Al terminar esta entrevista, Alejandro Moreno y yo recordamos a
una amiga en común, fallecida este año: Mercedes Pulido de Briceño. Ella decía
“lo que nos está salvando es el desorden”. Desorden para todo, incluso para que
el gobierno organice un Estado policial, al estilo de Cuba, como el que se
propone con la Asamblea Constituyente, pero el desorden apenas ha atenuado la
violencia y el asesinato de jóvenes en las calles. Mientras escribo este
encabezamiento, pienso. ¿Y ahora, tendrán el cinismo de repetir lo que siempre
han dicho de Rómulo Betancourt? Disparen primero y averigüen
después. ¿O la frase les quedó corta?
En otro momento, esta entrevista pudo haber sido un
reconocimiento para el sacerdote Alejandro Moreno, quien además es doctor en
psicología social y un intelectual de valía. Este año, la Fundación Polar
publicó su libro “Antropología cultural del pueblo venezolano”. Y más
recientemente, acaba de salir de la imprenta el primer tomo de catorce de sus
obras completas, “De camino a la trama, temas epistemológicos”, publicado por
El Estilete. En uno de sus capítulos se recogen las intervenciones del jurado
que evaluó la tesis de grado que le valió a Moreno su doctorado por la
Universidad Central de Venezuela. Un jurado de reconocidos intelectuales, entre
otros, Maritza Montero y José Luis Vethencourt. Tanto Moreno como Vethencourt
sostienen que la familia venezolana es “matricentrada”. La madre es el alfa y
el omega de esta sociedad. De ahí un rasgo que lo caracteriza todo: la
convivencialidad, que a la postre resultó un obstáculo formidable que le ha
impedido al chavismo destruir por completo a la sociedad venezolana.
¿Podría caracterizar el momento que actualmente estamos viviendo
en Venezuela?
De repente se destapó todo un mundo que estaba, digámoslo así,
oculto, implícito en la sociedad. Un momento subversivo y la subversión se
extendió a toda la sociedad. Aquí ya no hay distinción entre el intelectual y
el común de la gente, entre el que tiene dinero, que además tiene otros
problemas, y el pueblo. Realmente, no hay una verdadera distinción. Todos están
subvertidos. Y esto, es bien importante, porque la subversión que ha surgido
viene del fondo, del pueblo, fundamentalmente. Lo que ha surgido es el deseo de
preservar la autonomía, la independencia de las personas y la propia
personalidad. Estoy utilizando la palabra subversión porque no se me ocurre otra.
En el fondo existen las diferencias de clase, las diferencias de intereses y
muchas otras, pero por debajo, todas ellas, están generando este movimiento, en
el que, finalmente, nos hemos descubierto como un pueblo. Lo que dijo Cabrujas
(y en esa línea otros intelectuales), que esto no es un país, sino un
campamento minero, que aquí no tenemos ningún tipo de integración, no es
cierto. De este movimiento ha surgido una unidad de intereses, de aspiraciones,
de ansias, de algo en lo cual todos estamos de acuerdo y todos confluimos. Algo
que es netamente positivo. Este deseo, estas ansias, de tener si no un país
nuevo, un país. Creo que esto es lo más importante. Nos reconocemos como
nación, en la cual los ricos, los pobres, coinciden.
Esa palabra que utiliza: Subvertir. Subvertir es contraponerse…
No. Rebelión. Estamos en un estado de rebelión, más que de
subversión.
Ya esa palabra lo dice todo.
Nos estamos rebelando contra quienes quieren imponernos su
propia forma de ver el mundo y la vida. Además, siendo unos pocos, y basándose
exclusivamente en el poder, en la fuerza, quieren imponernos. Nosotros nos
rebelamos contra esa pretensión y no habrá fuerza, de ningún tipo, que pueda
opacar esta rebelión que existe. Podrán acallarla, supongamos que se imponga la
famosa constituyente, pero será una capa, un barniz, por encima de esta
necesidad de rebelión.
Hemos entrado en una dinámica de orden emocional, psicológico,
digamos, de fuerzas primarias, que está muy extendida. Creo que eso comporta
enormes riesgos y peligros. ¿No cree que haga falta un poco de ideas, de
cerebro, de pensar?
No, hemos entrado, incluso, en una dinámica de orden sistémico.
La rebelión es un movimiento de todo un pueblo. Entonces, tiene toda clase de
riesgos y, por supuesto, no hay manera de ponerle racionalidad. La racionalidad
va a ir surgiendo en la misma medida en que va a ir desarrollándose todo este
sistema de rebelión. De alguna manera, no tenemos referencia en ninguna otra
sociedad, no tenemos referencia de una rebelión popular, en el sentido de que
ocupa a todos, ni de un modelo al cual recurrir. De verdad, desde mi punto de
vista, desde lo que yo conozco, es nuevo completamente. Emerge de un pueblo en
lucha, no necesariamente violenta, en contra de quienes quieren oprimirlo. Eso
tiene todos sus riesgos, todas sus desviaciones y no sabemos dónde va a acabar.
Pero yo tengo fe en que va a acabar en algo positivo, al fin y al cabo.
Utilicemos aquella frase que citó el ex presidente Chávez. El
genio se salió de la botella. Las personas gobiernan, las que sacaron al genio
de la botella, ¿A qué están jugando?
Lo que pasa es que rompieron la botella y el genio salió por su
propia cuenta. Entonces, ha surgido en contra de ellos, al margen de ellos, e
inesperadamente. Sólo tienen un medio para volverlo a encerrar, que es la
violencia. Ahora, ¿hasta dónde va a llegar esa violencia? Eso está por verse,
pero puede ser la violencia más increíble del mundo. Una violencia terrible,
que puede llegar a extremos que no hemos sospechado nunca y que estamos viendo:
esos extremos, que si bien pudieran ser individuales, son verdaderamente
horribles, verdaderamente espantosos.
¿Cómo calificaría la actuación de la PNB y de la GNB?
Pareciera que no tiene límites y pareciera que el discurso que
le envían los dirigentes es falso. Por un lado, que se contengan, que se
limiten y por el otro, hagan lo que les dé la gana y recurran a cualquier tipo
de violencia para ver cómo controlan y detienen todo este movimiento. Pero no
lo van a detener. ¿Qué es lo que pasa? La gente no tiene a dónde recurrir. Este
es el asunto. No tiene salida. De ninguna manera. Y más allá de la violencia
del gobierno, se enfrenta a ella, porque es lo único que le queda también.
¿Usted cree que este es el legado de Chávez?
Esto es el legado de Chávez, pero en el fondo había, siempre lo
hubo, esta gran necesidad, este gran deseo de libertad, que no se puede
impedir, que no se puede controlar. Que sigue vivo, que estaba vivo, que no se
había manifestado hasta que llegó este señor por querer imponer otra cosa.
No falta quien advierte que los sectores populares desconfían del
liderazgo opositor, que no hay claridad de hacia dónde vamos, que esperan por
una alternativa.
En el momento actual no se pueden ver las alternativas. El
camino de la libertad, el camino de la rebelión, es ese el que está presente.
No se sabe qué puede pasar, qué puede venir. Por muy científico social que sea
uno o se crea uno, en este momento no se puede decir una palabra. El gran
peligro que enfrentamos es la amenaza, la probabilidad, de una guerra civil.
Pero no sabría decir de quien contra quien. Van a ser los militares contra
ellos mismos, porque el pueblo entero está por un lado y para que haya una
guerra civil tiene que haber dos enemigos que, de alguna manera, puedan confrontarse.
Aquí lo que hay es un gobierno que enfrenta con su violencia a todo un país.
Ahora, ¿Cómo luchas tú contra todo un país? Esta es la pregunta. ¿Qué nos
espera? No sé qué decir. Pero yo tengo confianza, tengo fe, en que algo bueno
va a salir de aquí.
No estoy tan seguro de que sea un Ejército contra un pueblo. Aquí
en Venezuela hay una cantidad enorme de armas en la calle. Ese elemento está
ahí y podría detonarse en medio de esta crisis, cuyo desenlace nadie puede
anticipar a ciencia cierta. Hay otro elemento, el gobierno, según varias
encuestas, tiene el apoyo del 20% de la población. No es una cantidad nada
despreciable.
¿20%? No, eso no es verdad. Las encuestas más recientes hablan
de un 5%. No puedes creer en lo que dicen varias encuestas y lo que dicen
otras. Hay encuestas que refieren un apoyo del 5%, del 8%, si acaso. Entonces,
si es el 5% son ellos mismos, es el mismo gobierno. Pero supongamos que el
porcentaje que señalas es cierto (20%). Bueno, del otro lado está el 80%. ¿Nos
fijamos en el 20%, pero no en el 80%? Yo no creo que vaya a haber una guerra
civil, pero es un peligro, indudablemente. No lo creo porque los militares
tendrían que librar una guerra contra el pueblo; y eso no lo van a hacer, no lo
creo.
¿Qué cosas positivas podrían resultar de todo esto?
Lo primero, por supuesto, es lo que todo el mundo espera, que
podamos salir de este gobierno o más bien de este sistema. De todo el sistema,
que tampoco es tanto, pero es fuerte. A partir de ahí, lo que tiene que venir
es una democracia, un período de transición, como lo ha dicho Ugalde. Un
gobierno de transición, que sea reconocido por todos. Yo creo que la gente está
dispuesta, una vez que salga de esto, a aceptar cierta racionalidad, a aceptar
cierta forma de orden y quizás más rápido de lo que uno espera, pueda llegar la
inversión extranjera, puedan abrirse los canales de ayuda humanitaria
(medicinas y alimentos) y el pueblo pueda ir adquiriendo un poco más de
seguridad y de fortaleza en sí mismo.
Alejandro Moreno retratado por Roberto Mata
Una de las cosas que estamos deseando en Venezuela es la
estabilidad. Una estabilidad sistémica, para decirlo con sus palabras.
En este momento no hay nada de eso y es impredecible. Pero una
vez que salgamos de este gobierno, o más bien de este sistema, la gente podrá
encontrar cierta racionalidad.
¿Lo único que nos queda es la calle?
Sí. La calle, la rebelión en todos los aspectos. Ha habido
ciertos países que se han dividido, que han formado su propia forma de gobierno
y después se han reunido o no. Bueno, aquí pudiera pasar algo parecido. De
repente el Táchira se declara independiente y forma un gobierno aparte y de ahí
se va extendiendo al resto del país. En este momento pueden pasar las cosas más
extrañas, digamos, sí, lo impensable. Puede pasar eso, como puede pasar
simplemente, que todo un sector completo se ponga en una rebelión brutal y
pueda haber toda clase de violencias. Esperamos que no. Esperamos que ese tipo
de cosas no sucedan, así como tampoco suceda la división del país. Pero cualquier
cosa puede suceder, estamos en un momento de crisis, en el momento de los actos
extremos.
Una de las misiones de las Fuerzas Armadas es garantizar la unidad
y la soberanía del país. ¿Usted cree que los militares están conscientes de
todo esto?
Yo me imagino que sí. Más de uno ha dicho que el sector militar
es una caja negra. No lo sé, porque nunca he tenido información de lo que
sucede allí. No ha sido una de mis preocupaciones. Toda mi vida ha ido por otra
vía, por otro camino. Pero yo me imagino que ellos están conscientes. Algunos
no. Algunos están pendientes del narcotráfico y están malandreados
completamente, ¿No? Pero la gran mayoría de las Fuerzas Armadas, me imagino,
quiero creer, está consciente de que le toca mantener la unidad del país. Pero
todavía no se han manifestado.
Tal vez estamos transitando por un camino sin destino.
Nuestro destino es positivo. Es el destino de un pueblo que
quiere libertad y la seguridad en sí mismo, que va a encontrar la forma de
organizarse libremente. Eso sí creo y, además, estoy convencido.
¿Eso lo dice por una cuestión de fe o por el conocimiento que
tiene del país?
Por el conocimiento que tengo del país. Yo creo que, al fin y al
cabo, encontraremos la manera de convivir, no digo la racionalidad, porque más
allá está el entendimiento, la convivencia, que es estructural al venezolano.
Venezuela en ese sentido es muy distinta a otros países. Venezuela es,
fundamentalmente, convivial. Hay momentos como el que estamos viviendo, en el
cual surgen toda clase de obstáculos que impiden que la convivialidad se dé.
Pero ese mundo está en el fondo y a la larga predominará. Mis estudios me han
llevado a esa conclusión, tanto que yo digo que el venezolano no es un homo
habilis, ni un homo económico, el venezolano es un homo convivalis,
estructuralmente.
En los años 90 se incubó el germen de esta crisis. Como parte de
su tesis de grado, que corresponde a esos años, usted desarrolló claramente el
concepto convivialidad. ¿En qué medida el chavismo impactó esa característica
propia de los venezolanos?
El chavismo trató de introducir la lucha de clases, la
separación, la división. Por algún momento parecía que lograba algo. Pero no
logró nada. La convivialidad se impuso. La estructura convivial del venezolano
dominó por encima de todo, hasta ahora. Y eso lo estamos viendo en la rebelión
extendida a todos, tanto a los sectores de barrio como a los de clase media. Lo
estamos viendo en la calle.
¿En qué medida el chavismo afectó la relación familiar, la
relación laboral?
Todo eso lo afectó. El chavismo, por supuesto, ha afectado
fuertemente. Pero a la larga todo se ha venido recomponiendo desde el fondo,
desde la propia estructura convivial del venezolano. Yo nunca he demeritado a
la familia venezolana, que sin duda es una familia matricentrada, no muy de
acuerdo con las ideas del cristianismo, pero en el fondo también cristiana, eso
habría que discutirlo, ¿no?, pero precisamente la Iglesia, en el concilio
plenario, reconoce que esa familia existe, que tiene muchos valores y es desde
ahí que tenemos que partir. La familia matricentrada tiene todas unas
características que provienen de la madre, de la forma en que la madre se
relaciona con los hijos, que es completamente distinta a la manera como se
relacionan con una figura paterna, como ocurre en Europa y en otros lugares.
Pero esa discusión nos llevaría lejos.
Usted advierte que las ansias de libertad estaban sumergidas,
incluso, antes del chavismo. Pongamos una fecha: 1998. Hoy han resurgido. Si
las fuerzas políticas que propugnan el cambio no atienden esa demanda, esa
necesidad, ¿Qué podría pasar?
Lo que va a pasar es que esas ansias de libertad se van a
mantener, como sea. Haya la represión que haya. Un país no puede ser gobernado
en contra de él mismo. Esos intentos, que han tenido lugar en otros países y en
otras épocas, están condenados a fracasar.
A los venezolanos, creo yo, nos gustaría ver un proyecto político
que exponga la forma en que se va a materializar ese deseo de libertad. ¿Usted
qué cree?
Hay muchos proyectos políticos, que son los de cada partido. Y
esa es la democracia. ¿Quieres ver un proyecto político? La democracia. Sin
epítetos. Por lo tanto, el respeto a los Derechos Humanos, el respeto a la
libertad del otro.
¿Cuáles serían los retos en el plano institucional?
A nivel macro, digamos, de la estructura política del país, yo
creo que el presidencialismo está agotado. Creo que se tendría que ir a un
sistema en el cual el parlamentarismo, algún tipo de parlamentarismo, aparezca,
de tal manera que sea limitado el poder del presidente y de toda la rama del
Ejecutivo.
¿Recortarle el poder al presidente de la República?
Eso sí sería revolucionario. Claro, la Constitución del 99, que
tenemos que defender, no va en esa línea. Yo no la voté, precisamente por eso,
porque me dio la impresión de que reforzaba el poder del presidente. Era más
presidencialista que la del 61, pero tenemos que defenderla, por supuesto,
porque es la que nos queda. Pero una vez que hayamos salido de esto, tenemos
que plantearnos, seriamente, la posibilidad de algún tipo de régimen
parlamentario, de una estructura política donde el poder del presidente y, en
general, de los poderes fácticos, estén muy limitados.
¿Qué les diría, en estos momentos, a los deudos de las personas
que han sido asesinadas?
La solidaridad, la solidaridad de todos. Y la esperanza de que
el futuro sea distinto.
Por Hugo Prieto | 25 de junio, 2017
Foto principal: Alejandro Moreno retratado por Roberto Mata
Publicado hace 12 hours ago por Miradas Multiples
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