Solo después de la anexión de Crimea en 2014, la OTAN rompió la cooperación con Rusia. Hasta entonces, los propios ucranianos estaban en gran medida en contra de la pertenencia a la alianza atlántica. Presentar a la OTAN como una amenaza para la seguridad de Rusia es una forma de hacer propaganda del Kremlin.
Presentando
a Ucrania como una amenaza funesta para el Estado ruso, reconoció la
independencia de dos territorios ucranianos, las autoproclamadas “repúblicas
populares” de Donetsk y Luhansk, ocupadas de facto por Rusia desde 2014. Lo
ocurrido el 22 fue una flagrante violación de la soberanía territorial de
Ucrania, de todos los acuerdos internacionales y del derecho internacional.
La
posibilidad de un conflicto con Rusia ha sido una realidad cotidiana para la
mayoría de los ucranianos desde que el levantamiento del Euromaidán de 2013-14
logró derrocar al gobierno prorruso de Víktor Yanukóvich.
Desde
entonces, Rusia ha invadido y ocupado la región ucraniana de Donbás, en el
este, y también se ha anexionado la península de Crimea, en el sur. Miles de
ucranianos han muerto. Millones de personas han sido reubicadas como
“desplazados internos”.
Anticipando
más problemas, el Ministerio de Cultura y Política de Información de Ucrania
publicó el año pasado el folleto En caso de emergencia o guerra, un documento
de catorce páginas ilustrado y a todo color que actualmente circula entre los
residentes del país. El folleto ofrece consejos básicos para la supervivencia:
cómo protegerse de la desinformación; dónde esconderse en su edificio en caso
de un ataque de misiles rusos; y cómo hacer un kit de supervivencia. Sobre
todo, insta a los ucranianos a mantener la calma y no entrar en pánico.
Los
ucranianos hemos aprendido que, cuando vives junto a un vecino abusivo y
trastornado, la única manera de protegerse es no hacerte ilusiones, ver al
matón por lo que es, y estar preparado para resistir y luchar. Una encuesta
reciente muestra que un tercio de los ucranianos está dispuesto a oponer
resistencia armada y un 21,7% más está dispuesto a resistir por otros medios.
Estos
fragmentos de sabiduría convencional deberían aplicarse no solo a los
ucranianos, sino también a nuestros socios occidentales, que actualmente se
debaten en la delgada línea que separa el hacer frente a la amenaza de la
violencia del desencadenamiento de aún más violencia. Tratar con un adversario
inestable con un poderoso ejército y armas nucleares es extremadamente
delicado. Requiere finura diplomática, preparación militar y cautela.
PERCEPCIONES
ERRÓNEAS DE LA CRISIS
Los
“realistas”, como Stephen Walt, sugieren que si no hubiera sido por el afán de
Estados Unidos de ampliar sus garantías de seguridad a la “esfera de influencia
tradicional de Rusia” no habría ningún conflicto en estos momentos.
Compartiendo esa impresión, Thomas Graham y Rajan Menon proponen un compromiso,
por el que Occidente y Rusia acordarían un periodo de moratoria en la expansión
de la OTAN. En otro lugar, Graham propone incluso validar la “dura verdad” de
que Crimea es ahora parte de Rusia.
Esto,
sin embargo, es una malinterpretación: la crisis actual no es sobre la OTAN. La
crisis actual sucede porque Ucrania se ha convertido en el desafortunado rehén
de un autócrata paranoico.
Pero
la ocupación de Ucrania no debe verse como un asunto local, ni el país como un
sacrificio estratégico para apaciguar los temores de Putin sobre la seguridad
nacional rusa. Por el contrario, debería verse como una advertencia de hasta
dónde puede llegar su poderío, si no se le frena adecuadamente.
Después
de todo, hemos visto a Rusia sembrar el caos y desestabilizar democracias en
todo el mundo. Sólo el año pasado, Rusia lanzó 23.000 ciberataques contra más
de 600 organizaciones, incluidas agencias gubernamentales y grupos de
reflexión. Hace cinco años, Rusia intentó influir en el resultado de las
elecciones estadounidenses robando y publicando los correos electrónicos del
Comité Nacional Demócrata.
Desde
entonces, Rusia ha desempeñado un gran papel en la instigación de conflictos,
la polarización de la sociedad estadounidense a través de sus granjas de trolls
y la intromisión en las primarias y las elecciones de 2020. También en Europa
las organizaciones de inteligencia rusas fueron sorprendidas interfiriendo en
las elecciones francesas y alemanas de 2017, instigando movimientos
separatistas, patrocinando partidos, activistas y medios de comunicación de
extrema derecha. También se sospecha que Rusia intentó influir en el referéndum
de independencia de Escocia de 2014 y, de forma más notoria, en el referéndum
sobre el Brexit.
Si
esto no es suficiente, pensemos en la la ocupación rusa de partes de Georgia
-Osetia del Sur y Abjasia en 2008- y del territorio moldavo de Transnistria en
1992.
Si
Putin no sufre considerablemente las consecuencias de su invasión de Ucrania,
no hay nada que le impida invadir los países bálticos y librar una guerra
cibernética contra las democracias a las que no puede llegar simplemente por
razones geográficas. La aceptación de la anexión de Crimea por parte de Putin
no ha calmado sus ansias de Occidente. Satisfacer sus demandas sobre la OTAN
–parece que se ha dado cuenta la administración Biden– lo envalentonará, no lo
apaciguará.
Es
hora de que los líderes de Estados Unidos y la UE comprendan lo que los
ucranianos ya han aprendido dolorosamente: que Putin es un matón y debe ser
tratado como tal. Los matones responden a la fuerza. Esto significa no creerse
su paranoia sobre la OTAN.
Ratificar
tal percepción errónea de las amenazas reales en esta región normaliza a Putin
como un actor estratégico, un maestro de la realpolitik, un líder que
simplemente defiende sus intereses nacionales. Desplaza la responsabilidad de
Rusia a Occidente y, en el contexto actual, sirve para alimentar las ambiciones
imperialistas de Putin.
¿CÓMO
DE REAL ES LA AMENAZA DE LA OTAN?
Rusia
lleva mucho tiempo construyendo el relato de que la OTAN amenaza su seguridad
nacional, a pesar de que la OTAN y Rusia disfrutaron en su día de un periodo de
cooperación productiva. En el Memorando de Budapest de 1994 sobre garantías de
seguridad, Ucrania renunció a su arsenal nuclear a cambio de garantías de
seguridad por parte de Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido. En 1994 Rusia se
convirtió en el primer país en incorporarse a la Asociación para la Paz de la
OTAN, cuyos objetivos eran ampliar e intensificar “la cooperación política y
militar en Europa, aumentando la estabilidad, disminuyendo las amenazas a la
paz y construyendo relaciones de seguridad reforzadas”.
En
1997, el Presidente Boris Yeltsin firmó un Acta Fundacional OTAN-Rusia, que establecía
los objetivos de cooperación para construir juntos “una paz duradera e
inclusiva en el área euroatlántica sobre los principios de la democracia y la
seguridad cooperativa” en áreas de mantenimiento de la paz, control de
armamentos y lucha contra el terrorismo, entre otras. Rusia estableció su
misión diplomática ante la OTAN en 1998, y la Alianza abrió su Oficina de
Información en Moscú para facilitar la comunicación. De hecho, a finales de los
noventa, dentro del programa de la Asociación para la Paz, Rusia desplegó
fuerzas de mantenimiento de la paz en apoyo de las operaciones dirigidas por la
OTAN en los Balcanes Occidentales. Mientras Rusia parecía estar inmersa en un
proceso de democratización, en Occidente la veían como uno de los garantes de la
paz en el continente.
Al
principio, las relaciones con Occidente siguieron siendo cordiales bajo el
mandato de Putin. En 2002, Rusia firmó una declaración con la OTAN titulada
“Relaciones OTAN-Rusia: Una nueva calidad”, que establecía un órgano de consenso
para cooperar en operaciones como los conflictos en Afganistán y el
entrenamiento en la lucha antinarcóticos en Asia Central y Pakistán. Ese mismo
año el Consejo Conjunto Permanente OTAN-Rusia –que había sustituido a la
Asociación para la Paz en 1997– fue sustituido por el Consejo OTAN-Rusia para
proporcionar otro espacio de consulta sobre cuestiones de seguridad y
cooperación práctica.
Todo
empezó a cambiar después de que Rusia invadiera Georgia en 2008. Sin embargo,
ya entonces la OTAN estaba abierta a cooperar con Rusia en las áreas de
operaciones conjuntas contra la piratería y en Afganistán. Solo después de la
invasión rusa de Ucrania y la anexión de Crimea en 2014 la OTAN suspendió toda
cooperación cívica y militar con Rusia.
Hasta
entonces, la OTAN había seguido un camino similar en sus relaciones tanto con
Rusia como con Ucrania. La OTAN invitó a Ucrania a unirse al programa de la
Asociación para la Paz en 1994 y estableció la Comisión OTAN-Ucrania en 1997.
Aunque la OTAN señaló su política de puertas abiertas a las aspiraciones
euroatlánticas de Ucrania durante la Cumbre de Bucarest de 2008, todo el mundo
tenía claro que pasarían años, si no décadas, antes de que Ucrania estuviera
preparada para solicitar su ingreso en la OTAN.
Los
propios ucranianos se mostraban profundamente ambivalentes ante la perspectiva
de entrar en la OTAN: en 2013, solo el 18% estaba a favor de la adhesión, y el
67% en contra. Solo después de que Rusia invadiera Ucrania en 2014, la mayoría
de la población -el 64%- cambió de opinión.
El
hecho de que Putin considere a la OTAN como una “amenaza para la seguridad” de
Rusia es propaganda y no una evaluación realista de la situación geopolítica.
Ni la retórica ni las acciones de la OTAN han dado a Rusia ninguna razón para
temer sus posibles excursiones militares. Por el contrario, Rusia ha invadido
Ucrania -así como otros países- y es actualmente el único Estado que representa
una amenaza importante para los Estados de la UE.
LAS
SANCIONES NO SON SUFICIENTES
Las
sanciones económicas son necesarias y oportunas, pero solo si las aplican todos
los Estados occidentales juntos. La UE está planeando sanciones contra los
diputados rusos que votaron a favor del reconocimiento de los territorios
ocupados. El canciller alemán ha anunciado la suspensión del gasoducto Nord
Stream 2. El Reino Unido ha declarado sanciones económicas contra cinco grandes
bancos rusos y destacados oligarcas. Estados Unidos está deliberando sobre la
próxima serie de sanciones tras adoptar una versión más suave dirigida a las
empresas de los territorios ocupados.
Sin
embargo, como hemos visto, las sanciones por sí solas son insuficientes para
disuadir a Putin. Es necesario emprender una importante acción colectiva para
frenar los ciberataques y la desinformación de Rusia. Rusia debe ser expulsada
de todas las organizaciones internacionales, que utiliza como plataforma para
llevar a cabo su agenda imperialista, como mínimo del Consejo de Seguridad de
la ONU, donde ocupa una presidencia rotativa.
Mientras
tanto, las encuestas que muestran la disposición de los ucranianos a resistir
la invasión desmienten la convicción de Putin de que rusos y ucranianos son el
mismo pueblo. Los vídeos de ciudadanos ucranianos de a pie con rifles de madera
sugieren que el ejército ruso se enfrentará a una resistencia popular.
Mientras
los ucranianos actúan como escudo contra la agresión rusa, Occidente, por su
parte, debe seguir proyectando poderío militar, unidad y apoyo. Ya se han dado
algunos pasos: Dinamarca ha enviado aviones de combate y una fragata al Mar
Báltico para ayudar a proteger a Lituania, España ha enviado sus barcos para
unirse a las fuerzas navales de la OTAN en el Mar Negro, Francia se ha mostrado
dispuesta a enviar soldados a Rumanía, los Países Bajos han enviado aviones de
combate a Bulgaria y Estados Unidos ya ha enviado 500 toneladas de munición de
defensa a Ucrania.
Los
ucranianos de a pie que se preparan para el combate saben que Ucrania está en
el centro de un nuevo conflicto armado. Como les recuerda el folleto del
Ministerio de Cultura e Información “Si quieres la paz, prepárate para la
guerra”.
Publicado
el 23 de febrero de 2022
Traducción
del inglés de Daniel Gascón.
Publicado
por primera vez por Public Seminar; Eurozine (versión
actualizada).
25 febrero 2022
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