Colas por la libertad
en cada esquina del reino de todas las calamidades. Esa es nuestra vida actual.
Sin agua, sin electricidad, sin comida, sin medicinas, las inmensas riquezas
del país dilapidadas irracionalmente o desviadas hacia los albañales de la corrupción
sin límites ni castigo como sistema regulador de la vida de funcionarios del
gobierno y sus cooperantes socios comerciales, mientras los ciudadanos, además
de sufrir estas aberrantes desgracias cotidianas, ha debido dejarse despojar
hasta de sus calles por los excesos de un hampa despiadada y feroz que actúa
con absoluta impunidad.
Esta es la Venezuela
terrible e invivible del día de hoy, pero por fortuna, parece que quienes
habitamos lo que alguna vez quizá fue tierra de gracia y que al cabo de 17
interminables años de supuesta revolución ha terminado transformada en pura
tierra baldía, al fin hemos perdido la paciencia y nos hemos puesto en marcha.
Protestas ciudadanas en la oscuridad de noches sin luz y esperanza depositada
en colas, estas sí gozosas, que han desbordado las calles y plazas de la
geografía nacional para expresar masivamente el más categórico rechazo a la
gestión presidencial de un Nicolás Maduro rebasado hasta por su propia y
grotesca incapacidad de gobernante.
Ante esta explosiva mezcla
de insuficiencia gerencial, indignación popular y esperanza sin límites de
salir de Maduro pacífica, legal y democráticamente para cambiar de gobierno
antes de que sea demasiado tarde, cualquier presidente medianamente sensato
reconocería que su vida política ha llegado irremediablemente al final del
camino.
La fórmula menos
ingrata de ajustar cuentas con esta penosa realidad, para Maduro y para los
jerarcas del régimen y para Cuba, sin que este desenlace les resulte
excesivamente costoso, sería la del referéndum revocatorio. Sobre todo, si
gracias a sus ardides jurídicos y sus trampas electorales los estrategas del
régimen lograsen posponerlo hasta el año que viene, objetivo que ya lograron
cuando pospusieron el referéndum previsto para 2003 hasta agosto de 2004. De
aceptarse esta opción, el vicepresidente Aristóbulo Istúriz, o quien nombre
Maduro in extremis, se ocuparía de gobernar en funciones hasta el
fin del período, en cuyo caso todos los afectados nacionales y extranjeros
tendrían tiempo suficiente para reducir considerablemente los costos políticos
y económicos asociados al fracaso presidencial y al cambio de gobierno y modelo
económico.
Lamentablemente, uno
tiene la impresión de que ni siquiera en el marco de esta inadmisible opción
Maduro aceptaría cederle el mando a otro. Es decir, que como quiera que rueden
los dados de las buenas maneras y los 20 en conducta, no se hará realidad la
ilusión de los pajaritos preñados. Ni vivimos en democracia, ni a punta
exclusiva de firmas y votos saldremos gratis de Maduro este mismo año, ni se
producirá en el futuro inmediato la milagrosa y repentina aparición de todo lo
que nos falta y agobia. Basta tener en cuenta el éxito del TSJ a la hora de
arrebatarle a la Asamblea Nacional sus funciones constitucionales sólo porque
está en manos de la oposición y basta tener presente las continuas e
implacables amenazas de Maduro a sus adversarios. Nos guste o no, sólo por las
buenas no llegaremos a ninguna parte.
No quiere esto decir que el esfuerzo de
promover un referéndum revocatorio del mandato presidencial sea en vano. La
estratagema de Maduro y compañía consiste en llegar a mañana y mañana veremos
cómo llegar a pasado mañana. Un sinuoso camino sembrado de obstáculos
antidemocráticos que obligan a seguir presionando al régimen con la gente en la
calle. Sólo por eso ha cedido estos días Maduro. Y sólo así, protestando y
exigiendo, sin abandonar en ningún momento la movilización ciudadana en las
calles de toda Venezuela será factible llegar al revocatorio o a cualquier otra
fórmula restauradora de la normalidad democrática. Aplicando sin descanso el
viejo dicho castellano de “a Dios rogando y con el mazo dando” y con la
certidumbre de que sólo el sacrificio hecho para impulsar ese complejo empeño
nos permitirá engendrar, este mismo año, el renacimiento de Venezuela como
nación.
ARMANDO DURÁN2 DE MAYO 2016 - 12:01 AM EL NACIONAL
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