Los sectores de la oposición venezolana han convocado a una nueva
movilización masiva: la Toma de Venezuela. Este
acontecimiento posee un elevado carácter noticioso por darse en el
contexto actual de conflicto político que se resume en: suspensión del
derecho al voto, falta de independencia de los poderes públicos y
desconocimiento del Poder Legislativo.
Entre enero y septiembre de 2016, Espacio Público ha
registrado 240 violaciones a la libertad de expresión. Durante este
período, el gobierno es responsable de las 87 violaciones que
han ocurrido solo en el marco de las coberturas de manifestaciones públicas
y movilizaciones políticas en el contexto del referéndum revocatorio.
En lo que va de año y en este mismo contexto, la organización
ha contabilizado 99 víctimas: 61 periodistas, 27
reporteros gráficos, 7 medios de comunicación, 2 infociudadanos, 1
camarógrafo y 1 directiva de medio. Estas cifras revelan una violencia
institucionalizada que busca mermar la discusión democrática y, en
consecuencia, silenciar la crítica. Los casos se han registrado en 13
estados del país y el Distrito Capital.
Ante estos antecedentes, Espacio Público considera prioritario garantizar
las condiciones para que los periodistas, reporteros gráficos,
camarógrafos, productores, y trabajadores de la prensa en general que se
dispondrán a realizar esta cobertura, puedan realizar su trabajo sin ser
agredidos, censurados, atacados, amenazados, retenidos u hostigados.
Espacio Público exige a la Guardia Nacional Bolivariana y a la Policía Nacional
Bolivariana, así como al gobierno nacional en su conjunto, que brinden
garantías para el pleno desarrollo del ejercicio periodístico.
El Estado en sus diversas instancias: sistema de justicia, tribunales,
cuerpos de seguridad, funcionarios administrativos; están en la obligación
de garantizar y respetar el ejercicio de los derechos y libertades
fundamentales de los venezolanos, entre ellos la libertad de expresión, que
comprende la posibilidad de buscar, recibir y difundir información. La
omisión en la comisión de delitos no exime al Estado ni a sus funcionarios
de la responsabilidad, lo que empeora cuando tal omisión se traduce en
impunidad y facilita las agresiones, los robos y las amenazas contra la
prensa.
Esto impacta no solo en el desempeño periodístico y el goce del
derecho al trabajo de los comunicadores, sino en la posibilidad de que la
sociedad esté informada, que tenga acceso a diversas fuentes de forma
oportuna sin limitaciones, pueda crear su propia opinión y ser parte de la
discusión y solución de los problemas.
Las restricciones hacia los periodistas implican una violación
generalizada del derecho a la libre expresión de la ciudadanía en su conjunto, lo que genera
daños irreparables para la auténtica dinámica democrática de debate
público, de allí que las consecuencias de su violación –directa o
indirecta- constituyan delitos penales que no prescriben.
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