Cuando la Junta Directiva del Colegio
de Médicos del Estado Mérida me comunicó, con suficiente antelación, su
deseo de distinguirme como orador de orden en este día de Vargas, acepté con
las reservas que los tiempos que vivimos imponen.
Recientemente el Doctor Bishop, mi
maestro de Fisiopatología, me contaba que había aprendido de algún colega
víctima de las dictaduras militares del cono sur que, cuando llega el
Fascismo a arrasar con la vida de un país, la salida más sabia es sumergirse y
salir del radar de quienes desde la violencia y la ignorancia imponen la vuelta
irremediable al caos y la barbarie primigenia. Sin embargo es imposible para
nosotros evitar dar la cara por nuestra Mérida y su hospital Universitario.
Muchas gracias pues a la Junta Directiva
por esta distinción que recibo no a título personal sino como presidente -desde
marzo del 2015- de la Sociedad Médica del IAHULA.
Para comenzar permítanme Señoras y
señores un breve recuento de las luchas recientes por Nuestro Hospital.
El HULA en 1999 contaba con servicios
de Resonancia Magnética Nuclear (primer Hospital con este servicio en nuestro
país y uno de los primeros hospitales públicos en Latinoamérica en tenerlo) así
como servicios de trasplante renal, cardiología intervencionista, cirugía
cardiovascular, Traumatología AO (centro de entrenamiento internacional)
Medicina Nuclear, etc. A lo largo de sus más de 40 años de historia y sus
antecedentes históricos (nuestra facultad de Medicina de la Universidad de Los
Andes acaba de cumplir 165 años) se mantuvo entre los mejores hospitales de
Latinoamérica, prueba de ello es que egresados de sus salas son hoy
coordinadores académicos en Dptos. De muchas Universidades de gran prestigio en
todo el mundo y que en cualquier país un título de médico cirujano de la
Universidad de Los Andes es siempre bienvenido.
En Aquel momento, que debió ser de
consolidación y avance de los logros alcanzados hasta ese momento, un grupo de
médicos liderado por profesores con trayectoria directiva dentro de la
Facultad de Medicina de Mérida y quienes habían hecho de la excelencia y la
anticorrupción bandera para ser miembros del Consejo de dicha Facultad,
en fin, un grupo de gente formado en las propias entrañas de la
Universidad de los Andes, comenzó un desmontaje del aparato de excelencia
del Hospital Universitario que incluyó decisiones como jubilar por oficio a
todo jefe de Unidad que no fuera obsecuente con la nuevas autoridades. Tan fue
así que la Sociedad Médica del HULA desapareció por 10 años hasta que, en un
arranque de desesperación y protesta ante el grave deterioro en que se nos ha
sumido se volvió a conformar en marzo de 2015 con una alianza de todos los
especialistas que aún sobrevivimos a la decadencia que se nos ha impuesto.
Desde hace 9 años ya no hay
Resonancia en el Hospital y muchas veces tampoco Tomografía y a veces ni rayos
X.
La corrupción y la incapacidad
gerencial, aunados al centralismo, el autoritarismo y sobre todo a un
sectarismo fútil y nefasto sin parangón en la vida del principal centro de
Salud de la región andina, nos obligaron a iniciar un conflicto que fue
escalando hasta llegar a la huelga de hambre iniciada por residentes de
nuestros servicios, acompañada por especialistas de nuestra sociedad y que tuvo
resonancia internacional. Esta estrategia obligó al gobierno a dialogar con
nosotros y acordamos un Consejo Consultivo que trató de solventar los graves
problemas que aun hoy persisten.
En lo personal creo que el Consejo
Consultivo del IAHULA fue un éxito malogrado por compatriotas de cualquier
bando que en medio de sus pasiones jugaron y juegan para que todos perdamos.
Son los mismos tontos que desde la comisiones de académicas y políticas siempre
recomiendan buscar y -sobre todo- comprar afuera las soluciones y no cejan en
sus esfuerzos por maldecir cualquier intento de mantener una atención de
medicina especializada de calidad y asequible a todos los pacientes que lleguen
a las puertas del HULA.
Hace dos años una gran cantidad de
médicos se equivocaba pidiendo el cierre de los postgrados. El logro principal
de esta Junta Directiva de la Sociedad Médica ha sido canalizar la lucha
para no perjudicar a nuestros pacientes ni a nuestros estudiantes. A ambos
grupos nos debemos los especialistas del Hospital Universitario de Los Andes.
Otra de las grandes decepciones es
sentirnos blanco de las críticas y agresiones porque No hemos permitido
apetencias personales ni político-partidistas y mucho menos gremiales dentro de
las acciones de la Sociedad Médica. Ni las hemos permitido, ni las hemos
usurpado.
Hemos insistido y así lo reafirmo en
este día del Médico que la lucha gremial y político partidista debe hacerse
desde los colegios y los partidos y si la dirigencia no sabe o no puede
aglutinar a las fuerzas que por naturaleza los conforman atrapados entre
clientelismos y complicidades, pues tienen que cambiar porque, casualmente, el
asco que despierta el actual estado de cosas en todo el país, pasa primero por
el rechazo general a cúpulas henchidas de cálculo político y egoísta, esa práctica
ya corriente entre muchos de nuestros políticos que creen que su único motivo
es mantenerse porque si en el poder y cuyo narcisismo les hace creer
todopoderosos en una visión que desprecia a los otros de tal manera que
justifican la compra de conciencias a cambio de una bolsa de comida.
A lo largo de las luchas compartidas
recientemente en defensa de nuestro HULA, El doctor Akbar Fuenmayor, con quien
he tenido una excelente y productiva relación en el seno de la Junta Directiva
de la Sociedad Médica del IAHULA (hoy precisamente culmínanos periodo y
buscamos relevo de nuestros colegas adjuntos del IAHULA) me ha advertido
de mi irremediable tendencia a criticarlo todo y sobre todo a todos.
Permítanme Justificarme: Cuando uno
ha sido criado en Democracia y por la Democracia, ser crítico en cada uno de
los actos de la vida diaria es tal vez solo signo mayor de una herencia
recibida sin condiciones: ser criado en democracia es crecer en la fe de
que uno no destruirá nada ni nadie con su pensamiento sino que más bien
construye el futuro común con cada obra y con cada palabra.
Sin embargo si alguien de los
presentes llegase a sentirse ofendido o irrespetado por mis palabras, tengan la
plena seguridad de que en ningún momento es mi intención. Mis posiciones han
sido, son y serán siempre profesionales. Criado en una casa de servidores
públicos he aprendido que lo personal, por muy trágico que pueda ser el momento
que se vive, nunca debe interferir en lo profesional.
Lo que quiero es mostrar que el
mejoramiento de las condiciones actuales de la Medicina Venezolana, la
superación de la crisis de salud que incluye la emergencia sanitaria, la
escasez de medicamentos y alimentos, la inseguridad y la epidemia de accidentes
motorizados pasa por nuestro gremio.
Y aunque, por razones seguramente
genéticas o tal vez producto del algún trauma de infancia, se me hace imposible
hablar desde otro sitio que no sea mi corazón, advierto que en cada uno de los
espacios públicos en que ha devenido mi vida, siempre hablo primero como
médico, como profesional y como psiquiatra.
Mi tío, el Dr. Acacio Sandia Briceño,
razón y tutor de mi vocación médica, ejemplo de lo que un médico merideño debe
ser, suele recriminarme cuando me extiendo demasiado en mis peroratas “ya está
Nacho pontificando” me ha dicho y no deja de tener razón, como siempre.
Trataré entonces de ir cerrando mi
discurso y les ruego me Permitan una reflexión, íntima y personal desde
mi profesión, en este día del médico.
Hace treinta años, culminaba mi
carrera de Médico. Entonces se ampliaba por primera vez la emergencia de
adultos de nuestro IAHULA y aseguro que oí comentarios maledicentes que
acusaban de pillería aquella construcción que 20 años después ya era
insuficiente. Mérida era entonces mecha encendida de los sucesos que
explotarían en febrero de 1989. En la Universidad Venezolana las luchas
políticas ya se habían teñido de un clientelismo cínico y patético que imponía
negociaciones por prebendas cómplices que hoy se expresan en las formas
gansteriles de estos días de facultades sitiadas y salones abandonados al
terror de las sinrazones.
Debo decir que aquella emergencia
donde hice mi bienio clínico refulgía al lado de la que camino ahora entre
pasillos atestados de pacientes –muchas veces sin ni siquiera una silla donde
sentarlos- hedores y miasmas. La mitad de una revista clínica se me va
hoy en clamar contra el desorden, la estulticia, la falta de higiene y de aseo.
Esa emergencia tan distinta solo
revela el colapso de una red ambulatoria dirigida por médicos merideños e
incluso por profesores de la ULA. Una red que muchas veces cuenta con los
recursos para trabajar pero que, y machaco esto nuevamente, prefiere la
sinrazón politiquera a la lógica gerencial para la que tantas y tantos
venezolanos están perfectamente preparados pero a quienes se les pone de lado
porque “son técnicos y no políticos”
También debo decir que Entre los
bachilleres que recibo para compartir mis rondas de la emergencia psiquiátrica
muchas veces encuentro rasgos similares a los ciertos médicos mediocres
enquistados en servicios del HULA que conozco desde mi tiempos de bachiller y
que orondos cuentan que hace más de 50 años ya protestaban porque habían
aplazado Fisiología y según ellos el Doctor Bryce era el culpable de su
debacle. No su pereza. No sus limitaciones. Desde entonces los regidores del
sistema se pusieron del lado No de los profesores, sino de los estudiantes
aplazados. Como hoy.
A quienes hoy con sorna y abulia se
entronizan en centros hospitalarios públicos amparados en formas y tropeles de
la izquierda borbónica latinoamericana, los recuerdo como genuflexos que
consiguieron sus primeros cargos de médicos no por concurso de credenciales
sino por ser adulantes de los factores de poder de entonces que hoy son
oposición y justo es reconocerlo, por lo menos aquellos jefes políticos de
entonces aún mantienen la frente en alto, nadie los acusa de corruptos y con
hidalguía se niegan a entregar la patria a la molicie criolla y a la
insolencia corrupta y extranjerizante.
Aquellos miedos y complicidades,
aquellos polvos trajeron estos lodos.
Nuestras escuelas de Medicina y
nuestros Colegios médicos tienen que ser ejemplo de cambio de la sociedad para
que entonces la Medicina Venezolana vuelva a tener el preclaro lugar que
produjo grandes logros en Salud Pública y en Ciencia y Tecnología médica que
aún hoy nos representan para el respeto y distinción de nuestro gentilicio
allende nuestras fronteras.
Cuando hoy nos orgullecemos de
compatriotas médicos que educan e investigan en las mejores universidades
del mundo o que sanan y confortan a pacientes en todo el orbe, nos preguntamos
-a veces hasta con envidia- si será suerte o pura valía personal la razón de su
éxito: olvidando que se han formado aquí, en una tradición que tiene ya más de
250 años. Una tradición que no puede ni debe ser traicionada por el conformismo
y las complicidades de partes del gremio que han olvidado en los últimos años
su espíritu de cuerpo y su compromiso con la salud del pueblo.
Necesitamos cambiar y No es solo un
cambio de gobierno nacional (que buena falta que hace) y ni siquiera de
ideología -si a ver vamos este es un país socialista desde 1945-
Necesitamos un cambio moral que
comprometa a la élite con su responsabilidad con el necesitado y que, si eso
quiere pues que sepa ser egoísta de sus cosas, de su trabajo pero con
honestidad y sin ocupar prebendas ajenas y mucho menos públicas y
compartidas.
Mí querido colega y amigo psiquiatra
Alirio Pérez Lopresti declaraba en estos días (según nuestra propia pasionaria,
la Dra. Susana Chuecos) que hay que bajar el tono del discurso y los ataques
contra los nuevos ricos que ha engendrado esta economía desorbitada donde el
gobierno pretende mantener trabajando en el país a sus médicos denostándolos y
maltratándolos con salarios miserables y sin siquiera asegurarle su integridad
física y su tranquilidad dentro del sitio de trabajo, mientras aplaude, aúpa y
respalda a gente animosa pero mediocre y sobre todo sin vergüenza,
que vive una vida de boato injustificable mientras grita consignas aprendidas
en pintas de paredes y cadenas de radio y televisión oficial.
En este día del médico vengo a
proponer tratamiento. La anamnesis está más que hecha pero si todavía queremos
cifras contra los desmanes presupuestarios en la salud nacional baste
recordar que bajo el aplauso de médicos venezolanos, formados aquí, el gobierno
nacional destina 53.000 barriles de petróleo diarios desde hace quince años a
un programa de salud cuyos resultados están a la vista. Baste decir que a los
precios actuales del petróleo venezolano esos barriles podrían hacer funcionar
con presupuesto anual justo y adecuado hasta 121 hospitales como el
Universitario de los Andes.
El tratamiento no es de psicoterapia
de apoyo, ya suficiente catarsis nos hemos permitido. No. Tenemos que desbridar
nuestra anquilosada moral desde los cimientos de nuestra praxis médica y lograr
que los estudiantes de medicina venezolanos dejen de pedir que se les
pase fisiología y lograr que sus profesores den clases no por el salario -que
debe ser justo y suficiente- sino por la obligación que tenemos de
mantener un cuerpo médico eficiente, eficaz y constantemente actualizado.-
Debemos ser distintos para dejar de
vivir en esta locura que nos repite y nos confirma como sucios, desarrapados,
corruptos y malvivientes sin futuro PORQUE NO LO SOMOS. Esa NO es Venezuela.
Es una tragedia que 3 de
cada 5 médicos se han ido o piensa irse del país empujados hasta el cansancio
por la inseguridad y los sueldos miserables. Triste también que muchos de los
médicos venezolanos que aplaudieron los desmanes de hace 15 años hoy se estén
volando de la patria que con su voto y con su acción torcieron de rumbo
entonces. Pero más trágico es que haya una cúpula de médicos venezolanos que
entre envidias y burlas llegue hasta la celebración de que esto suceda.
Tenemos que renovarnos. Las Juntas
directivas de los Colegios y de la Federación Médica deben renunciar y permitir
que entre sangre fresca en la dirigencia gremial antes de que terminen de
fenecer por cansancio y anomia.
Lo mismo vale para nuestras escuelas,
facultades y Universidades. No podemos seguir esperando que un poder electoral
parcializado y anticonstitucional nos diga cuando y como reemprender el camino
de la patria.
Los médicos, tal vez la parte más
gruesa de la élite de un país, debemos dar ejemplo. De Honestidad, de lealtad a
principios y valores democráticos, de igualdad, de legalidad y de
humanidad.
No podemos permitir aglomeraciones de
gente junto al enfermo, no podemos permitir desaseo en nuestros hospitales, no
podemos faltar a normas de auditoría médica por la simple razón de que nadie lo
hace. No podemos menos que alzar nuestra voz ante las patrañas de un grupúsculo
de mediocres que pretenden graduarse de médicos o dirigir la salud del
estado por medio de prácticas mafiosas.
Para terminar quisiera citar al
historiador y economista italiano que enunció las leyes de la
estupidez. Carlo Maria Cipolla, tuvo fama por un corto trabajo titulado Allegro
ma non troppo de 1988. Allí plantea que, hay una fuerza humana más enérgica que
las grandes corporaciones, más poderosa que el imperialismo mismo, más audaz
que las redes criminales más sofisticadas. Esa fuerza es la de la estupidez
humana. Sin cinismo Cipolla divide a la humanidad en Incautos (aquellos que
juegan para ellos perder y que ganen los otros) Malvados (los que juegan para
ellos ganar y que pierdan los otros) Inteligentes (juegan para ganar ellos y
ganar los otros) y estúpidos: los que con sus acciones pierden ellos y pierden
los otros.
La teoría de marras dice que
“Un estúpido es una persona cuyos actos tienen consecuencias negativas en
la vida de otra persona o grupo de personas sin que eso le traiga algún tipo de
beneficio a él mismo, pudiendo incluso dañarlo….” Y que es “muy difícil
defenderse (del ataque de un estúpido) porque carece de estructura racional…”
por eso “…Los que no son tontos siempre subestiman el potencial destructivo de
los que sí lo son…•”
El país en general y la
medicina venezolana en particular, debe ya dejar la locura de “pretender
resultados diferentes haciendo siempre lo mismo” Einstein Dixit. La historia
confirma que sin importar el periodo, un país progresa siempre y cuando haya
personas suficientemente inteligentes en el poder que sepan mantener al mayor
número de estúpidos al margen, sin permitirles destruir lo que los inteligentes
han logrado.
Tenemos que cambiar. Tenemos que ser
distintos. Tenemos que pensar en ganar todos.
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