martes, 24 de diciembre de 2019

HIJO DE INMIGRANTES, PADRE DE EMIGRANTES- Por D. Pino Pascucci



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El 18 de diciembre es el día internacional del migrante. Hoy formamos parte de esa historia tan repetida como repetidas son las razones para marchar. Un mundo hecho de migrantes, trashumantes, andariegos, de peregrinos, de caminantes que, como dijo el poeta, "hacen camino al andar".


Hijo de inmigrantes, padre de emigrantes, es un sino, un hado o predestinación que como tantos, aqui, en otras partes, hoy y en otros tiempos, cargamos en nuestro equipaje existencial.

El que migra humedece la tristeza de su rostro con lágrimas, pero inhala aires de esperanzas; el que se queda atesora los recuerdos y bendice la marcha, ruega porque en el camino hagan acto de presencia los buenos samaritanos, pues sabe que, como ha sido la historia humana, también podrán aparecer los que viven en un mundo de fobias.

El que se queda y el que se va mantienen lazos de afectos, quedan unidos a pesar de las distancias, se piensan, se bendicen, se unen en oración, se alegran y lloran juntos,  piensan y sueñan con el reencuentro, lo desean a pesar de que éste puede ser también algo incierto.

Hijo de inmigrantes, padre de emigrantes me ha enseñado que en ese viaje que imponen los infames de la historia, "va pensiero", va en el alma, en el corazón y entre los labios la oración, la invocación del Salmo 91: 

"El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del omnipotente. Diré yo al señor: Esperanza mía y castillo mío; mi Dios en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. 
Con  sus plumas te cubrirá, y debajo estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya".

Hagamos de este Salmo la oración del migrante. Que en su equipaje vayan estás invocaciones, pues es el mejor pasaporte para mostrárselo a quien le da posada, cobijo y abrigo, pero también para quien le rechaza y le lanza piedras.

Hay quienes se empeñan en covertirnos en "El  extranjero", como en la novela del gran Albert Camus, pero la verdad es que no se impondrá esa sociedad que olvida al individuo, no se instalará "el sentido apático de la existencia". Y no será así porque quién marcha tiene fe, tiene esperanza y la incertidumbre no lo vence, el que parte no le concede a los tiranos, a los inhumanos, el gusto de verlo resignado. El migrante se atreve, sabe que encontrará hermanos en humanidad, sabe también que confrontará rechazos y sinsabores, pero al final, como es desde antiguo, deja su buena huella, queda su paso, su presencia, su legado, ayuda a edificar y no olvida el lugar de donde parte. Transita, camina, es un peregrino en dirección al santuario de la vida.

Migrante, hoy en tu día te bendigo y te expreso como en la letra del hermoso canto:

 "Caminante, son tus huellas el camino y  nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Caminante no hay camino sino estelas en la mar.."

Los migrantes son poetas peregrinos, son soñadores, son tenaces, solidarios, ven la vida con otros ojos, ven al prójimo, ven al que los expulsa y al que los repudia, al que los despide y al que los acoge, y siempre tienen fe y esperanza, luchan por salvar la propia vida y las de sus semejantes.





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