México alcanza cifras récord en deportaciones mientras se disparan un 1000% las solicitudes de refugiados. Las organizaciones hablan de "crisis humanitaria” en la frontera sur
A orillas del río Suchiate, Carla Ochoa sirve cerveza mientras aguanta
comentarios impertinentes y miradas lascivas de tres borrachos que llevan desde
las diez de la mañana exigiendo una caguama (botella de un litro) tras otra.
La frontera entre México y Guatemala, de unos 1.000 kilómetros de
longitud, a la altura de Tecún Umán, es un río marrón que durante el estiaje
lleva agua hasta las rodillas y se puede cruzar caminando, sin preguntas ni
papeles, junto a la garita aduanal.
Sin embargo, a Carla, después de tres intentos para llegar a Estados
Unidos, dos hijos y una violación, le han quitado las ganas de volver a pasar
por México y prefiere seguir poniendo cervezas en el lado chapín, como son conocidos. Se quedó sin dinero -y
casi sin matriz- pero atiende mesas con más hombría que los rudos muchachos que
beben al sol y los policías que la violaron.
A unos metros de ella, Josué, también hondureño, se arrastra sobre los
muñones de la rodilla cerca del río.
En este punto, el lado guatemalteco de la frontera es un tramo de tierra
donde conviven comerciantes que van de orilla a orilla, coyotes, migrantes,
prostitutas, vecinos, cambistas, tricicleros y un espontáneo que arranca la piel a
un tlacoache recién cazado, ante la mirada de todos los anteriores, que siguen
el despelleje como un espectáculo de un circo.
“El hijueputa tren”, dice Josué sobre al accidente
que le dejó sin piernas hace seis meses cuando intentó subirse a La Bestia, que recorre el país de sur a norte por el Golfo de México.
“Me agarré al vagón pero tropecé y caí bajo las ruedas. Al principio no
me di cuenta, ni dolor sentía, pero cuando quise levantarme vi las dos piernas
como por allí tiradas”, detalla señalando al aire. Según la Cruz Roja, cada año
37 personas pierden alguna extremidad intentando subir al tren.
Josué aprendió en el hospital de la localidad Gómez Palacio, por boca de
otro mutilado, que la mejor técnica para subir es acompañar a la carrera el
tren y utilizar los dos brazos para agarrarse al vagón y poder saltar sin ser
arrastrado. Pero eso lo supo después.
Ambos, Carla y Josué, han quedado atrapados al otro lado del invisible
muro sur.
La intensa vigilancia policial, La
Bestia, los cárteles, las redes de trata y las deportaciones son
los ladrillos de un ‘muro’ virtual, que se levanta a 3.000 kilómetros al sur
del que quiere construir Donald Trump.
Josué, mutilado por el tren, contempla como cocinan un tlacoache J.G.
“El muro que temen los migrantes es México, no el de Trump”, explica
Mario Hernani coordinador de la casa del migrante de Tecún Umán, último
municipio de Guatemala. “Todos los que emprenden el camino saben que van a ser
asaltados, extorsionados o violados, principalmente por las autoridades”,
añade.
Según la Red de Organizaciones Defensoras de Migrantes (Redodem), que
entrevistó a más de 30.000 migrantes acogidos en su red de albergues, casi la
mitad de los delitos contra ellos en 2015, fueron cometidos por policías (41%)
y el resto por el crimen organizado y la delincuencia común.
Algunos expertos creen que el muro de Trump, aunque es un agravio
diplomático y una ofensa entre países vecinos, no supondrá, en el fondo, un
gran cambio para México.
Los más afectados serán los migrantes irregulares ante un posible efecto llamada, en previsión a un endurecimiento de
las políticas migratorias de
EE. UU. Cada año transitan por México 400.000 personas,
principalmente centroamericanas, con menos de 60 dólares en el bolsillo, que
participan de un éxodo silencioso que huye de la violencia.
Marcelo, de 36 años y Nancy, de 20, salieron corriendo de El Salvador el
4 de enero cuando un tipo de la Mara-Salvatrucha, la pandilla más numerosa del
país, apareció en su casa, golpeó con la culata de la pistola en la puerta y
les dio 24 horas para dejar su hogar. Era la última advertencia. Querían que
Nancy empezara a trabajar para ellos.
El día de Reyes, nada más atravesar el río y pisar suelo mexicano, les
robaron el dinero y los viejos celulares que llevaban.
Comerciantes en el río Suchiate en la frontera entre México y Guatemala J.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario