Acuciado por la grave crisis que
sufrimos desde que los venezolanos se lanzarán, como la piara de cerdos de las
escrituras al abismo de sus desafueros, en algún momento quise llevar a cabo
con algunos amigos profesores de filosofía – decir filósofos son palabras
mayores, inimaginables en Venezuela – una reflexión sobre la naturaleza de
Venezuela, dar con su esencia, desentrañar, heideggerianamente hablando, su Ser
y su Tiempo. ¿Cabe definir filosófica, ontológicamente a los pueblos? ¿O
debemos limitarnos a conocer, ónticamente, su
historia y destilar sus enseñanzas a partir de la forma como ha resuelto, bien
o mal, sus tropiezos fundacionales?
Hay, desde luego, una respuesta
inmediata que nos da las claves: todos los pueblos, acotados en sus
territorios, poblados por sus nacionales y definidos políticamente por la forma
de sus Estados, muestran un perfil relevante. Que los caracteriza. El ser de un
pueblo sería, así, el conjunto de usos, hábitos y costumbres que lo
individualizan. Su particular forma de lenguaje común. Sus tendencias políticas
dominantes. Sus inclinaciones. Si es que cabe considerarlas definitorias en un
mundo telemáticamente globalizado, homogeneizado por los medios, enhebrados por
una red infinita de inter comunicaciones que han derribado fronteras y límites
centenarios, si no milenarios.
Algunas de esas constantes nos son
reveladas por testimonios históricos que los destilaron en su momento como
señales de identidad del país que se sacudía los lazos coloniales e intentaba
construir su identidad republicana. De ellos, pocos más significativos que las
memorias del primer embajador de Inglaterra en Caracas, Sir Robert Kerr Porter,
primorosamente editadas por la Fundación Polar. Culto, curioso y perspicaz,
Kerr Porter llama la atención de algunos hechos que podrían pasar inadvertidos
si no continuaran definiendo el comportamiento del venezolano de hoy,
transcurridos dos siglos desde que fueran destacados. ¿Pueden darnos las claves
de la esencia, del Ser de Venezuela? Tanto más que difieren de las observaciones
realizadas por otros visitantes europeos en otras naciones del continente. Como
las anotadas por esos mismos años por María Graham, la esposa de un capitán de
la marina mercante inglesa de pasó por Chile con los restos de su esposo,
muerto durante la travesía del Estrecho de Magallanes.
En Chile, el ascetismo, la pobreza de
las costumbres, el rigor del clima, el escaso desarrollo civilizatorio. En
Venezuela, desde luego: el hedonismo tropical, la barbarie imperante, la
exuberante naturaleza, el enriquecimiento súbito de los próceres
independentistas, con la excepción de Bolívar, arruinado física, material y
espiritualmente tras del esfuerzo que terminara pagando con su vida. La
opulencia, un poco burda, vulgar y desarrapada, sin finesa alguna, de la vida
del mejor amigo de Kerr Porter, el general José Antonio Páez. Con quien solía
celebrar largas cabalgatas y participar del alucinante manejo de sus miles de
reses. Y quien al cabo de su participación en la guerra ha pasado de ser un
joven capataz analfabeta – el catire Páez- a ser el primer estanciero de la
Venezuela independiente, propietario de varios fundos de cientos de kilómetros
cuadrados y decenas de miles de reses. Marta Graham no encontró nada semejante
en Chile. La modesta fortuna de O’Higgins, una hacienda al sur de Concepción y
una ganadería de dos mil reses, los había recibido en herencia a la muerte de
su padre, el gobernador de la provincia y luego virrey del Perú, el irlandés
Ambrosio O’Higgins. Quien, aunque le legó su apellido y sus bienes, le negó su
título de nobleza, Marqués del Maule.
Otra de esas características: los
bienes públicos indebidamente apropiados como base de ese enriquecimiento.
Cuenta Kerr Porter haberse enterado de una compra de armas ordenada por Mariño,
quien le informara personalmente del suceso, para preparar unos cuerpos de
ejército con los que enfrentar la rebelión de negros barloventeños que
amenazaban la paz de la capital. De los fondos destinados a tal fin,
trescientos mil dólares, la mitad le correspondería como comisión al mismo
Mariño. Y por último, el electoralismo como variable de la ludopatía nacional,
de la que tanto se quejara el Libertador, si bien no desperdiciara momento para
no jugar a las cartas con sus edecanes y acompañantes. Y la naturaleza
delincuencial de los procesos electorales venezolanos. No conozco caso
semejante en ningún país de los que he llegado a conocer en el Viejo y en el
Nuevo Mundo, apostillaba Kerr Porter.
¿Son la violencia inhumana y brutal y
la imposición de las armas como medios de resolver sus querellas, la corrupción
y el enriquecimiento súbito de nuevas élites ladronas y estafadoras salidas de
la nada – ayer los doce apóstoles y sus bustos parlantes de corifeos
evangelistas y hoy la zarrapastra muerta de hambre elevada al primer mundo,
encabezadas por Sarría, el tuerto Andrade, Ramírez o las consentidas del
caudillo gracias al saqueo y el narcotráfico? Sin contar la ludopatía y el
fraude como esencia de sus procesos electorales. ¿Son esas las características
ontológicas del ser nacional? ¿El igualitarismo antes que la libertad, el abuso
antes que la justicia, el placer antes que el deber y el sentido del honor?
¿Son esas las características más destacadas de la llamada “revolución
bolivariana”? ¿Esto es Venezuela?
Pensar, nos dice la experiencia,
consiste en establecer las diferencias, rehuir las generalizaciones y destilar
lo sustantivo, irreductible e idiosincrático. ¿Puede el entendimiento y el afán
de convivencia llevar a la tolerancia recíproca de dos gobiernos antagónicos
por principio y enemigos por naturaleza? ¿Puede la tiranía compartir espacios
con la democracia? ¿Puede un vasallo servir a dos amos? ¿Puede la Constitución
servir para todos y cualquier fin?
Son las preguntas prácticas que he
deseado responder ontológica, filosóficamente. Temo caer en la celada marxista:
la historia, no la filosofía, es la ciencia de las ciencias. Cambiar, no
interpretar la realidad, es el imperativo categórico de la nueva filosofía. La
pregunta sigue en pie: ¿saldremos de esta encrucijada? Que Dios nos ampare
mientras damos con la respuesta.
20 junio, 2019
A José Rafael Herrera
@sangarccs
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