También
poeta y articulista de este diario, el autor nacido en 1960 es, además,
guionista de televisión y docente de la UCV. Su obra obtuvo el XI Premio
Tusquets Editores de Novela
Porque
desde la primera hasta la última frase nos mantiene interesados, curiosos y
preocupados por lo que viene. Destreza que revela un oficio bien cultivado,
estudiado y bien entrenado en las artes del suspenso. Pero entrenada
especialmente en los secretos de las palabras y en la sintonía con los acordes
que resuenan en el corazón de los lectores.
Porque
asombra su habilidad para crear un espacio poderosamente literario, que
asociamos inevitablemente al Sanatorio Internacional Berghof de La
Montaña Mágica, o al Dublín fatigosamente circular de Leopold Bloom, o
al Pequod del perturbado Ahab. Se trata aquí de la alucinante
“Sala de Espera” en las que unos pocos personajes, que representan 30 millones
de almas, siguen con angustia los mínimos pormenores de la enfermedad y del
desenlace fatal de un líder totémico…
Porque
a través de esa docena de personajes e igual número de episodios nos introduce
en un paisaje de aventuras humanas que nos han sido familiares, más bien
íntimas, en los últimos años en los que el chavismo ha copado todos los
pliegues de la piel y todos los rincones de la casa.
Porque
pocos, como él, conocen la versión televisiva de la realidad y saben develar
sus misterios. Demuestra que no otra cosa fue la que vivieron los
venezolanos bajo el imperio carismático de Chávez. La realidad fue presentada
en episodios insólitos como trasmisión, como sustancia “verosímil”, élan
vital, gran embuste hipnótico.
Porque
la interpretación de los hechos narrados en esta novela no queda solo en manos
de la prudente omnisciencia del narrador. Como extraordinario periodista
y observador de los hechos cotidianos permite a sus personajes brindarnos sus
propias versiones: el hermano y el sobrino chavistas, la corresponsal
americana, el periodista-escritor, los cubanos en sus diversas pieles, las
“tierrúas” que han hecho de la ocupación una profesión. Nos provoca recordar al
gran Paul Auster que habla a través de otros e incluso pone a hablar hasta al
perro, Tumbuctú.
Porque
les hace a los venezolanos un gran favor al colocar en clave de consecuencias
personales, las grandes tropelías que cometió el imperio carismático que dominó
por años la escena ciudadana. No queda nada por fuera: la división familiar,
los escuálidos, las invasiones, los motorizados asesinos, los pobres, los
corruptos, los jurunga muertos, los propietarios despojados, los arrendadores
envilecidos, los periodistas desplazados, los matrimonios cubanos, los
migrantes, pero sobre todos los vocablos estridentes, hiperbólicos, engañosos,
del neo-lenguaje carismático, y de sus adoradores.
Porque
sus sencillos aforismos y asertivas reflexiones acercan a los lectores a un
intento de reinterpretación poética (o filosófica) de nuestra manera de
entender, de la que hemos estado ausentes por siglos.
Porque
no es una novela histórica, no es un ensayo político, es el cuento,
absolutamente vívido, de cómo unos ciudadanos “corrientes” afrontaron las
vicisitudes de una realidad prácticamente mágica, ahorcada por una suerte de
demencia compartida. La asombrosa confeccionista de ojos artificiales, el
periodista despedido, el oncólogo retirado y su familia, la propietaria, “las
invasoras”, los funcionarios, la conserje, y especialmente unos niños cuya
historia conmoverá –y hará lagrimear– al más “pecho peludo” de los lectores,
son los sujetos, de terneza extrema, que habitaron –solo en silencio e
indirectamente– las páginas de los periódicos y telediarios durante estos
aciagos años que nos dejan una pregunta, la misma que se hacen los niños al
final de todo:
–Y entonces, ¿qué
vamos a hacer? ¿A dónde vamos a ir?
PABLO ANTILLANO10 DE ENERO 2016 - 12:01 AM EL NACIONAL
Ni
patria ni muerte, sino belleza
Portada del libro ganador del Premio
Tusquets 2015 / Foto cortesía Editorial Planeta
“La
literatura sirve también para comprenderse como habitante y ciudadano de un
país”
JAIRO GARCÍA MÉNDEZ
@JJGMENDEZ10 DE ENERO 2016 - 12:01 AM el nacional
@JJGMENDEZ10 DE ENERO 2016 - 12:01 AM el nacional
Las funciones de la literatura como producto
refinado del espíritu humano, son variadas, sorprendentes, inagotables,
liberadoras, exorcizantes y un gran etcétera proteico. Pienso en este tema, tan
recurrente y socorrido, cuando termino de leer la magnífica novela Patria
o muerte, de nuestro escritor Alberto Barrera Tiszka (Premio Tusquets
Editores de Novela, 2015). Y lo pienso, porque esta obra es un acercamiento
literario a nuestras angustias políticas, del cual –obra de lo literario– sale
uno reflexivamente entusiasmado por lo venezolano, a pesar de la carga de
miseria que padecemos en nuestra historia reciente, presente –claro está– y
bien reflejada en Patria o muerte.
Es que la literatura sirve también para
comprenderse como habitante y ciudadano de un país, despojando la realidad de
las visiones extremas, sectarias, sin matices, en las cuales se cae con tanta
facilidad. O mejor, la manera más fácil y peligrosa de sentir y padecer la
realidad: la intolerancia y la exclusión del otro y su visión, del otro y sus
sentimientos.
Barrera Tiszka nos acerca a los acontecimientos
alrededor de la muerte del presidente Chávez, mediante escenas que retratan
críticamente la realidad, pero sin alterarla para que el lector tenga los
distintos sentimientos que despertaron los hechos más recientes de nuestra
historia colectiva. Dos hermanos (Miguel y Antonio Sanabria) con visiones e
interpretaciones distintas de la realidad, enfrentados, alejados, pero que se
acercan por lo fraterno, se conectan por lo familiar. Una esposa (la de Miguel)
fanatizada que se siente vengada con la enfermedad del presidente y una
chavista que se declara redimida, rescatada, reconocida por Chávez y sus
acciones: “Por eso te digo que Chávez me cambió la vida. Porque él es como uno
y se plantó bien duro frente a toda esa gente… Me cambió la forma de pensar, de
mirar, de mirarme a mí misma… Como te dije antes, es una vaina de piel, de
corazón. Al final, yo lo amo porque él es pobre y feo, como yo…” (p. 167)
En Patria o muerte, el escritor
selecciona distintas estampas de la realidad y las va engranando para retratar
y comprender a la Venezuela de Chávez, con una carga visual que delata la
maestría de Barrera Tiszka generando imágenes eficaces para comprender, para
tener idea, para pasar del soporte de tanta realidad a la frescura que genera
la comprensión de lo humano y sus circunstancias concretas.
La violencia que nos agobia se hace presente de dos
maneras. La angustia de una madre por la seguridad de su hija, ante la cercanía
y cerco de las tragedias cotidianas en nuestro país, y los disparos que acaban con
su vida y tronchan la de una niña. Y en medio de tanta dureza, nos traza la
belleza salvadora: el enamoramiento de dos niños, el nacimiento del amor,
quienes “Nunca se enteraron de la muerte de Chávez. Pasaron por debajo del país
sin darse cuenta” (p. 219). Una historia de amor con una dosis elevada de
poesía.
El futuro en la novela que queda magistralmente
suspendido en sus últimas líneas, se nos parece al futuro del país. La
representan dos niños enamorados y fugados que se hacen las grandes preguntas
de la vida frente a una inmensidad de venezolanos tristes, en la procesión
fúnebre presidencial: “Y entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Adónde vamos a ir?”
Sostiene César Miguel Rondón que Barrera Tiszka
sabe enganchar, y lo logra en esta novela. Un teléfono con un par de videos que
tienen que ver con los últimos minutos de vida del presidente
Chávez, que Vladimir (perteneciente al círculo de confianza del
presidente) le entrega a su tío, el doctor Sanabria, como un especie de
salvo conducto, con periodista y cubanos al acecho, y una propietaria que
recurre a la “justicia” revolucionaria para recuperar su apartamento alquilado,
sirven de datos escondidos que enganchan al lector.
Y hay más. Hay retratos de más venezolanos
alrededor de la muerte de Chávez. Y hay un retrato de nuestro país en un
momento clave para comprenderlo.
La
presencia del chavismo en la literatura venezolana, ya cuenta con una obra
maestra.
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