Desde los remotos tiempos, cuando aún no se registraban por escrito las celebraciones periódicas, ya los pueblos apelaban a rituales para intercambiar con la naturaleza dones y tributos, como podemos imaginarlos mediante las imágenes que dejaron en las cuevas paleolíticas.
Algunos de estos ritos estaban relacionados con la llegada de la primavera, el renacimiento de la naturaleza y la llegada de la floración de los campos. En esta fecha la conexión con lo sagrado se hacía mediante la apelación a fórmulas mágicas para convocar a las diosas de la fertilidad. Son muchos los nombres pero todas cumplen funciones similares. Desde las diosas madre de la prehistoria, pasando por Isis, Isthar, Deméter, Reha, Flora, Maia, Coatlicue, hasta llegar a María, la madre de Jesús.
El Día de las Madres es una celebración muy antigua, en las culturas del hemisferio norte se realizan durante el mes de mayo y en las del hemisferio sur en octubre. En el antiguo Egipto el cielo era femenino y la tierra masculino, el dios Ceb era fecundado por la diosa Nut. Este modelo fue modificado por las culturas patriarcales de los mesopotámicos y griegos, la tierra se asoció con las deidades femeninas y el cielo con las masculinas.
Con la implantación de la sociedad del consumo desde los años cincuenta, el Día de las Madres fue masificado con una intensa publicidad y muchos creyeron que había sido una invención comercial. Sin embargo, a pesar de la manipulación de los sentimientos y la vorágine consumista, siempre ha existido algo profundo que moviliza la subjetividad: el valor nutricio del afecto. Un ser humano no puede vivir sólo con los alimentos, requiere también de la protección afectiva, especialmente de la madre, durante los primeros años de su vida. Su carencia engendra patologías criminales y autodestructivas, de ello dan cuenta los etólogos que han estudiado la conducta de los primos chimpancés.
Es precisamente por este maná, esta fuente de salud mental, por la que hoy homenajeamos a nuestras madres. Los recuerdos nos llegan en tropel, los años felices de la infancia nos hacen sonreír y los viejos álbumes fotográficos son desempolvados. Demos gracias a Dios por haber tenido madres amorosas, prodigadoras de caricias y solícitas atenciones cuando más las necesitábamos. Esta manera de ser humanos es lo que mantiene el amor por la vida, por la madre-Tierra y que nos anima a seguir luchando para mejorar nuestra existencia, pese al inmenso lago de adversidades que a diario crece por las insensateces de muchos congéneres.
10 De Julio del 2021
http://gmiradasmultiples.blogspot.com/2021/05/un-dia-para-celebrar-el-afecto-roberto.html
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