lunes, 10 de julio de 2017

Dos analistas internacionales abordan los recientes cambios en la política venezolana - Antonio Navalón y Héctor Schamis

 

López, la nueva Venezuela

Ya tenemos al Mandela de esta situación. Falta saber si hay algún De Klerk entre los chavistas


La Historia demuestra que los regímenes colapsan cuando surge un héroe o mártir que encarna los enfrentamientos de los pueblos. El apartheid nunca hubiera terminado sin un Nelson Mandela, preso durante 27 años en una celda de tres por cuatro, sin una Winnie Mandela y sin un partido como el Congreso Nacional Africano que comprendió que la mejor arma para los africanos negros eran la imagen y el ejemplo de un hombre que se consumía sin doblegarse.
Fidel Castro, que tuvo casi tanto de farsante como de revolucionario, comprendió que en la era de Hollywood y en la joven América de Kennedy era muy importante construir un personaje mítico. En este caso, una especie de Robin Hood de las sierras cubanas que pudiera decir tras combatir contra las fuerzas de la dictadura de Batista: “La Historia me absolverá”. Hace mucho tiempo que el mundo perdió la capacidad de comprender qué está sucediendo en América Latina, especialmente en dos países singularmente vinculados: Venezuela y Cuba. En los últimos meses, Venezuela vive la agonía de un régimen que empieza a vulnerar permanentemente sus propias leyes, provocando que hasta los primeros compañeros de viaje tengan que abandonar el barco porque sencillamente va a la deriva en un mar de sangre.

El reciente fracaso de la Organización de Estados Americanos (OEA), la división entre algunos países y la expectación de otros, la vinculación por intereses y por una cierta conexión ideológica con el chavismo generó que el régimen de Maduro y el régimen de Caracas —que, a estas alturas, empiezan a ser dos cosas distintas— pudieran apuntarse un éxito frente a la iniciativa mexicana, dado el desinterés estadounidense y la complicidad silenciosa de muchos países.

En el subconsciente latinoamericano sigue funcionando la idea de que los levantamientos contra la América del “gran garrote” son una de las pocas batallas por la dignidad de los pueblos y las culturas. Leopoldo López, el preso político más importante de Venezuela, ya está en su casa, en arresto domiciliario, tras tres años preso en el penal militar de Ramo Verde. López no es sólo el símbolo de la resistencia, sino también es el grito, la imagen y la conjunción de que es posible un enfrentamiento pacífico en el que las convicciones y las ideas sean más fuertes que las balas y los palos.

Fidel Castro comprendió que en la era de Hollywood era muy importante construir un personaje mítico

Los pocos familiares que podían visitarle en la cárcel sabían que López tenía información sobre un posible cambio en sus condiciones, simplemente por un detalle: los guardias lucían un uniforme limpio e iban afeitados. Eso quedó patente cuando de pronto el expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero llegó a Ramo Verde, habló con los vigilantes y finalmente habló con López.

En el último mes, los custodios han estado impecables a diario, justo el tiempo que ha tardado el régimen en ir desgranando las condiciones de la liberación. Pero la verdadera llave fue el terror de los propios chavistas, al ver las fotos del asalto a la Asamblea Nacional venezolana el pasado miércoles, una situación con la que se arriesgaban a no poder viajar a Estados Unidos y salir solo a Cuba y a Bolivia.

A partir de ahí, el régimen presionó para que López y la situación política cambiaran y así pasó. Zapatero fue el maestro de la llave que abrió la puerta, pero realmente la llave fue la presión del pueblo venezolano durante estos tres meses por primera vez en su historia. 

Nadie sabe qué está pasando realmente en el chavismo, nadie sabe si Diosdado Cabello, número dos del régimen, los matará a todos o si será detenido antes. Pero lo que sí sabemos es que ahora el Gobierno de Maduro tiene que enfrentarse a la vergüenza, el escarnio y la pérdida de los papeles tras el asalto de las hordas chavistas contra el Parlamento que todavía hoy, pese a la manipulación artera de las leyes y la traición a la Constitución bolivariana, sigue representando la voluntad de un pueblo partido en dos.

Ya tenemos al Mandela de la situación venezolana. Ahora solo nos falta saber si hay algún De Klerk entre los chavistas y cuándo dejarán caer las barreras que levantaron sobre su gueto que, en el caso de Venezuela, significa asumir que representan a un Gobierno que solo es eficaz para importar armas, pero que es inútil para garantizar las necesidades básicas de la población. Ahora, el regreso de López a su casa y el asalto al Congreso marcan el punto sin retorno del fin de lo que un día fue el régimen chavista y que hoy ya es sólo una parodia madurista.

Seguidores de Leopoldo López esperan la aparición de líder tras su liberación. CHRISTIAN VERON (REUTERS)






Dictadura contra las cuerdas

Leopoldo López y Venezuela se acercan a la libertad

Leopoldo López, el líder opositor venezolano, saluda a sus seguidores después de salir de la cárcel.MIGUEL GUTIÉRREZ (EFE)

Leopoldo López se entregó voluntariamente el 18 de febrero de 2014. Aquel gesto mandeliano tuvo algo de premonitorio. Que, al igual que Nelson Mandela, él también pasaría de presidiario a presidente en un viaje sin escalas. Es la premonición que persigue a su carcelero, la pesadilla que le acompaña cada noche.

Oficial del ejército y Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello también se constituyó en oficial de justicia al arrestar personalmente a Leopoldo López. Los tres poderes del Estado fusionados en su persona—a propósito de cómo definir la palabra dictadura--y, sin embargo, tan débil. Y hoy reconoce esa debilidad.

Es que acaba de entregar a su rehén predilecto, no por ser magnánimo sino por necesidad. Tal vez, ahora sí, sea el comienzo del fin. Leopoldo López en su casa—si bien no en libertad—es el síntoma inequívoco de un régimen desesperado. Es un boxeador contra las cuerdas tratando de recuperar oxígeno, rogando que esa campana suene de una buena vez y pueda llegar a su rincón.
Los segundos finales de ese round son eternos para un boxeador sin aire, sin piernas y con los reflejos adormecidos. La división en el chavismo, las defecciones, las acciones de los paramilitares que se vuelven en contra. En ese momento no debe interrumpirse el uno-dos. En realidad lo contrario: al estómago y ese boxeador se desploma hacia delante. Allí no hay cuerdas.

El uno-dos es la calle. Después de muchos intentos de negociación espuria—mandar a Leopoldo a su casa a cambio de que ordene enfriar la calle—es la calle quien hoy manda a Leopoldo a su casa y libera a otros presos. Es la vieja lección de los textos: protesta ciudadana, unidad de la oposición y presión internacional. Así caen las dictaduras. El uno-dos (y tres) al estómago.

El proceso nunca es lineal, pero está en marcha. La sociedad tuvo sus momentos de movilización seguidos de apatía y desesperanza. Hoy la calle es de esos jóvenes que comienzan a darse cuenta que arrinconaron al régimen en tan solo cien días. Nadie les va a decir que se desmovilicen ahora. Mucho menos Leopoldo López, no sería la racionalidad de un político de raza.

La oposición está unida. Muy atrás quedó el colaboracionismo de Un Nuevo Tiempo, los cálculos egoístas de pretendidos candidatos, las indecisiones de los dirigentes sin experiencia. Pues ellos aprendieron la lección. Se foguearon en cien días que valen mil.

La presión internacional está cohesionada. Los informes de Almagro son hoja de ruta, en tanto son testimonio detallado de lo que ya ocurría hace dos años. Están disponibles en la misma página donde se puede leer la Carta Democrática Interamericana. Resulta que tenía razón, reconocen quienes ya no pueden mirar hacia otro lado, precisamente a la luz de estos cien días.

Muchos usan la noción de guerra civil para pronosticar el futuro. Es errado, no hay dos ejércitos. El régimen actúa como un ejército de ocupación frente a una población civil en resistencia. Francia 1940 es mejor metáfora. Los jóvenes son maquisards venezolanos, solo que armados con escudos de cartón.

Los crímenes cometidos contra ellos también son comparables. El régimen no tiene manera de seguir adelante con su constitución para diseñar un régimen de partido único, ahora menos que nunca. El chavismo comienza a darse cuenta hoy, finalmente, que el poder no es eterno. La transición se hace más tangible.

Al vocero y negociador oficial del régimen, José Luis Rodríguez Zapatero, solo le resta un anuncio por hacer frente a la comunidad internacional: la fecha de elecciones universales, libres, secretas y sin presos políticos. Es decir, la fecha de la liberación del pueblo venezolano.

Hasta entonces, ese pueblo también cumple arresto domiciliario.

Twitter: @hectorschamis

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