sábado, 13 de julio de 2019

El Chavismo y la construcción de la violencia en Venezuela - Jo-ann Peña Angulo

Hablar de violencia es remitirse a uno de los aspectos más primitivos de la condición humana. Sigmund Freud señala el papel de los impulsos agresivos llamados impulsos destructivos al hablar de sus estudios sobre el origen de la conciencia humana. En la contestación a Albert Einstein en torno a la prevención de la guerra, Freud le expresa: “Estos instintos funcionan en cada ser vivo. Trabajan su ruina y reducen la vida a su estado primitivo o de materia inerte.  En efecto pueden ser llamados instintos de muerte[1]


El dolor, el sufrimiento infringido y la angustiosa muerte son perseguidas por estos instintos. La violencia se convierte aunque no se reconozca en una práctica común de la política. La violencia contra la disidencia, la oposición y como política de Estado, la violencia como instrumento para acallar, para golpear emocional y físicamente, la violencia incluso para dar ejemplo y lecciones morales. Todo esto lo ha hecho el chavismo en Venezuela no solo desde su ascenso al poder en 1999 sino desde el fatídico 4 de febrero 1992, cuando se mostraron en el escenario con la práctica violenta del golpe de Estado. No solo murieron hombres de armas sino que los militares golpistas atentaron vilmente en contra de los civiles, recordemos el asalto y asesinato de los trabajadores de Venezolana de Televisión. ¿Qué podía entonces esperarse de ellos?


Dice Norberto Bobbio: “La revolución es la tentativa acompañada del uso de la violencia de derribar a las autoridades existentes y de sustituirlas con el fin de efectuar profundos cambios en las relaciones políticas, en el ordenamiento jurídico-constitucional y en la esfera socio-económica”[2]


Se traza la ruta del odio y la violencia política en Venezuela en manos del chavismo, cuya narrativa heroica aderezada de resentimientos y sueños rotos, deslumbró a gran parte de los venezolanos. Lo expreso así en mi tesis de pregrado Sacralización y Satanización Política: El Imaginario Cultural en Venezuela (1990-2006), del 2008:


Este sector insurgente del 4 de Febrero se articula con el 27 Febrero, dando lugar a un constante y difundido mensaje de “heroicidad” hacia la masas, cuya finalidad era transmitirles la idea del fin y el inicio de unas nuevas estructuras sociales, políticas, culturales y económicas. En la superficie de este discurso se expresa el maniqueísmo de “satanizar” el pasado inmediato y “sacralizar” el pasado heroico de los héroes realizado en un futuro que ellos, los insurgentes, representarán”[3].


El odio y la violencia son esenciales en su “revolución”. El chavismo nunca lo ocultó, en realidad no fue necesario hacerlo, sus simpatizantes querían venganza e igualdad, y ellos supieron encarnarlas. Vengarse de la institucionalidad democrática establecida, de aquella que los olvidó, y como toda venganza necesita exteriorizarse, aparecen las víctimas. Lo afirma Freud: “El instinto de la muerte se convierte en un impulso para la destrucción cuando, con la ayuda de ciertos órganos, dirige sus acciones hacia afuera, contra objetos externos”[4]


El mecanismo de la violencia del chavismo se fue estructurando hasta convertirse en política de Estado. En este contexto, la construcción del imaginario de la violencia tuvo un papel estelar, enmarcado en la lucha maniqueísta de buenos y malos. Se convirtió en tarea primordial la construcción de un enemigo, que le permitiría al chavismo ganar y consolidar el apoyo popular. Se unen así narrativas, discursos, polisemias, en la divulgación y justificación histórica de la violencia del chavismo.


En su génesis, las ambiciones de transformar radicalmente los valores y significaciones de la sociedad venezolana, ameritaba la creación de un imaginario instituyente, que incorporara a la violencia y sus distintos mecanismos, todos con un mismo fin, destruir a la víctima: la oposición y la disidencia.


El procedimiento resulta lógico: 1. Señalamiento de la víctima.  2. Creación y divulgación de su “delito” 3. Montaje jurídico y policial del caso 4. Divulgación masiva de su versión del hecho 5. Infringir sufrimiento y humillación. En todos y cada uno de estos pasos, las representaciones simbólicas creadas por el chavismo buscan no solo castigar a las víctimas sino persuadir y convencer a las masas. Los impulsos destructivos consiguen su fin: la destrucción de la víctima.


Tener a la mano, a quien culpar y señalar, es una práctica que les ha funcionado. Bien nos dice Freud que cuando estos instintos sobrepasan cierto nivel y llegan a gran escala, refiere a un “estado mórbido”, en el cual la lógica dicta hacer daño y destruir. En este proceso la violencia es el medio para lograrlo. Cuando esto se combina con un hábil sistema de representaciones, se justifica su aplicación. Es tal su eficacia, que la mayoría de los simpatizantes y seguidores del chavismo obviaron el dolor de las víctimas. La excusa y la indiferencia estaban a la orden del día.


En este contexto resulta interesante lo que expresa Freud: “El bolchevique, aspira eliminar la agresividad humana asegurando la satisfacción de las necesidades materiales y haciendo cumplir la igualdad entre hombre y el hombre. Para mí esta esperanza me parece vana. Mientras tanto, perfeccionan sus armamentos y su odio a los outsiders, no es el menor de los factores de cohesión entre ellos”[5]. ¿No es acaso la misma práctica del chavismo?


En el discurso del encanto de la igualdad, supo el chavismo colar la violencia y el odio. Son parte de su naturaleza, nunca lo ocultó, así se fue consolidando en el poder real e imaginario. De allí, que el militarismo haya copado todos los espacios y sea la represión y el castigo a las víctimas, el mecanismo para conseguir la sumisión


Referencias


[1]  Albert Einstein and Sigmund Freud: Why War? p.45

[2] Norberto Bobbio. Diccionario de Política, p. 1412

[3] Tesis de pregrado Sacralización y Satanización Política: El Imaginario Cultural en Venezuela (1990-2006), ULA, p.93

[4]  Albert Einstein and Sigmund Freud: Why War? p.45

[5]  Ibid,  p.49

Imagen: Chávez y Maduro. Foto: AFP

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