Uno de los hijos del cantante
chileno Lucho Gatica informó a través de sus redes sociales del fallecimiento
del cantante este martes el cual ya tenía 90 años de edad.
“Buen viaje, te amo”, escribió uno de sus hijos Luis Gatica en su
cuenta de Instagram. El fallecimiento del artista también fue informado por la
periodista chilena Fernanda Familiar según lo reseñado por la emisora
chilena AdnRadio.
“Su familia me autoriza dar la noticia. El mundo de la música está
de Luto. Se va uno de los grandes amados por México, Chile y Latinoamérica.
Descansa en paz querido amigo, querido padre, querido abuelo. Te amamos”, dijo.
Gatica quien llegó a ser conocido como “El Rey del Bolero” nació
en la ciudad chilena de Rancagua el 11 de agosto de 1928, además de ser
conocido también como “la figura más gloriosa de la música popular universal
surgida en Chile” y con más de 800 canciones grabadas a lo largo de su carrera
como músico.
Su trabajo como cantante le permitió codearse con las mayores
estrellas de mediados del siglo XX, como Elvis Presley, Frank Sinatra, los
Beatles o Julio Iglesias, y además también participó en la elaboración del
catálogo que cimentó el “revival” del bolero en los años 90, impulsado por
artistas como Luis Miguel.
Falleció Lucho Gatica
13 noviembre, 2018
Oleg Kostko / foto: El Universal (MX) / 13 nov 2018.-
Bolero somos (En recuerdo a Lucho
Gatica)
Leandro Area Pereira
14 noviembre, 2018
El Bolero es una forma especial de vivir y amar que
en su contenido más profundo evoca una añoranza que se resiste a ser desatada
de la memoria ingrata. Es vínculo de oro inaudible que se persigue y a veces
nos encuentra sorprendidos en el deslave del presente en el que correr sin
sentido ni elegancia es el ritmo de moda. Sin mal decir. Al escuchar un bolero
nos damos cuenta de la distancia que existe entre lo que somos y lo que dejamos
de ser. O puede también que sea motivo para presentir. En todo caso es un
radar.
A las mujeres de la casa me parece estarlas
oyendo desde el zaguán que da a la calle fraterna. Cantan, silban, entonan,
cocinan en conversa con gusto a café y olor de aliños matutinos. Pero en verdad
es la música venezolana la que acude a esas horas de pájaros. Tono mañanero el
de nuestra música llanera. No debe existir en el mundo otro sonido tan parecido
al despertar de la naturaleza, a veces superada por él. Canto especial para
acompañar y compartir esas primeras horas de la jornada. En juego de matices y
gustos entran a competir los valses criollos, las danzas zulianas o los polos
margariteños, las novedades juveniles y los éxitos extranjeros. Pero ya entrada
la tarde, cuando esos mismos pájaros que llegaron se van, aparece invitado de
honor el bolero con vigor de nostalgia, de amor y de secreto, de ansiedad y
tarareos sublimes, para sólo despedirse nuevamente al amanecer. Ahora es la
radio que asume la batuta de esa orquesta inaudita de estrellas al alcance de
la mano.
¡Qué decir de la
adolescencia! Tiempo fugaz de hormonas impacientes. Música por doquier más allá
de familia o escuela. A través de ella, con los amigos cruzamos otros puentes
definitivos de la personalidad. Nos hace suponer independientes y libres. Y lo
fuimos pues permitió multiplicar el horizonte escaso a través del perfume
nocturno, del embrujo del pañuelo enamorado, de las primeras letras del amor
casi siempre esquivo e incomprendido. Para bien. El romance, el corazón
palpitante a la salida del liceo para irnos a ver con quien no nos iba a
reconocer. Amor de lejos que se convertía en verdad por magia de la
música y su poder de encantamiento. Otra historia era la de aprender a cantar o
charrasquear un instrumento para oírnos, para decirnos. Comulgar en la divina
fiesta del ensayo callejero con un cuatrico de tres cuerdas mal afinadas,
sentados por ahí bajo la luz de un farol. El bolero, a esa hora de serenateros
precoces, es todavía raya amarilla, cosa de grandes, nocturnidad pecaminosa que
ya apetece.
De adultos, el bolero ocupa para los
latinoamericanos y más allá, territorio común de expresión, forma de ser para
mirar al mundo y caminar por él con la luz de la sensualidad. Sudor igualitario
bañado a ritmo de sueño y despertar, en esta etapa de la vida pretende ser bailado
para expresar, en movimientos propiciatorios, la búsqueda de paraísos
profundos. Para que ya si puede ser más tarde. Aliento convertido en pecado.
El bolero es un arte social de riqueza
humana incontestable que a diferencia del tango, baile ajedrezado que ha sido
definido como “un pensamiento triste que se baila”, quizás sea la imaginaria
línea divisoria que espera a que dos seres humanos se abracen y borren por fin
en unidad de uno.
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