Los
hermanos Montgolfier y el milagro del aire caliente
Por Georgina Vega
Joseph-Michel (1740-1810) y
Jacques-Étienne Montgolfier (1745-1799) se dedicaban a la fabricación de
papel en la ciudad de Annonay, pero estos hermanos eran aficionados a la
ciencia y como tal les gustaba observar los fenómenos físicos. El 25 de
noviembre de 1782 ––según narra Jacques Noetinger en el libro L’Aviation,
une révolution du XXe siècle–– observaron que el aire caliente
generado mediante el fuego de la chimenea era capaz de elevar una bolsa de
papel, así que no tardaron en construir los primeros globos experimentales con
ese material.
Ese mismo mes, en la azotea de su casa
en Aviñón, Étienne elaboró un pequeño globo de seda cubierto de
papel, prendió una fogata para inflarlo y el globo se elevó unos cuantos
metros para caer después suavemente. En abril de 1783, de regreso a Annonay,
repitió el experimento con la ayuda de su hermano, pero esta vez con un globo
más grande, el cual logró elevarse unos 400 metros. Fascinados con el invento
y sus posibilidades, se pusieron a trabajar de inmediato en su siguiente
prototipo, construido con un saco de lino y seda forrado de papel; medía 11
metros de diámetro y pesaba 226 kilos.
DEMOSTRACIÓN PÚBLICA
Tan seguros estaban de su éxito, que
decidieron llevar a cabo una demostración pública en Annonay, en la que
estuvo presente una comisión de la Academia de Ciencias de París. Se realizó
el 5 de junio ante los maravillados ojos de los espectadores. El globo fue
inflado mediante una fogata alimentada con paja y lana; poco a poco el saco
esférico tomó forma y, tras unos minutos, los hermanos Montgolfier desataron
las cuerdas que lo ataban al suelo. El artefacto se mantuvo elevado 10
minutos, alcanzando una altura aproximada de 1,000 metros.
Ante tal hazaña, la Academia de
Ciencias le pidió a los Montgolfier que construyeran un globo más grande,
para una nueva aparición pública que tendría lugar el 11 de septiembre, la
cual se realizaría de nuevo en Annonay. Sin embargo, la aeronave terminó por
estropearse pues ese día cayó una tormenta. Eso no desanimó a los
inventores, pues a los pocos días el rey Luis XVI, quien estaba al tanto de todo, los
invitó a que hicieran una prueba en el patio del Palacio de Versalles, en
París. Para ello Étienne, pensando en que pronto realizaría el primer vuelo
con humanos, decidió utilizar animales para conocer los efectos que la altitud
podía tener sobre el organismo.
A UN PASO DE LA GLORIA
Así, los
hermanos Montgolfier construyeron un globo con tela de seda y lino,
recubierto de papel, de 17 metros de altura y 20 de diámetro. El ascenso se
hizo al mediodía del 19 de septiembre ante la presencia del rey, la reina
María Antonieta y cientos de espectadores que empezaron a rodear el sitio
desde las seis de la mañana. Se infló con aire caliente y se le colocó una
jaula de mimbre con una oveja, un gallo y un pato. La máquina alcanzó una
altura de 518 metros, permaneció 10 minutos en el aire y aterrizó sin
problemas a tres kilómetros de donde despegó, con los animales a salvo.
Éste fue el primer vuelo tripulado de
la historia, hazaña que despertó el interés de los científicos, entre ellos
el físico Jean-François Pilâtre de Rozier, quien incluso se ofreció a ser
el primer pasajero humano de la aeronave. La mayoría de los científicos
recibieron con entusiasmo la idea; otros al principio se mostraron escépticos,
como el astrónomo Joseph Jérôme Lefrançois de La-lande (1732-1807), quien
sin ningún reparo afirmó en la revista Journal des Savants que
el hombre nunca podría volar.
Georgina Vega
Muy Interesante, MX
El globo aerostático
y la conquista de los cielos
El antiguo sueño humano
de viajar por el aire se hizo realidad en 1783, gracias a los globos de aire
caliente y de hidrógeno inventados por los hermanos Montgolfier y por Charles y
Robert
09
de febrero de 2017
Los precursores
Étienne y Joseph Montgolfier. Museo Carnavalet, París.
Foto:
Roger-Viollet / Cordon Press
Vuelo de Jacques Charles en solitario, el 1 de diciembre de
1783. Grabado de 1887.
Foto: Scala / Firenze
Globo sobre Versalles
Primer vuelo del globo creado por los hermanos Montgolfier en
Versalles, el 19 de septiembre de 1783. Grabado en la Biblioteca de Artes
Decorativas, París.
Ascensión de un globo
Montgolfier en Aranjuez
Antonio Carnicero, pintor secundario en el panorama artístico de
la España de su tiempo, se convierte aquí en cronista de un hecho singular e
histórico: la ascensión que al parecer terminó de forma accidentada de un globo
Montgolfier por el francés Bouclé el 5 de junio de 1784 en los jardines de
Aranjuez.
El globo aerostático y la conquista de los
cielos
El lunes 1 de diciembre de 1783 se congregó en torno al jardín de
las Tullerías una de las mayores aglomeraciones
humanas de la historia de París; según algunas fuentes,
la multitud allí reunida llegó a 400.000 personas. Todas
querían asistir a un espectáculo que nadie habría imaginado pocos años antes:
el de dos hombres que se disponían a elevarse hasta los cielos a bordo de un
enorme globo de aire. Desde hacía días, en la ciudad no
se hablaba de otra cosa y la prensa se había hecho amplio eco del
acontecimiento. Los espectadores ocupaban los muelles y los puentes, las
ventanas y los tejados de las casas, los campos y hasta las poblaciones aledañas. La simple
vista del globo antes de su despegue causaba asombro. De
color rosa y amarillo, medía más de nueve metros de altura y estaba envuelto
completamente por una red de malla cuadrada. En el extremo inferior se había
colocado una barquilla de mimbre donde irían los «pilotos»: el profesor
Jacques Charles y su ayudante Nicolas-Louis Robert.
EL PRIMER HÉROE DE
EE.UU.
Uno de los testigos del evento fue el político estadounidense Benjamin Franklin, el inventor del pararrayos, que se hallaba en París como embajador de Estados Unidos. Franklin se encontraba un poco indispuesto y prefirió seguir el experimento desde el interior de su carruaje, apostado junto a una estatua de Luis XV. Según escribió en una carta a un amigo: «Entre la una y las dos de la tarde la gente miraba satisfecha al ver elevarse el globo entre los árboles y ascender gradualmente por encima de los edificios, un espectáculo de lo más maravilloso. Cuando los valientes aventureros alcanzaron unos 60 metros de altura extendieron los brazos y agitaron sendos banderines blancos a ambos lados para saludar a los espectadores, que respondieron con fuertes aplausos. El objeto se movió en dirección norte, pero como soplaba muy poco viento, continuó a la vista durante un buen rato; y transcurrió mucho tiempo hasta que los asombrados espectadores se comenzaron a dispersar».
La ascensión de Charles y Robert culminaba lo que fue un año mágico en la pugna del hombre por conquistar el aire. El primer «navegador aerostático», como se empezó a llamar a los globos, fue invención de los hermanos Joseph y Étienne Montgolfier, los inquietos hijos de un rico fabricante de papel de Annonay, una localidad al sur de Lyon.
Una carrera tecnológica
Los hermanos no tenían formación científica, pero conocían las
recientes teorías sobre las propiedades del aire, formuladas por químicos como
Cavendish, Priestley y Lavoisier, y realizaron varios experimentos con globos
de papel para demostrar que el aire caliente es más liviano que el atmosférico. El
4 de junio de 1783, en la plaza mayor de Annonay, en presencia de la nobleza
local y de una gran multitud, encendieron una hoguera alimentada con paja y
lana húmeda debajo de un gran globo de tela y papel, provisto de una abertura.
Ocho hombres sujetaban el globo mientras se hinchaba, y cuando soltaron las
amarras éste ascendió vigorosamente entre los aplausos de los espectadores
hasta perderse casi de vista. El aerostato, sin tripulación, recorrió alrededor
de dos kilómetros y descendió al enfriarse el aire en su interior.
Un
grupo de campesinos, aterrorizados ante el monstruo que había caído de los
cielos, lo recibieron al globo a pedradas y lo destrozaron con sus horcas y
cuchillos
La noticia sobre el experimento de los Montgolfier se difundió
enseguida por Francia y por todo el
continente europeo. Incitados por ella, Jacques
Charles y los hermanos Robert elaboraron un modelo diferente de globo, lleno no
de simple aire caliente, sino de un tipo de gas descubierto pocos años antes,
el hidrógeno. El 27 de agosto, ante miles de asistentes, lanzaron un globo
no tripulado en el Campo de Marte de París. El
globo recorrió unos 20 kilómetros y aterrizó unos 45 minutos después en Gonesse,
donde un grupo de campesinos, aterrorizados ante el monstruo que había caído de
los cielos, lo recibieron a pedradas y lo destrozaron con sus horcas y
cuchillos.
El
siguiente paso debía ser el de un vuelo tripulado por un humano
Lógicamente, el siguiente paso en esta «carrera espacial»
–aderezada por la rivalidad entre los Montgolfières de aire caliente y los
Charlières de hidrógeno, cada uno con sus partidarios– debía ser el de un vuelo
tripulado por un humano. Pero primero había que
cerciorarse de que un ser vivo podía sobrevivir en las alturas. El
19 de septiembre, Étienne Montgolfier, ante el
palacio de Versalles y en presencia de Luis
XVI y María
Antonieta, soltó un magnífico globo, de color
azul y con ornamentos dorados, cargado con una jaula de mimbre en cuyo interior
viajaban una oveja y unas aves. Tras elevarse unos 500
metros de altura, el aerostato descendió suavemente en el bosque de Vaucresson
y los animales resultaron ilesos. La valiente oveja regresó
al corral, donde recibió un trato de favor durante el resto de su vida.
Hombres voladores
Por fin, el 21 de noviembre, el científico Pilâtre
de Rozier y el marqués de Arlandes se
convirtieron en los primeros aeronautas de la historia. Ambos
iban en una galería que rodeaba el cuello del globo, un Montgolfier, desde la
que alimentaban con paja el brasero que ardía en el centro del aerostato. La
majestuosa cúpula azul y dorada se elevó desde un jardín al oeste de París y
sobrevoló la ciudad durante unos 25 minutos. La aeronave describió una serie de
lentos descensos en picado y se acercó peligrosamente a los tejados de algunas
casas. Muchos testigos dijeron más tarde que podían oír a los dos
hombres gritarse emocionadamente el uno al otro cuando pasaban por encima de
sus cabezas. El globo recorrió unos nueve kilómetros y aterrizó al sur de
París, donde los aeronautas fueron aclamados como héroes.
LA AVIADORA AMELIA
EARHART PUDO VIVIR COMO UNA NÁUFRAGA EN UN ISLA HASTA QUE MURIÓ
Apenas diez días después, cientos de miles de personas asistían en París al ascenso del globo de Jacques Charles y Nicolas-Louis Robert, que puede ser considerado como el primer vuelo realmente tripulado; mientras el globo de aire de los Montgolfier, de enormes dimensiones, resultaba prácticamente incontrolable, Charles y Robert aplicaron un sistema de regulación de la altitud mediante bolsas de arena a modo de lastre que iban lanzando por la borda. Jacques Charles dejó un relato de su experiencia: «Nada podrá igualar aquel momento de hilaridad total que me invadió el cuerpo en el momento de despegar. Me sentí como si estuviera volando lejos de la Tierra y de todos sus problemas para siempre. No fue simple deleite. Fue una especie de éxtasis físico». Su compañero Robert le susurró mientras volaban: «He terminado con la Tierra. Desde ahora, para mí sólo existe el cielo. Una calma tan total. Tal inmensidad…». Recorrieron unos 43 kilómetros y tomaron tierra en Nesles-la-Vallée, al norte de París, en unas tierras de labranza. Robert descendió de la canasta, pero el intrépido Charles se elevó de nuevo en solitario hasta alcanzar los 3.000 metros de altura, desde donde pudo contemplar la puesta de sol por segunda vez en un mismo día, en medio de un intenso frío y en abrumadora soledad.
Una moda europea
La «globomanía» se
desencadenó por toda Francia. La imagen de los aerostatos y los pilotos
aparecía hasta en las vajillas. En París se vendían globos a escala reducida,
con el gas incluido, para aquellos que quisieran realizar sus propios
experimentos. Los demás países se contagiaron de la fiebre. En el mes
de junio, la población madrileña de Aranjuez fue el escenario de la primera
experiencia con un globo tripulado en España,
a cargo del artista francés Charles Bouche, que casi acabó en tragedia al
incendiarse la envoltura del globo. Siguieron Escocia,
Inglaterra, Italia… Hasta finales de 1784 se hicieron 181 ascensos tripulados
en toda Europa. Luego, la moda de los globos decayó, a causa de los accidentes
mortales que empezaron a producirse, pero, sobre todo, por su dudosa utilidad
práctica.
Para saber más
La edad de los prodigios: terror y belleza en la ciencia del
Romanticismo. Richard Holmes.
Turner, Madrid, 2012.
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