Podemos tiene el futuro en el aire si no empieza a ser algo más
que sus 71 parlamentarios y sus denuncias verbales al sistema. Y otra cosa más:
para cuando lleguen las elecciones tendrá que haber aclarado, a fondo, cuál
será su actitud hacia el PSOE
La sensación
dominante entre los votantes de izquierdas es que no hay manera de quitar el
poder al PP. Todo lo ocurrido en 2016, aun habiendo versiones muy contrapuestas
al respecto, consolida esa sensación, que a no pocos lleva a la melancolía. A
partir de ahí, las formas del pesimismo son distintas. En el mundo del PSOE,
casi tan amplio como su cada vez más corto electorado, no abundan las
esperanzas de que el partido pueda salir con fuerza del laberinto en el que el
partido está metido. En el de Unidos Podemos mandan la confusión y también, un
tanto, la frustración. No se entiende la pelea que están librando sus
dirigentes y empieza a temerse que la hora de ese partido haya pasado. Pero
esos estados de ánimo son la resaca de hechos pasados y, por tanto, pueden
cambiar si ocurren cosas nuevas. El problema es que pueden hacerlo en sentidos
muy distintos.
Dentro de muy pocas semanas se conocerá
la fórmula con la que Podemos pretende hacer frente a sus dificultades. Cómo se
organizará internamente a tal fin y con qué proyecto político. No cabe
anticipar nada al respecto. El enfrentamiento, incomprensible para muchos, pero
real y consistente, que han protagonizado sus principales dirigentes no permite
descartar salidas traumáticas. Pero es de suponer que por muy calientes que
estén los ánimos, al final se impondrá la cordura, es decir, el entendimiento.
El tono de los textos que en las últimas
horas han hecho públicos Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, por primera vez, sobre
todo en el caso del primero, ofreciendo algo que se acerca a un proyecto, hace
pensar que se camina en esa dirección. Pero habrá que esperar para saber cómo
acaba la cosa.
Tantas o más incógnitas ofrece el
panorama socialista. El sábado se conocerá la fecha de su congreso. Pero nada
más. Los nombres de quienes se enfrentarán por la secretaría general siguen
siendo una incógnita. No se sabe si Susana Díaz encabezará la lista
oficialista, si Pedro Sánchez volverá a competir por el cargo o quién puede
encabezar una tercera vía. Y no porque se estén guardando muy bien esos
secretos, sino porque en ningún caso hay decisiones firmes al respecto. Todo depende
de la relación final de fuerzas que exista en el momento previo al congreso.
Todo indica que Susana Díaz sólo dará el
paso si está segura de que va a ganar, que Pedro Sánchez no lo hará si corre el
riesgo de hacer el ridículo y que el "tapado" aparecerá, si lo hace,
a última hora. Los afanes de los cuadros y de la militancia socialista se
concentran ahora en atraer gente para los objetivos que cada facción persigue.
Afiliado por afiliado, agrupación por agrupación. El PSOE está metido en una
campaña electoral interna que va a durar meses y cuyo resultado es aún
impredecible, aunque como siempre ocurre en estas cosas, quien tiene el mando,
es decir, la Comisión Gestora, goza de una gran ventaja inicial.
La colocación del PSC en esa barahúnda
parece decisiva. Si los 17.000 afiliados catalanes conservan el derecho a votar
en el congreso, Susana Díaz podría perder. Si se lo quitan, como algunos
poderosos socialistas quieren, ganaría. Pero esa victoria se produciría a costa
de que el PSOE se quedara sin referencia política en Cataluña. Lo cual sería
muy grave. Para el partido y para la política española.
A la espera de que se resuelvan esas
incertidumbres, el panorama político general no se va a mover un ápice. Rajoy
no va a mover pieza en ninguna de las cuestiones fundamentales del actual
panorama. Ni en Cataluña, porque dispone de tiempo mientras las posiciones
finales del independentismo sigan pendientes de que se aclare quién manda
dentro del mismo. Ni en lo relativo al presupuesto, es decir, a las directrices
de su política económica, que necesariamente van a ser distintas de las del
pasado, aunque posiblemente peores en lo que a los intereses de las clases
populares se refiere. Pero el PP no las va a abordar mientras no tenga la
certeza de cuál va a ser la actitud del PSOE al respecto, porque no le basta un
pacto con Ciudadanos y el PNV. Y todavía no está dicho cuál va a ser la
posición final del PSOE.
Por tanto, se quiera o no, el momento es
de espera. Y va a durar unos cuantos meses. Con Rajoy como referente de poder
indiscutible. Luego se verá qué ocurre con eso. Porque si los socialistas no
dan el plácet a sus cuentas del Estado porque los que apoyan esta opción no
obtienen de su congreso la fuerza necesaria para hacerlo, y si los partidarios
del referéndum catalán (independentistas o no) acuerdan una plataforma común
frente a La Moncloa, las cosas se le pueden poner difíciles al presidente del
Gobierno y a su partido.
Podemos puede jugar un papel muy
importante en el periodo que se iniciará dentro de unos meses. Siempre que
resuelva sus cuitas internas, claro está. Pero, sobre todo, si consigue dar un
giro decisivo a su práctica política. Si abandona el electoralismo obsesivo que
ha practicado en los últimos tres años y se convierte en un referente político
real, operativo y articulado, de los millones de españoles que han perdido con
la crisis. Hoy por hoy esa gente, que no son sólo los que lo están pasando mal
o muy mal, no tiene un instrumento para contar en la política. Desde hace
demasiado tiempo que la gente que está en contra de las políticas neoliberales
y de las injusticias de todo orden que el poder comete y ha cometido contra sus
derechos sólo interviene en la escena pública para votar. Y empieza a sentir
que eso vale para poco, que nada cambia.
Podemos debería aprestarse a modificar
esa situación. En la España de hoy es imprescindible que la gente que está en
contra del establishment y del statu
quo participe en la
política, en la acción social, más allá de sus apoyos a una u otra idea mediante
un clic o un tuit. Eso significa que la militancia de Podemos habría de
convertirse en un colectivo de operadores, de organizadores políticos en los
más diversos sectores de la sociedad, entre ellos, pero no solo, entre los
trabajadores más explotados. Como se ha hecho siempre, como hacen los
militantes de la ultraderecha en Francia, en Holanda y en más sitios.
Habida cuenta de que no hay elecciones a
la vista, aunque los corifeos del PP no dejan de agitar ese fantasma para meter
miedo al PSOE, hay tiempo para abordar esas tareas. Que son imprescindibles.
Porque Podemos tiene el futuro en el aire si no empieza a ser algo más que sus
71 parlamentarios y sus denuncias verbales al sistema. Y otra cosa más.
Para cuando lleguen las elecciones tendrá que haber aclarado, a fondo, cual
será su actitud hacia el PSOE. Porque por muy mal que les vaya a los
socialistas no van a terminar como el Pasok y si se quiere formar un gobierno
alternativo al el PP habrá que contar con ellos.
Carlos Elordi
13/01/2017 - 20:40h
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