miércoles, 18 de marzo de 2020

La Universidad Siempre- Dr Carlos Guillermo Cardenas


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¿Está preparada la república para afrontar la virulencia del Covid-19?

El Covid-19 (acrónimo del idioma inglés  Corona virus disease 2019) toca nuestras fronteras cuando la economía, la salud, la educación y el bienestar de la República languidecen en lo más profundo de la historia reciente. No es un acontecer reciente ni de nuevo puño, es el resultado de políticas desacertadas en los renglones mencionados que se arrastran desde  varios lustros, acentuadas estrepitosamente en la presente década del siglo XXI.


El Covid-19 tocó e ingresó nuestras fronteras con virulencia suficiente para expandirse territorialmente, si no se implementan las medidas sanitarias y de orden público que corresponden a situaciones de emergencia como la presente. Las medidas para que protejan a nuestras familias y a la población, deben asumirse con plenitud y sin circunloquios. Requieren de una conciencia clara para aceptarlas e implementarlas en los términos que los organismos de salud internacional, nacional y regional recomiendan. De allí la perentoriedad de internalizar el concepto de cuarentena y aislamiento en los casos de contagio o enfermedad.

El tiempo presente que vive la humanidad, donde cerca de un centenar de países están amenazados de la pandemia, llama a la cooperación sin distingos de colores ni de credos políticos o religiosos. Esta es la hora de conjugar esfuerzos y voluntades para alcanzar la plena seguridad e integridad de la población. En esa dirección, pareciera que a nivel regional, esa conjunción de esfuerzos y recursos se está logrando, cuando de manera coordinada, los organismos nacionales y regionales han promovido y apoyado las medidas que las circunstancias lo demandan.

Pero los tiempos actuales que la república presenta no son los más favorables para contrarrestar la fuerza patógena del Covid-19. Nuestros hospitales públicos no tienen lo elemental para atender una eventual magnitud de la pandemia. No la tienen porque los hospitales han sufrido el empate de la desatención en el otorgamiento regular y recurrente de los insumos y medicamentos, amén del mantenimiento de los equipos y estructura física. El deterioro de nuestros hospitales públicos es una realidad inexorable. La vivimos a diario los médicos que prestamos servicio en las instituciones públicas de salud. A todo lo anterior se añade la fuga de médicos y personal de enfermería que ha golpeado inclementemente nuestro sistema hospitalario nacional, otrora tal vez, el mejor de la América Latina. ¿Amanecerá y veremos!.

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