viernes, 20 de julio de 2018

Carta abierta a Wilmar Castro Soteldo - Juan Ramón Guzmán



Querido Hermano Mío:

Te escribo con el cariño y la fraternidad que siempre te profeso. A Caracas se dirige una marcha campesina, que, según manifiestan sus organizadores, llegará al Palacio de Miraflores y tratará de comunicarse con el Presidente. Por la firmeza de sus reclamos y por la forma en que se han organizado, intuyo que no quieren verse contigo. El viernes la ví, a la altura de Río Caro. Iban a pie como 200 campesinos desarrapados, por el hombrillo de la autopista, con sus banderas hechas por su propio ingenio, raídas y descoloridas algunas, por cierto. El corazón se me estremeció. Porque en ellos ví a Chávez, y a la Revolución Bolivariana, a esa misma Revolución Bolivariana tan apaleada que por momentos siento desaparecida, saliendo de los más profundos intersticios telúricos. Estimo que de pueblo en pueblo, se les irán sumando campesinos y campesinas, hasta concentrar una gigantesca masa crítica en las puertas de Caracas.


Sé que es una marcha honesta. Basta verlos. Al frente no iban ni Miguel Ulises Moreno ni José Agustín Campos. Pero tampoco iban al frente, y por fortuna para esos campesinos que marchan, ni Braulio Álvarez ni Enma Ortega, ni mucho Orlando Zambrano, con esos sombreros de cogollos nuevecitos tipo El Silbón, que suele lucir en los potes de humo que la burocracia agraria oficial de cuando en cuando le organiza al Presidente. No. A ninguno de ellos atisbé, en aquella caminata zamorana de desarrapados, donde no había, por fortuna también, ni la mínima señal de la agencia de publicidad corporativa que “monta” “los eventos” masivos del “chavismo”.

Así ellos no quieran verte, ábrele los espacios democráticos de la República para que se expresen, coordina con quien tengas que coordinar para que culminen con éxito el propósito que tienen. No protejas al funcionario que te denuncien. Arráncale la cabeza al que te señalen, porque estoy seguro, tal cual como pasa en otros sectores de nuestro Gobierno, ese alguien señalado ha de ser el responsable de todo el descontento acumulado. Igual del desánimo que reina en nuestras filas, hermano. ¡Cero cabronería con los burócratas!

Viendo a esos campesinos caminar, tan empobrecidos materialmente, pero gigantes en moral, me recordé de Pascualina Curcio Curcio, mi alter ego en economía política. La agricultura campesina y familiar, ojo, me estoy fusilando a la profesora, no son palabras mías, nunca ha desabastecido al mercado nacional de hortalizas, aliños, verduras y frutas, pese no recibir dólares preferenciales y no acceder al financiamiento público como debería. 

En tanto que, la agroindustria y las transnacionales de la alimentación, que entre 2003 y 2014, recibieron 2,6 veces más dinero del Estado que todo el dinero recibido entre 1970 y 2002, se sumaron a la guerra económica, y desaparecieron los productos que fabrican de los anaqueles. Esos campesinos encarnan a esa agricultura familiar. Óyelos, acompáñalos, y que se abra el debate que tanto se ha pedido, que tanto hemos pedido…

Esta mañanita llamé a Nelson Escobar por teléfono, para hablarle de mi impresión acerca de esta marcha campesina. Y le dije textualmente: “Nelson, se necesita un resurgir del pueblo. Y nosotros que estamos desfigurados políticamente por haber apoyado a tanta mierda a lo largo de todos estos años, el mayor apoyo que podemos dar, es hacernos a un lado y saludar a estas luchas cuando pasan”. El profesor estuvo de acuerdo.

¡Se necesita un resurgir del pueblo! Que todos los sectores empiecen a presionar a su Gobierno, para que se retome el rumbo popular, para que Chávez viva, en el pueblo, y no en una consigna hueca de algún burócrata acomodaticio. Que surja un nuevo liderazgo, también. Para que volvamos a aquella explosión de pueblo creativa, que vivimos con Chávez entre julio y agosto de 2004, ¡para que vuelva de nuevo la Batalla de Santa Inés!

Te abraza con afecto, tu amigo,
Juan Ramón Guzmán

Acarigua, 15 de julio de 2018

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