La guerra comercial entre China y Estados Unidos, aunada
a las señales de advertencia de una posible desaceleración de la economía
mundial, han aumentado considerablemente las posibilidades de que el mundo
entre en una recesión. Si bien casi todos los países se verán afectados, la
prolongada debilidad económica y la fragilidad de sus instituciones políticas
significan que una posible crisis golpeará de manera desproporcionada a América
Latina.
Las economías más grandes del mundo deben trabajar juntas
para coordinar políticas antes de que estalle la tormenta. El conflicto entre
Donald Trump y China debe resolverse, olvidarse o posponerse para evitar
acentuar innecesariamente una crisis.
Esto es lo que enfrenta la región.
La economía venezolana se derrumbó mucho antes de que
aparecieran las señales de alarma de una posible recesión en Estados Unidos,
pero el descenso en los precios del petróleo puede empeorar la situación. Más
de cuatro millones de venezolanos han abandonado el país. Esa cifra podría
aumentar a seis millones si las condiciones económicas empeoran.
Una crisis internacional también podría agravar la crisis
económica actual de Argentina y conducir a otra moratoria, como en 2001. La
inflación se ha disparado al 54 por ciento, las tasas de interés son aún más
elevadas y el peso se ha depreciado un 30 por ciento desde que las elecciones
primarias del mes pasado casi han garantizado la victoria de la fórmula
peronista en las elecciones presidenciales de octubre. El precio de la soya —su
principal producto de exportación— ha bajado a la mitad de su nivel máximo de
mediados de 2012. El apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de los
mercados puede resultar mucho más complicado de asegurar en ese escenario.
Los países del Triángulo Norte de Centroamérica
—Guatemala, Honduras y El Salvador—, siguen asolados por la violencia, la
inestabilidad política, la corrupción y la debilidad institucional. Su modesto
crecimiento económico depende en gran medida de las exportaciones de productos
básicos y las remesas de las personas que migran a Estados Unidos. Aunada a las
deportaciones y las políticas migratorias chovinistas e inhumanas del
presidente Trump, una recesión en Estados Unidos implicaría despidos, regresos
forzados y una caída en las remesas. A su vez, esto podría traducirse en un
aumento de la migración y la violencia.
Brasil y México completan este cuento sobre penurias
económicas que podrían verse exacerbadas por una recesión económica y afectar
la estabilidad política. Los nuevos presidentes de los dos países son polos
opuestos en cuanto a su ideología, pero curiosamente se parecen en su radical
falta de respeto a la verdad y a las instituciones.
Brasil no se ha recuperado desde la recesión que se
alargó de 2016 a 2018. El FMI le pronostica menos de un uno por ciento de
crecimiento para este año. La desaceleración de China, el mayor socio comercial
del país, afectará significativamente el desempeño de Brasil.
El país ha
destituido a dos presidentes en los últimos treinta años, encarcelado a un
expresidente y actualmente se encuentra investigando a otro más. Las
adversidades políticas que Brasil ha experimentado en los últimos años y la
antipatía del presidente Jair Bolsonaro hacia las instituciones democráticas y
el Estado de derecho podrían generar graves problemas políticos.
El presidente brasileño ha optado por pelearse con el
presidente de Francia, Emmanuel Macron, el Grupo de los Siete (G7) —la reunión
de las siete economías más grandes del mundo— y la comunidad internacional por
los incendios que están devastando a la Amazonía, su gobierno está sumido en
escándalos y su popularidad se ha desplomado. No es todo, las instituciones
democráticas están amenazadas: el hijo de Bolsonaro, Carlos, declaró la semana
pasada que los cambios que Brasil necesita no pueden lograrse por la vía
democrática. Una recesión mundial podría causar estragos en la frágil
democracia del país.
México, por su parte, está tambaleándose al borde de una
recesión —el crecimiento fue nulo durante el primer semestre del año— y es el
país que más afectado se vería por los problemas económicos que pueda enfrentar
Estados Unidos. Al igual que el mandatario brasileño, el presidente Andrés
Manuel López Obrador no respeta las instituciones y tiene una vena autoritaria.
Pero, a diferencia de Bolsonaro, López Obrador sigue
siendo bastante popular y está implementando programas sociales ambiciosos que
podrían beneficiar su posición en las encuestas, a pesar de la incompetencia de
su gobierno y su mal desempeño. Es muy probable que una recesión en Estados
Unidos provoque que estos programas fracasen, pues dependen del aumento de los
ingresos gubernamentales, que únicamente pueden obtenerse del crecimiento
económico y del aumento de los precios del petróleo. No es probable que suceda
ninguna de esas dos cosas.
Una encuesta de 2018 de Gallup mostró que una tercera
parte de todos los latinoamericanos emigrarían si se les diera la opción, el
porcentaje más alto en años y el más elevado en el mundo. El crecimiento
económico endeble, la pobreza y la desigualdad, la inestabilidad política, la
delincuencia y la violencia son problemas endémicos en casi todas las naciones al
sur del río Bravo. Además, a excepción de un breve periodo entre 2006 y 2013
—sin considerar la Gran Recesión de 2009—, América Latina siempre ha estado
plagada por la delincuencia y el lento crecimiento económico.
Sin embargo, una crisis económica mundial en estos
momentos empeoraría la situación. La recesión de 2009 afectó a la región
después de unos años de fuerte crecimiento impulsado por las materias primas,
lo cual permitió que las políticas sociales eficaces contaran con un
financiamiento responsable. La violencia, aunque mayor que en otros lugares,
estaba relativamente bajo control. La corrupción era generalizada, mas no tan
evidente como lo es ahora. La región salió en gran medida ilesa de esa
recesión. Las circunstancias actuales son muy diferentes.
El G7 debe implementar esfuerzos para aminorar las
consecuencias de una posible crisis y, en caso de que sea inevitable,
asegurarse de que sea breve. No hay mucha flexibilidad en lo que respecta a la
política monetaria; a excepción de Estados Unidos, las tasas de interés no
pueden disminuirse más, y hasta en Washington el margen de maniobra es
limitado. En el ámbito fiscal, tal vez haya más posibilidad de aplicar
estrategias contracíclicas, aunque el miedo y los prejuicios ideológicos suelen
obstaculizar estas medidas.
América Latina no es la única que está en problemas.
Europa tiene el brexit, Xi Jinping tiene a Hong Kong y Estados Unidos tiene a
Trump. No obstante, las políticas siempre son posibles, aunque sea solo
marginalmente. El hecho más importante que los gobernantes de los países ricos
deben tener en cuenta es que, aunque las instituciones de sus países pueden
resistir un nuevo embate de una crisis económica, no todos los países están en
la misma situación. Hay motivos políticos de peso para elegir las políticas
económicas correctas.
NYTimes
04 de Octubre del 2019
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