2019 es el año final y habrá un nuevo comienzo de cara
al 2020, de eso no tengo ya la menor de las dudas. Sobre las que si tengo, es
sobre lo que he reiterado hasta el cansancio en mis artículos, que posiblemente
a muchos no les guste este final y el nuevo comienzo. Vienen cambios y están a
la vuelta de la esquina, mientras las fuerzas democráticas tienen por delante
el reto más difícil de toda su existencia, hacer un giro de 180 grados, dejar
de pensar que clavarse cuchillos argumentando que es “competencia democrática”,
definir una estrategia completamente distinta y trabajar a marcha rápida y
forzada los cien días siguientes, pues estos serán los definitivos para
demostrar que pueden ser exitosos y sobre todo ser aptos y estar preparados
para gobernar a Venezuela o la comunidad internacional aceptará las
alternativas que se estarían negociando y no precisamente en Oslo.
Seamos honestos, ni en los sueños más salvajes nos
habríamos imaginado que los norteamericanos estaban hablando con el sector más
“cubano” de las Fuerza Armada. Hasta hace unos días, usted ni siquiera
imaginaba que era factible que el poderoso y temible jefe de la policía
política estuviera: “en la nómina de la CIA” y que además hablara con Trump de
las sanciones. Hasta hace unos días usted ni siquiera sospechaba que los mil
millonarios sancionados negociaban con Estados Unidos en nombre del chavismo y
que los más altos personeros estaban sacando cuentas y ajustando cálculos con
los estadounidenses, a ver cuanto dinero salvan. Hasta hace unos días, usted
pensaba que tenían un santuario en República Dominicana y no tenía idea que:
“la mayoría quiere el cambio”.
Imaginemos por las palabras de Abrams lo que no
sabemos, preparémonos para lo que desconocemos y estamos a punto de saber,
porque esas negociaciones se llevan a cabo a escala planetaria. Pero ¿cuál
cambio es el que viene?. Veamos...
Para entender nuestra realidad, recurro a tres citas
de Winston Churchill : “De nada sirve decir: «Lo estamos haciendo lo mejor
posible». Tienes que hacer lo que sea necesario para tener éxito”, “El éxito no
es el final, el fracaso no es fatal: es el coraje de continuar lo que cuenta”,
“Puede que la crítica no sea agradable, pero es necesaria. Cumple la misma
función que el dolor en el cuerpo humano. Llama la atención de un estado de
cosas no saludable”.
Comencemos por ver la foto del costosísimo 30 de
Abril, en la que se habría perdido el apoyo de algunos gobiernos y
posteriormente la aparición de Oslo, que representan oficialmente la
culminación adelantada de la luna de miel del presidente (e) Juan Guaidó. No es
algo malo, ese adelanto también le pasó a Kennedy en un abril con Bahía de
Cochinos, simplemente comienza el periodo en el que el apoyo estaría
condicionado por el: “si no lo hiciere, que Dios y la Patria os lo demanden”.
Más que la sentencia final de un juramento que acarrea un gran compromiso en el
ejercicio de la función presidencial, es una sentencia lapidaria que ha recaído
sobre todos los Presidentes constitucionales de Venezuela.
Ahora bien, el antichavismo como un todo también tiene
la obligación de revisarse, porque una cosa es lo que piensa de sí mismo aquí
adentro y otra muy distinta como nos ven desde afuera. Y más si vuelve como un
De javú a cometer los mismos errores de 1998, 2002, 2014 y 2017.
La principal vulnerabilidad del antichavismo (no somos
oposición) se vio claramente reflejada con la llegada de Juan Guaidó, cuyo
mayor adversario es su inmensa popularidad. A partir de ese momento se
desataron los demonios internos y la comunidad internacional ha visto en estos
meses como varias facciones de la otrora oposición entraron en una guerra a
cuchillos, e incluso Guaidó ha tenido desde el primer día una rivalidad
permanente en su propio partido, gravísimo error porque están demostrando –como
equipo- que con ese comportamiento no tienen manera de garantizar alguna
gobernabilidad. Y aquí el problema no es el partido, que no ha ganado la
presidencia con votos, el problema es no entender que la prioridad es
Venezuela, construirla desde cero rescatando los principios republicanos e
instaurando la democracia. Ya que luego llegarán los tiempos de aspirar, cómo
es lógico, pero ahora el enfrentamiento y el sectarismo, es destructivo.
Y es que la gobernabilidad no es un tema de ganar
elecciones, ni de popularidad, ni de tener una presentación de PowerPoint, se
trata de un asunto delicado y complejo, formar gobierno y aplicar programas de
gobierno a través de mayorías y de consensos. Y eso es precisamente lo que
quiere ver de nosotros la comunidad internacional. Y el antichavismo
-como un todo- está muy lejos, siquiera de entenderlo. Lamentablemente.
Por otra parte el problema de Oslo como siempre no es
el dialogo, ni la negociación. Un canal que he dicho hasta el cansancio debía
ser continuo, bajo reglas técnicas concretas, con negociadores o facilitadores
profesionales y con las garantías de un país neutral y serio, pero con la
protección a los negociadores de las potencias involucradas en Venezuela, así
como unas precondiciones mínimas y objetivas. Es decir un mecanismo
transparente y técnico de negociación permanente y profesional, que hasta la
fecha, sigue sin existir. Por qué lo digo? Porque han cometido el pecado mayor
en este tipo de procesos, esconderlo.
Pero a la fecha, es la imagen internacional del
“antichavismo” el problema más serio que tiene de cara al segundo semestre.
Internamente se piensa exitosa, pero tales éxitos no son percibidos afuera.
Internamente prevalece la visión que 56 países apoyan a Guaidó, pero dentro de
esos países, la verdad es que reconocen a ambas partes en conflicto.
Internamente se cree en la versión victoriosa que sostiene que el 23-F logramos
demostrarle al mundo la naturaleza del régimen, pero en esos países ya sabían
la naturaleza del régimen y lo que demostramos es el exiguo poder y el divorcio
con la FAN. Esto último no es nuevo, la dirigencia política venezolana nunca ha
entendido que ocurre puertas adentro y tampoco se han ocupado de estudiar su
comportamiento e intereses. De allí que los mensajes nunca lleguen. Digan lo
que digan y hablen con quien hablen, no llegan.
Es de esta forma que debemos comprender la costosa
debacle del 30 de abril, una “victoria” más a lo interno, pero en la versión de
la comunidad internacional fue la estocada a un toro cuya faena ha sido
infortunada. Si el 23 de Febrero se entibió Trump y buena parte del apoyo duro
de Latinoamérica, el 30 de abril Venezuela fue una bomba en los cimientos de
Brasil, cuando el gabinete de Bolsonaro exclamó: “un acto de ingenuidad” y el
vicepresidente expresó: “no fue la mejor decisión de Guaidó” (Sao Paulo)
mientras el general Augusto Heleno Rivero, asesor del Presidente y jefe de la
Casa Militar explicó que: “parecía una pelea de hinchas de futbol” (O Globo) y
en rueda de prensa sentenció: “es una prueba de que no hay grandes líderes para
conducir una acción más contundente y también parece que no hay suficiente
entusiasmo por parte de la población” (Veja). Eso amigos, es la imagen que hay
que evitar a toda costa. Los hinchas no son los que están en el campo, son los
jugadores profesionales.
El ya “viejo” liderazgo debe entender y ayudar a los
jóvenes a comprender que no solo se trata de cómo se sale del problema, ni de
negociar, ni de invadir, ni del TIAR, ni del 187, sino de a quien le entreguen
el gobierno posteriormente y quienes estarán en capacidad de formar gobierno y
garantizar poder sostenerse en el poder. No hay un solo precedente histórico
donde la comunidad internacional le entregara ese poder a una minoría, ni a
quienes no estén dispuestos a reagruparse para formar un gobierno en mayoría y
eso incluye al chavismo, (la comunidad internacional no ve cambios sin el
chavismo incluído, empiecen a digerirlo) pero de lo que si estoy segura es que
no lo entregará a los del concierto y la ayuda humanitaria, mucho menos, a los
organizadores del 30 de abril, hasta que demuestren ser exitosos.
Por eso la sorpresa más grande nos llega de los
Estados Unidos que, tras el fiasco del 23 de febrero, también pareciera que
cambiaron su postura y por eso el 30 de Abril nos trajo otras sorpresas. Nos
enteramos que estaban negociando desde febrero directamente con el régimen un
cambio y estaban dispuestos a aceptar una nueva propuesta de gobernabilidad, lo
que demuestra que Trump está cambiando, como Bolsonaro, de dirección. La salida
luce ya bastante clara y que será negociada, los casos de Nicaragua y Chile
pareciera que serán tomados en cuenta, porque aquellas fueron transiciones
tuteladas que garantizaron la estabilidad, la misma que no parecen estar en
capacidad de proporcionar los nuestros.
La comunidad internacional escuchó claramente a Pompeo
filtrar (sea privado o no) que la atomización opositora no garantiza el futuro
y a Abrams expresar “la importancia del chavismo”. Con esa frase dejó entrever
la necesidad de un gobierno tutelado y que el nuevo estaría conformado
como “el Consejo de Estado”, es decir un régimen híbrido con presencia
opositora como “mejor proyecto” para “lograr la estabilidad de la nación”. Y
eso es lo que estaría detrás de las negociaciones y lo que vendrá, si los
negociadores chavistas dan con la propuesta correcta. Ante este escenario,
Venezuela amanecería libre del socialismo, pero no libre del todo de lo que
muchos consideran: “la usurpación”.
Por eso mi sugerencia para estos cien días siguientes
para las fuerzas democráticas es el cambio inmediato en la estrategia, pues se
están jugando nada menos que el destino de Venezuela y el de ellos, en estas
negociaciones (y repito no precisamente en las de Oslo). En estos cien días
tienen que cambiar la imagen y posicionarse como gobierno. Así que si se
comprometen con un concierto y a recaudar cien millones, recaudémoslos. Si
decimos que la ayuda humanitaria entrará, que entre, si decimos que vamos a
hacer un plan público de salud, hagámoslo, si vamos a hacer una huelga,
cumplamos nuestra palabra. Si hemos jurado “asumir las competencias”
asumámoslas. Porque si no tenemos apoyo para gobernar y no somos exitosos,
sencillamente no somos los que gobernaremos, nunca.
Debemos abandonar la ingenuidad, las políticas
erradas, la pésima ejecutoria, y dejar de demostrar el escaso apoyo del poder
de facto. Pero más aún abandonar la pelea a cuchillos interna y el reto
permanente al líder constitucional y popular, pues es la foto que están viendo
afuera constantemente. Llegó pues el momento de cambiar en estos cien días y
exigir un trabajo metódico y formal, y sobre todo el cese de las facciones en
pugna
Busquen urgentemente reagruparse y unan esfuerzos hoy, que ya mañana
podrán asumir sus posiciones de lucha y aspiraciones políticas. Hoy no tienen
país para hacerlo. Entiendan de una vez.
Institucionalicen el proceso, cuiden las formas para
que las formas cuiden de ustedes. Den apariencia de estar rescatando los
Poderes Públicos y las instituciones, reflejen seriedad republicana y
compórtense como demócratas a carta cabal. La democracia no es votar, es
consenso y el gobierno interino reposa sobre las bases de los partidos
políticos que hacen vida en la Asamblea Nacional, en las decisiones conjuntas y
sobre todo en las ejecuciones de las mismas, es donde se demuestra que están
aptos para gobernar.
También les recomiendo abandonar dogmas absurdos e
ingenuos que hacen mucho daño a estos procesos por crear falsas expectativas,
como por ejemplo que podremos gobernar solo porque hicimos elecciones libres y
salió electo alguien en minoría, como si Venezuela fuera una democracia
consolidada o mantras que representan camisas de fuerza como el del “Cese de la
usurpación”. Volvamos sobre la mesa de planificación y modelemos un plan y un
futuro realista o de otro modo quienes están negociando nuestra libertad,
tomarán las decisiones por nosotros. Y como se deduce por las palabras y
mensajes, ya no tan subliminales de Pompeo y Abrams, hay quienes van
adelantados y nos llevan ventaja.
Así que como en Oslo, esa negociación sigue su curso
en el chavismo y seguramente afinan esas propuestas de nueva gobernabilidad y
el problema lógico es que en los próximos cien días, nos llevemos más
sorpresas. Y si alguno de ellos hace exactamente la propuesta correcta y se da
con una formula de gobierno, casi Venezuela entera y la comunidad internacional
lo celebrará y respirará aliviada, aunque hayamos vuelto a 1945 y represente el
fin de una fuerza política, tal y como la conocemos.
A menos que Venezuela sea reducida a cenizas por la
idiotez, la Venezuela que viene no será una de vencedores y vencidos. En
cualquier mañana de estas los venezolanos nos levantaremos con un cambio. Pero
hoy la oposición tiene que evitar que Trump diga: “Están despedidos”, porque al
fin y al cabo, el 30-A demostró que varios contendientes se disputan ganar en
este capitulo de “El Aprendiz” y como lo ha demostrado Trump hasta el
cansancio, no hay celebridad que valga.
Cambiemos, se los ruego por Venezuela y los
venezolanos que hoy estamos en riesgo, por el futuro y nuestra paz, por favor
háganlo, que aún estamos a tiempo.
11 de junio de 2019
América 2.1
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