Al borde del abismo
Carlos
Guillermo Cárdenas D.
La proporción de la crisis que afecta al país en toda su historia, sin
equívocos, es la presente. Afecta a los trabajadores, amas de casa, agricultores, estudiantes,
empresarios, profesionales, profesores e investigadores universitarios y de
educación media y básica, ningún grupo social está exento de los embates de la
situación. Afecta al enfermo que va a la botica por el remedio o al estudiante que no dispone de
transporte para llegar puntualmente a la clase; al ama de
casa que necesita adquirir el proteico
alimenticio de su hijo o al taxista por los cauchos y el aceite de motor; al
paciente que amerita cirugía de hernia inguinal sin poder adquirir la
malla de reforzamiento abdominal; al
tornero por las herramientas para su faena o al investigador que paraliza su
proyecto por falta de financiamiento. Centenas de miles de venezolanos migran a
otras latitudes en busca de sueños y esperanza.
La multiplicidad de problemas que afean las ciudades como la basura y los desechos orgánicos,
la alcantarilla sin tapa, el
semáforo fuera de servicio, los parques sin mantenimiento, el corte de luz y la
inseguridad personal que día a día está más menguada.
La sociedad venezolana está fracturada. Éticamente hablando está
desarraigada desde lo más profundo. Se percibe un desmembramiento de todos los
estamentos del estado venezolano, con pérdida de los valores jurídicos. Las
instancias no deciden o lo hacen tardíamente.
Una terrible realidad agobia y gravita en la vida del venezolano. El
consumidor padece los rigores de la gravísima escasez de alimentos y medicinas,
inalcanzables por el precio exorbitante. El nivel de aspiración del ciudadano desciende vertiginosamente,
al punto que agradece lo que se merece por derecho. Una lucha incesante por la
supervivencia en medio de la carencia y la inseguridad es lo común.
La
decadencia y la descomposición golpean severamente los altos niveles de
la administración. Estamos
ante una enfermedad que como el cáncer, demuele todo lo que consigue. Para
liberarse de esta trágica realidad, la sociedad buscará los caminos
constitucionalmente vigentes. Y de esta manera evitar que el caos actual
degenere en el abismo. ¡Amanecerá y veremos!.
Bochornoso robo en Cardiología
Carlos Guillermo Cárdenas D.
Lo
que parecía lejos de suceder en el Edificio de Cardiología aún sin concluir en
el Hospital Universitario de Los Andes (HULA), sucedió. Los tubos de cobre
instalados en una de las tres plantas del edificio fueron sustraídos en su
totalidad. El cálculo conservador considera que aproximadamente ciento
cincuenta (150) metros fue el daño a la edificación. Después de
violentar una de las ventanas del nivel emergencia frente al auditorio
del HULA, utilizaron todo el tiempo necesario para cortar y sustraer los tubos
de cobre, cuyo uso estaría destinado para el suministro de gases medicinales de
la futura Unidad de Cuidados Coronarios, Unidad de Cuidados Postoperatorios y
los tres quirófanos para Cirugía Cardiovascular.
El
Edificio no tiene vigilancia desde hace seis (6) años cuando atentaron
mortalmente contra el vigilante de guardia el 31 de diciembre. Por supuesto, la
estructura está expuesta al pillaje y vandalismo que de no tomarse las medidas
pertinentes, poco a poco, la edificación será destruida.
Sobre
la vigilancia, en múltiples oportunidades se planteó tanto a las autoridades de
salud regional como al ejecutivo del estado. Anteriores directivos nacionales
fueron informados sobre estos menesteres. Pero no ha habido ni la voluntad
ni la preocupación para atender el planteamiento y de no tomarse las
medidas pertinentes, los dos ascensores podrán ser víctimas de manos malévolas
y destructoras.
Nuestra
pregunta, cuándo se reparará el daño ocasionado al patrimonio público, una
instalación de salud para el beneficio de una gran colectividad del occidente
del país. Quién será responsable de la pérdida patrimonial.
Acudimos
a la sensatez para que se nos escuche. De esta situación está enterada la
Dirección del HULA y la Corporación de Salud.
Muchos
años, más de una veintena hemos diligenciado en todos los niveles para que
Mérida y la Región Los Andes dispongan de un Centro Cardiológico de alto nivel
asistencial y académico, sede del segundo postgrado de Cardiología en
antigüedad de Venezuela, con la mayor productividad científica y asistencial.
Pero cada día pareciera que está más lejos el sueño de una generación de la
Cardiología Hospitalaria.
Las
instituciones de salud se derrumban como castillo de arena sin muro de
contención alguno. El esfuerzo de muchos años está al borde del abismo.
No hay freno que disminuya la velocidad de deterioro e incertidumbre que
conducirá indeteniblemente al caos y al colapso total. Cada día que pasa sin
aplicar correctivos serán años de mora para recuperarla a los estándares de un
mundo desarrollado. El tiempo se está agotando. El tiempo es el recurso menos
recuperable.
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