lunes, 26 de septiembre de 2016

Venezuela: la política en el laberinto - Luis Montilla




Han sido unos días bastante movidos de la “cosa política” en el país. Las actividades de marchas, contramarchas, concentraciones de la MUD, como del PSUV; lo expresado por María Corina con respecto al RR; las posiciones en cuanto a la XVII cumbre del Mnoal; la polémica en torno al pre-diálogo y el diálogo; las opiniones de Timoteo Zambrano sobre el Mercosur, entre otras situaciones, nos reafirman que la política, no puede ser una actividad “puramente práctica e inmediata”, como podrían creer y afirmar quienes no son capaces de ver más allá de sus narices. 


Hemos expresado algunas opiniones, tratando de contribuir con el debate plural e intercambio de ideas; pero sobre todo hemos tratado de pensar, nadie nos puede prohibir que pensemos y manifestemos nuestro punto de vista sobre la situación política, así es que, pueden ahorrarse señalamientos de pretender decir, que se contribuye con el gobierno, que se embisten trapos rojos, o etiquetarnos de “divisionistas”. Al fin y al cabo, la política, son las acciones públicas de los hombres libres. Y con la libertad, se pretende proteger a los hombres de las acciones públicas. Es un viejo dilema en la Ciencia Política, negar o sostener que en los regímenes totalitarios o tiránicos no tiene cabida la política. 

La discusión se basa, en no poder negar del todo, que en las tiranías o regímenes totalitarios, la política existe hasta el momento en que el gobernante se siente libre para actuar por su cuenta, y en ese caso, la política se considera simplemente un obstáculo y, en cierto sentido, lo es, pero puede resultar una traba muy poco fiable o efectiva. 

Es posible, que exista cierto grado de política en regímenes autoritarios, pero no es algo deseado; para los gobernantes, en su imposición de un pensamiento único, harán todos los esfuerzos posibles para eliminar a todos los rivales, considerando cualquier tipo de concesión como una mera táctica o una oportunidad para agrupar sus fuerzas en el camino hacia la eliminación del otro. Y precisamente la política, surge de la aceptación de limitaciones, del reconocimiento del poder de otros grupos e intereses sociales, la consecuencia de la incapacidad de gobernar en solitario, sin la necesidad de imponerse a través de la violencia. Es el gran Aristóteles, quien observa que el hombre que puede vivir al margen de la polis es comparable a una bestia o a un dios. 

Dios es el único ente posible que no necesitaría consultar a nadie, pues no tiene iguales; Dios es el único cuyo mandato equivaldría a la ley y la justicia. Pero tampoco, la política puede definirse como un conjunto de principios fijos que deban ponerse en práctica en determinadas circunstancias, ni tampoco como un conjunto de costumbres tradicionales que deban preservarse, sino como una actividad social, mediante la cual se concilian intereses divergentes dentro de una unidad de gobierno determinada. La política aparece como una respuesta colectiva al desacuerdo.

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