El 18 de diciembre es el día internacional del migrante.
Hoy formamos parte de esa historia tan repetida como repetidas son las razones
para marchar. Un mundo hecho de migrantes, trashumantes, andariegos, de
peregrinos, de caminantes que, como dijo el poeta, "hacen camino al
andar".
Hijo de inmigrantes, padre de emigrantes, es un sino, un
hado o predestinación que como tantos, aqui, en otras partes, hoy y en otros
tiempos, cargamos en nuestro equipaje existencial.
El que migra humedece la tristeza de su rostro con
lágrimas, pero inhala aires de esperanzas; el que se queda atesora los
recuerdos y bendice la marcha, ruega porque en el camino hagan acto de
presencia los buenos samaritanos, pues sabe que, como ha sido la historia
humana, también podrán aparecer los que viven en un mundo de fobias.
El que se queda y el que se va mantienen lazos de
afectos, quedan unidos a pesar de las distancias, se piensan, se bendicen, se
unen en oración, se alegran y lloran juntos, piensan y sueñan con el
reencuentro, lo desean a pesar de que éste puede ser también algo incierto.
Hijo de inmigrantes, padre de emigrantes me ha enseñado que
en ese viaje que imponen los infames de la historia, "va pensiero",
va en el alma, en el corazón y entre los labios la oración, la invocación del
Salmo 91:
"El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la
sombra del omnipotente. Diré yo al señor: Esperanza mía y castillo mío; mi Dios
en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste
destructora.
Con sus plumas te cubrirá, y debajo estarás seguro;
escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele
de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día
destruya".
Hagamos de este Salmo la oración del migrante. Que en su
equipaje vayan estás invocaciones, pues es el mejor pasaporte para mostrárselo
a quien le da posada, cobijo y abrigo, pero también para quien le rechaza y le
lanza piedras.
Hay quienes se empeñan en covertirnos en "El
extranjero", como en la novela del gran Albert Camus, pero la verdad es
que no se impondrá esa sociedad que olvida al individuo, no se instalará
"el sentido apático de la existencia". Y no será así porque quién
marcha tiene fe, tiene esperanza y la incertidumbre no lo vence, el que parte
no le concede a los tiranos, a los inhumanos, el gusto de verlo resignado. El
migrante se atreve, sabe que encontrará hermanos en humanidad, sabe también que
confrontará rechazos y sinsabores, pero al final, como es desde antiguo, deja
su buena huella, queda su paso, su presencia, su legado, ayuda a edificar y no
olvida el lugar de donde parte. Transita, camina, es un peregrino en dirección
al santuario de la vida.
Migrante, hoy en tu día te bendigo y te expreso como en
la letra del hermoso canto:
"Caminante, son tus huellas el camino y
nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Caminante no hay camino sino estelas en la mar.."
Los migrantes son poetas peregrinos, son soñadores, son
tenaces, solidarios, ven la vida con otros ojos, ven al prójimo, ven al que los
expulsa y al que los repudia, al que los despide y al que los acoge, y siempre
tienen fe y esperanza, luchan por salvar la propia vida y las de sus
semejantes.
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