jueves, 20 de junio de 2019

El ser y el tiempo que enfrentamos - Antonio Sánchez García



Acuciado por la grave crisis que sufrimos desde que los venezolanos se lanzarán, como la piara de cerdos de las escrituras al abismo de sus desafueros, en algún momento quise llevar a cabo con algunos amigos profesores de filosofía – decir filósofos son palabras mayores, inimaginables en Venezuela – una reflexión sobre la naturaleza de Venezuela, dar con su esencia, desentrañar, heideggerianamente hablando, su Ser y su Tiempo. ¿Cabe definir filosófica, ontológicamente a los pueblos? ¿O debemos limitarnos a conocer, ónticamente, su historia y destilar sus enseñanzas a partir de la forma como ha resuelto, bien o mal, sus tropiezos fundacionales?


Hay, desde luego, una respuesta inmediata que nos da las claves: todos los pueblos, acotados en sus territorios, poblados por sus nacionales y definidos políticamente por la forma de sus Estados, muestran un perfil relevante. Que los caracteriza. El ser de un pueblo sería, así, el conjunto de usos, hábitos y costumbres que lo individualizan. Su particular forma de lenguaje común. Sus tendencias políticas dominantes. Sus inclinaciones. Si es que cabe considerarlas definitorias en un mundo telemáticamente globalizado, homogeneizado por los medios, enhebrados por una red infinita de inter comunicaciones que han derribado fronteras y límites centenarios, si no milenarios.

Algunas de esas constantes nos son reveladas por testimonios históricos que los destilaron en su momento como señales de identidad del país que se sacudía los lazos coloniales e intentaba construir su identidad republicana. De ellos, pocos más significativos que las memorias del primer embajador de Inglaterra en Caracas, Sir Robert Kerr Porter, primorosamente editadas por la Fundación Polar. Culto, curioso y perspicaz, Kerr Porter llama la atención de algunos hechos que podrían pasar inadvertidos si no continuaran definiendo el comportamiento del venezolano de hoy, transcurridos dos siglos desde que fueran destacados. ¿Pueden darnos las claves de la esencia, del Ser de Venezuela? Tanto más que difieren de las observaciones realizadas por otros visitantes europeos en otras naciones del continente. Como las anotadas por esos mismos años por María Graham, la esposa de un capitán de la marina mercante inglesa de pasó por Chile con los restos de su esposo, muerto durante la travesía del Estrecho de Magallanes.

En Chile, el ascetismo, la pobreza de las costumbres, el rigor del clima, el escaso desarrollo civilizatorio. En Venezuela, desde luego: el hedonismo tropical, la barbarie imperante, la exuberante naturaleza, el enriquecimiento súbito de los próceres independentistas, con la excepción de Bolívar, arruinado física, material y espiritualmente tras del esfuerzo que terminara pagando con su vida. La opulencia, un poco burda, vulgar y desarrapada, sin finesa alguna, de la vida del mejor amigo de Kerr Porter, el general José Antonio Páez. Con quien solía celebrar largas cabalgatas y participar del alucinante manejo de sus miles de reses. Y quien al cabo de su participación en la guerra ha pasado de ser un joven capataz analfabeta – el catire Páez- a ser el primer estanciero de la Venezuela independiente, propietario de varios fundos de cientos de kilómetros cuadrados y decenas de miles de reses. Marta Graham no encontró nada semejante en Chile. La modesta fortuna de O’Higgins, una hacienda al sur de Concepción y una ganadería de dos mil reses, los había recibido en herencia a la muerte de su padre, el gobernador de la provincia y luego virrey del Perú, el irlandés Ambrosio O’Higgins. Quien, aunque le legó su apellido y sus bienes, le negó su título de nobleza, Marqués del Maule.

Otra de esas características: los bienes públicos indebidamente apropiados como base de ese enriquecimiento. Cuenta Kerr Porter haberse enterado de una compra de armas ordenada por Mariño, quien le informara personalmente del suceso, para preparar unos cuerpos de ejército con los que enfrentar la rebelión de negros barloventeños que amenazaban la paz de la capital. De los fondos destinados a tal fin, trescientos mil dólares, la mitad le correspondería como comisión al mismo Mariño. Y por último, el electoralismo como variable de la ludopatía nacional, de la que tanto se quejara el Libertador, si bien no desperdiciara momento para no jugar a las cartas con sus edecanes y acompañantes. Y la naturaleza delincuencial de los procesos electorales venezolanos. No conozco caso semejante en ningún país de los que he llegado a conocer en el Viejo y en el Nuevo Mundo, apostillaba Kerr Porter.

¿Son la violencia inhumana y brutal y la imposición de las armas como medios de resolver sus querellas, la corrupción y el enriquecimiento súbito de nuevas élites ladronas y estafadoras salidas de la nada – ayer los doce apóstoles y sus bustos parlantes de corifeos evangelistas y hoy la zarrapastra muerta de hambre elevada al primer mundo, encabezadas por Sarría, el tuerto Andrade, Ramírez o las consentidas del caudillo gracias al saqueo y el narcotráfico? Sin contar la ludopatía y el fraude como esencia de sus procesos electorales. ¿Son esas las características ontológicas del ser nacional? ¿El igualitarismo antes que la libertad, el abuso antes que la justicia, el placer antes que el deber y el sentido del honor? ¿Son esas las características más destacadas de la llamada “revolución bolivariana”? ¿Esto es Venezuela?

Pensar, nos dice la experiencia, consiste en establecer las diferencias, rehuir las generalizaciones y destilar lo sustantivo, irreductible e idiosincrático. ¿Puede el entendimiento y el afán de convivencia llevar a la tolerancia recíproca de dos gobiernos antagónicos por principio y enemigos por naturaleza? ¿Puede la tiranía compartir espacios con la democracia? ¿Puede un vasallo servir a dos amos? ¿Puede la Constitución servir para todos y cualquier fin?

Son las preguntas prácticas que he deseado responder ontológica, filosóficamente. Temo caer en la celada marxista: la historia, no la filosofía, es la ciencia de las ciencias. Cambiar, no interpretar la realidad, es el imperativo categórico de la nueva filosofía. La pregunta sigue en pie: ¿saldremos de esta encrucijada? Que Dios nos ampare mientras damos con la respuesta.

20 junio, 2019

A José Rafael Herrera


@sangarccs


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