativas en
todas las esferas. Es la forma por la cual el socialismo evita ser absorbido
por el capitalismo individualista y concentrador.
Era
conmovedor asistir en la “mística” final de la Jornada, al intercambio de
semillas y de pequeñas plantas entre todos los presentes. Había muchos niños,
jóvenes, indígenas, hombres y mujeres que luchan por la vida sana para todos,
contra un sistema anti-vida. Ellos son portadores de la esperanza de que el
mundo puede ser sano y mejor.
Por Leonardo BOFF
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