I
Se conoce como IV República a la Venezuela que va desde 1830 hasta 1999,
o sea, desde la muerte del Libertador Simón Bolívar hasta la toma de posesión
presidencial del Comandante Hugo Chávez Frías. Y se identifica como “IV República
adeco-copeyana” a la etapa en que, dentro de ese mismo período histórico,
gobernaron los partidos Acción Democrática y Copei, lo que sucedió entre los
años 1959 y 1999.
La IV República adeco-copeyana ha sido de lo peor que nos ha ocurrido
como pueblo, sobre todo porque desde las primeras batallas independentistas el
pueblo venezolano había iniciado su marcha hacia la libertad, la igualdad y la
dignidad, o sea, hacia la democracia, la cual vino a naufragar desgraciadamente
en el lodazal de este régimen seudo-democrático, atado a los intereses del
imperialismo y la oligarquía.
Rómulo Betancourt se apoyó en la Constitución Nacional de 1961, una
carta magna de programática progresista que resultó “letra muerta”, porque
entre otros contrasentidos, las garantías constitucionales fueron suspendidas
desde los días de su puesta en vigencia. Además, desató la violencia contra los
partidos revolucionarios MIR y PCV, encarceló a sus parlamentarios y golpeó a
las organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles.
Esta política represora, en realidad de “terrorismo de Estado”, dejó una
estela de perseguidos políticos, torturados, desaparecidos, fusilados y
exiliados, a lo largo de esas décadas. Este es el tema que aborda con pasión
Javier Monsalve en su libro, un tomo que ayuda a reconstruir la historia
reciente y que, por añadidura, está cargado de ideales humanistas, de
esperanzas y sueños de redención.
Betancourt, llamado paradójicamente “el
padre de la democracia”, fue en realidad un presidente terrorista que al
servicio de los enemigos históricos de nuestro pueblo cubrió de sangre al país,
asesinando en sus hombres y mujeres las aspiraciones irreductibles de nuestros
indígenas, afro-descendientes y masas laborales, aparte de remachar la
dependencia económica y comercial, especialmente en términos de nuestras
riquezas básicas, entre las que juega rol principal el recurso petrolero.
Este Betancourt terrorista, seguido por Raúl Leoni y Carlos Andrés
Pérez, pasó a la historia con perfiles infernales, por sus masacres y crímenes
selectivos, fenómenos que refiere Javier Monsalve en este libro. Por ejemplo,
la memoria histórica no puede olvidar las masacres de El Garabato en 1963 y de
las montañas de El Bachiller en el Estado Miranda en 1964, ambos eventos rodeados
de una gran seña criminal cuyos impactos están siendo investigados, por fin, en
estos tiempos bolivarianos.
Sólo rememoremos que en El Bachiller, Víctor Soto Rojas, Trino Barrios y
los hermanos Cartagena, entre otros, fueron capturados, sometidos a terribles
torturas y finalmente lanzados vivos desde helicópteros en vuelo. Esos eran los
métodos democráticos de Rómulo Betancourt, en los tiempos en que se impuso su
consigna “disparen primero y averigüen después”, un sitial, al que por lo visto
hoy pretenden regresarnos esos sectores.
Monsalve reflexiona puntualmente sobre las masacres de los años noventa,
perpetradas en Cantaura, Yumare, El Amparo y El Caracazo, por esos mismos
gobiernos adeco-copeyanos. “No olvidar” debe ser la más sentida consigna del
pueblo venezolano.
Excelente descripción hace igualmente de aquellos hombres cargados de
futuro, que siguen vivos porque, como dijo el cantor del pueblo Alí Primera,
“los que luchan por la vida, no pueden llamarse muertos”. Honor y gloria a
nuestros héroes inmortales Argimiro “Chimiro” Gabaldón, Alberto Lovera, Víctor
Soto Rojas, Fabricio Ojeda, Bartolomé Vielma, Américo Silva, Jesús Márquez
Finol, Jorge Rodríguez y Noel Rodríguez.
II
Dice el Diccionario de la Real Academia, que prólogo es un “escrito
antepuesto al cuerpo de la obra en un libro de cualquier clase”. Sin embargo
aquí hablo de “prólogo inconcluso”. La razón es sencilla: la obra de Javier Monsalve
apenas despunta, ha comenzado a dar los primeros pasos aprobatorios y promete
larga vida. Es una obra en auge que con toda seguridad está por mostrarnos sus
mejores páginas.
Conocí a Javier Monsalve Lobo cuando
contaba, tal vez, unos diez años. Siempre estaba en las cercanías de su tío
José Gregorio Lobo Albarrán, un profesor universitario revolucionario con quien
sostuve una relación sumamente fraterna, al tiempo que compartíamos las luchas
de aquella época de asperezas betancurianas.
José Gregorio, a quien familiares, camaradas y amigos cercanos llamaban
“Goyo”, era un caso curioso. Izquierdista auténtico y comprometido, se había
formado en Estados Unidos e Inglaterra, por lo que era profesor de inglés y
durante muchos años Jefe del Departamento de Idiomas de la ULA, se mostraba
particularmente inclinado por la literatura norteamericana de la primera mitad
del siglo XX.
En sus charlas cotidianas estaban los narradores estadounidenses John
Dos Passos, William Faulkner y John Steinbeck. Este último escritor nacido en
California y autor de libros de fuerte contenido social como De ratones y
hombres, Las uvas de la ira y Al este del edén, formaba parte de sus
tertulias más entusiastas y sentidas.
Por cierto que Steinbeck, quien obtuvo el Premio Nobel en 1962, fue más
famoso por el cine que por su propio trabajo literario. Buena parte de sus
escritos fueron referencia para películas de los conocidos directores John
Ford, Elia Kazán y Alfred Hitchcock, además de que escribió los guiones de “Viva
Zapata” y “La Perla”.
En los años noventa, José Gregorio fue el abanderado fallido de los
sectores académicos izquierdistas en la disputa por el decanato de la Facultad
de Humanidades y Educación de nuestra Casa de Estudios: la Universidad de Los
Andes.
Por otro lado, en unión de José Gregorio Lobo y Arturo Mora Morales,
publicamos en 2008, con el sello editorial de la Imprenta de Mérida Compañía
Anónima (IMMECA), un tomo de relatos titulado Arco iris lunar, tres rostros,
tres huellas, tres voces.
Javier siempre estaba alrededor de su tío “Goyo” como una suerte de
“niño asistente”. Se ocupaba de acercarnos el café, el papel, los lápices, los
libros y periódicos. Y escuchaba en parte las discusiones que tenían lugar en
aquellas reuniones clandestinas.
Sin duda, este elemento cotidiano marcó indeleblemente su personalidad.
En años recientes, Javier Monsalve
integró el equipo de formación política que coordiné regionalmente en el
Partido Socialista Unido de Venezuela de Mérida (PSUV-MÉRIDA), el cual, por
extensión, proyecta intensamente su trabajo hacia el poder popular.
Monsalve es un merideño estudioso que no le niega las madrugadas a la
investigación documental y bibliográfica, y sigue siendo un tenaz “muchacho” de
50 años, edad en la que yo mismo comencé a ordenar vivencias y me propuse
escribirlas.
Ha publicado los libros El Protagonista, Cambio de Historia y
Doctrina del Comandante, Chávez es un Pueblo, volúmenes que está
completando con estas Lecciones de Libertad y Democracia, Inventario de Luchas,
Glorias y Paradojas, que con legítimo orgullo ahora estamos prologando.
La brillante obra de Javier, movilizada por la llama sagrada que
encendió el Comandante Presidente Chávez, impactó desde el comienzo en todos
los círculos sociales y políticos, y la amplia aceptación que ha obtenido le
garantiza permanencia. No son pocos los reconocimientos que ha recibido en muy
corto tiempo.
Baste recordar solamente que su libro Cambio de Historia, en los
días de su aparición, fue elogiado y recomendado públicamente por el Presidente
Chávez, en el momento en que se embarcaba en Maiquetía, de salida para una
nueva gira internacional.
Y agreguemos, finalmente, que éste ha sido un resultado lógico. Monsalve
exhibe un estilo ágil, liviano, fulgurante, que captura al lector prontamente,
contando además con el valor agregado de ediciones muy vistosas con excelente
diseño e imágenes fotográficas.
Javier, amigo, ¡¡¡que no se agote nunca tu capacidad creadora!!!
¡¡¡Larga vida a tu pluma luminosa!!!
* Alirio Liscano.
ULA-Mérida, junio del año 2.016
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