lunes, 26 de septiembre de 2016

Acción Democrática y el fin de la Historia: hace 75 años - Ramón Rivas Aguilar


A.D, nació un 13 de septiembre de 1941, cuando la Civilización Occidental estuvo al borde del precipicio. Las fuerzas políticas y militares del totalitarismo se plantearon la destrucción de los más hermosos  valores de la cultura occidental: libertad, democracia, igualdad, solidaridad y justicia. Los fanáticos que se embriagaron con  las ideologías del totalitarismo, intentaron mediante la acción del partido único y  la máquina del Estado construir  la vieja imagen del paraíso con el fin  de retornar  a la vida feliz de la infancia, en palabras del  amigo  Freud. 


Los campos de concentración fueron  la evidencia histórica de una pesadilla  monstruosa que marcó el alma de un planeta que tuvo  fe en la bondad y la generosidad del hombre. Qué ironía. Mientras tanto, en la Venezuela de Gracia los ideólogos bolivarianos (1936-1945) se entusiasmaron con la teoría política  del cesarismo democrático. Fueron de la idea de que las muchedumbres no estaban en capacidad  de vivir dignamente  en democracia. Había que esperar pacientemente  mediante la educación  ser educados  con los principios democráticos y de esa manera convertirse en auténtico ciudadanos. Se inventaron  una frase  elegante de origen darwinista:

DEMOCRACIA EVOLUTIVA.

Por lo tanto,  los gobernantes y los ilustrados (1936-1945)  disfrutaron a   plenitud   la soberanía popular. El voto,  un privilegio para  los sabihondos. Fue una forma inteligente de solapamiento del cesarismo democrático.

Pues bien, AD nació para hacer historia. Fue un día radiante y hermoso. Un 13 de septiembre de 1941 emergió como fuerza histórica contra el totalitarismo, el cesarismo y el bolivarianismo. Ese día, AD y su liderazgo político presentaron al país su propuesta central: restituir la soberanía popular. Un  desafío que, en perspectiva histórica, significó la consolidación y fortalecimiento de la cultura democrática y el bienestar material y espiritual de los venezolanos. Así, se inició el fin de la teoría cesarista y de la doctrina del ideal nacional. Al mismo tiempo, el auge de las instituciones libres y su crecimiento significativo en la era democrática 1958-1998.

La culminación de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) representó la muerte del totalitarismo en todo su esplendor. Europa recuperó su democracia. Nació el Estado Benefactor para favorecer material y culturalmente al mundo de los trabajadores. Es importante destacar que el milagro alemán fue el fruto de una política económica de mercado. Por otro lado, el comunismo ruso, con la hoz y el martillo, inició sistemáticamente la conquista del planeta tierra. En ese marco, emergió el mundo bipolar: capitalismo vs. Comunismo. Dentro de ese horizonte, AD como parte de la cultura occidental, a lo largo de su praxis política y de su participación en sus gobiernos democráticos, estuvo siempre al lado del mundo libre. En la era democrática, combatió las dictaduras, las utopías y propinó un golpe mortal al comunismo cubano que pretendió en nuestro territorio destruir en los venezolanos su espíritu republicano, civilista y democrático. Se impuso la doctrina Betancourt. Esta doctrina no compartió la conducta política de los gobernantes norteamericanos, quienes favorecieron regímenes dictatoriales para evitar caer en manos del comunismo. La doctrina Betancourt fue muy clara: sólo se comparte la democracia con gobiernos escogidos libremente.

La historia le dio la razón a AD, el partido político de masas más importante del siglo pasado. Hoy, no existe la utopía y  los gobiernos democráticos se irradian a lo largo y ancho del planeta tierra. El planeta tierra con todos sus problemas complejos y difíciles (narcotráfico, terrorismo, estado islámico, recalentamiento global) se encamina, definitivamente, hacia la libertad, hacia la democracia y el libre mercado.


Por tanto, no cabe la menor duda que el nacimiento de AD (13 de septiembre de 1941) y su proyección histórica en la vida nacional e internacional, fue fundamental para conquistar la democracia en nuestro país y defenderla  dignamente en el mundo  internacional. No se puede comprender la Venezuela moderna del siglo XX, sin la presencia de AD como el motor de las grandes transformaciones globales que afectaron el origen y el destino de una nación que jamás será doblegada por la tentación totalitaria. Hace setenta y cinco años, el más grande estadista  de la historia de contemporánea de américa y Venezuela, Don Rómulo Betancourt soñó con la Venezuela Civilista. 

Para lograr tan hermosa aspiración histórica, arraigada en el corazón de los venezolanos, forjó una organización como AD que selló su destino histórico aquel 13 de septiembre de 1941, en el Nuevo Circo. A partir de esa fecha histórica, el  liderazgo político de AD y un colectivo se la jugaron para cimentar las bases de la sociedad civilista. En los nuevos tiempos, la conciencia histórica que nos pone en contacto con ese esfuerzo gigantesco por construir la democracia en Venezuela, las nuevas generaciones tendrán que renovarla, transformarla y profundizarla en correspondencia con las circunstancias históricas. Se insiste, no hay manera de que ideología alguna  de origen totalitario  doblegue el espíritu libertario de una nación que hace doscientos cinco años echó a la basura la doctrina del  derecho divino de los reyes. 

De igual modo, echó a la cesta la célebre teoría del cesarismo democrático, la ideología bolivariana, el esquema de la democracia evolutiva y la doctrina del  ideal nacional. Por tanto, Venezuela recobró su espíritu republicano, civilista y democrático. A pesar del gigante esfuerzo de los bolivarianos y revolucionarios (1999-2016) por liquidar las instituciones libres en nuestro país;  la nación como una comunidad de hombres y mujeres lleva  en su corazón los más profundos sentimientos libertarios y civilistas

La democracia como modo de vida está arraigada en el espíritu de los venezolanos. Es un valor absoluto que ninguna ideología y praxis revolucionaria y bolivariana podrá destruir. De allí, la grandeza histórica de Acción Democrática y de un liderazgo político que tuvo la capacidad de anticipar en perspectiva el fin de la historia. Hoy, La democracia y el capitalismo es una realidad planetaria. Por tanto,  AD, ante la nueva dinámica nacional y universal, debe  asumir el bello reto  de presentar a la nación  una revelación histórica  que le  permita  a la nación  encauzar su progreso material  y cultural desde una perspectiva republicana, civilista, federalista y de libre mercado. Es decir, AD  de transformase  en un auténtico partido liberal sin romper con su hermoso pasado  histórico.

(13 de septiembre de 1941)
Ramón Rivas Aguilar

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