lunes, 11 de enero de 2016

¿Por qué es tan buena la novela de Alberto Barrera Tyszka, Patria o Muerte? - Pablo Antillano - Jairo García Méndez



También poeta y articulista de este diario, el autor nacido en 1960 es, además, guionista de televisión y docente de la UCV. Su obra obtuvo el XI Premio Tusquets Editores de Novela

Porque desde la primera hasta la última frase nos mantiene interesados, curiosos y preocupados por lo que viene. Destreza que revela un oficio bien cultivado, estudiado y bien entrenado en las artes del suspenso. Pero entrenada especialmente en los secretos de las palabras y en la sintonía con los acordes que resuenan en el corazón de los lectores.
Porque asombra su habilidad para crear un espacio poderosamente literario, que asociamos inevitablemente al Sanatorio Internacional Berghof de La Montaña Mágica, o al Dublín fatigosamente circular de Leopold Bloom, o al Pequod del perturbado Ahab. Se trata aquí de la alucinante “Sala de Espera” en las que unos pocos personajes, que representan 30 millones de almas, siguen con angustia los mínimos pormenores de la enfermedad y del  desenlace fatal de un líder totémico…
Porque a través de esa docena de personajes e igual número de episodios nos introduce en un paisaje de aventuras humanas que nos han sido familiares, más bien íntimas, en los últimos años en los que el chavismo ha copado todos los pliegues de la piel y todos los rincones de la casa.
Porque pocos, como él, conocen la versión televisiva de la realidad y saben develar sus misterios.  Demuestra que no otra cosa fue la que vivieron los venezolanos bajo el imperio carismático de Chávez. La realidad fue presentada en episodios insólitos como trasmisión, como sustancia “verosímil”, élan vital, gran embuste hipnótico.
Porque la interpretación de los hechos narrados en esta novela no queda solo en manos de la prudente omnisciencia del narrador. Como extraordinario periodista y observador de los hechos cotidianos permite a sus personajes brindarnos sus propias versiones: el hermano y el sobrino chavistas, la corresponsal americana, el periodista-escritor, los cubanos en sus diversas pieles, las “tierrúas” que han hecho de la ocupación una profesión. Nos provoca recordar al gran Paul Auster que habla a través de otros e incluso pone a hablar hasta al perro, Tumbuctú.
Porque les hace a los venezolanos un gran favor al colocar en clave de consecuencias personales, las grandes tropelías que cometió el imperio carismático que dominó por años la escena ciudadana. No queda nada por fuera: la división familiar, los escuálidos, las invasiones, los motorizados asesinos, los pobres, los corruptos, los jurunga muertos, los propietarios despojados, los arrendadores envilecidos, los periodistas desplazados, los matrimonios cubanos, los migrantes, pero sobre todos los vocablos estridentes, hiperbólicos, engañosos, del neo-lenguaje carismático, y de sus adoradores.
Porque sus sencillos aforismos y asertivas reflexiones acercan a los lectores a un intento de reinterpretación poética (o filosófica) de nuestra manera de entender, de la que hemos estado ausentes por siglos.
Porque no es una novela histórica, no es un ensayo político, es el cuento, absolutamente vívido, de cómo unos ciudadanos “corrientes” afrontaron las vicisitudes de una realidad prácticamente mágica, ahorcada por una suerte de demencia compartida. La asombrosa confeccionista de ojos artificiales, el periodista despedido, el oncólogo retirado y su familia, la propietaria, “las invasoras”, los funcionarios, la conserje, y especialmente unos niños cuya historia conmoverá –y hará lagrimear– al más “pecho peludo” de los lectores, son los sujetos, de terneza extrema, que habitaron –solo en silencio e indirectamente– las páginas de los periódicos y telediarios durante estos aciagos años que nos dejan una pregunta, la misma que se hacen los niños al final de todo:
–Y entonces,  ¿qué vamos a hacer? ¿A dónde vamos a ir?

PABLO ANTILLANO10 DE ENERO 2016 - 12:01 AM EL NACIONAL




Ni patria ni muerte, sino belleza
Portada del libro ganador del Premio Tusquets 2015 / Foto cortesía Editorial Planeta
“La literatura sirve también para comprenderse como habitante y ciudadano de un país”
JAIRO GARCÍA MÉNDEZ
@JJGMENDEZ
10 DE ENERO 2016 - 12:01 AM el nacional
Las funciones de la literatura como producto refinado del espíritu humano, son variadas, sorprendentes, inagotables, liberadoras, exorcizantes y un gran etcétera proteico. Pienso en este tema, tan recurrente y socorrido, cuando termino de leer la magnífica novela Patria o muerte, de nuestro escritor Alberto Barrera Tiszka (Premio Tusquets Editores de Novela, 2015). Y lo pienso, porque esta obra es un acercamiento literario a nuestras angustias políticas, del cual –obra de lo literario– sale uno reflexivamente entusiasmado por lo venezolano, a pesar de la carga de miseria que padecemos en nuestra historia reciente, presente –claro está– y bien reflejada en Patria o muerte.
Es que la literatura sirve también para comprenderse como habitante y ciudadano de un país, despojando la realidad de las visiones extremas, sectarias, sin matices, en las cuales se cae con tanta facilidad. O mejor, la manera más fácil y peligrosa de sentir y padecer la realidad: la intolerancia y la exclusión del otro y su visión, del otro y sus sentimientos.
Barrera Tiszka nos acerca a los acontecimientos alrededor de la muerte del presidente Chávez, mediante escenas que retratan críticamente la realidad, pero sin alterarla para que el lector tenga los distintos sentimientos que despertaron los hechos más recientes de nuestra historia colectiva. Dos hermanos (Miguel y Antonio Sanabria) con visiones e interpretaciones distintas de la realidad, enfrentados, alejados, pero que se acercan por lo fraterno, se conectan por lo familiar. Una esposa (la de Miguel) fanatizada que se siente vengada con la enfermedad del presidente y una chavista que se declara redimida, rescatada, reconocida por Chávez y sus acciones: “Por eso te digo que Chávez me cambió la vida. Porque él es como uno y se plantó bien duro frente a toda esa gente… Me cambió la forma de pensar, de mirar, de mirarme a mí misma… Como te dije antes, es una vaina de piel, de corazón. Al final, yo lo amo porque él es pobre y feo, como yo…” (p. 167)
En Patria o muerte, el escritor selecciona distintas estampas de la realidad y las va engranando para retratar y comprender a la Venezuela de Chávez, con una carga visual que delata la maestría de Barrera Tiszka generando imágenes eficaces para comprender, para tener idea, para pasar del soporte de tanta realidad a la frescura que genera la comprensión de lo humano y sus circunstancias concretas.
La violencia que nos agobia se hace presente de dos maneras. La angustia de una madre por la seguridad de su hija, ante la cercanía y cerco de las tragedias cotidianas en nuestro país, y los disparos que acaban con su vida y tronchan la de una niña. Y en medio de tanta dureza, nos traza la belleza salvadora: el enamoramiento de dos niños, el nacimiento del amor, quienes “Nunca se enteraron de la muerte de Chávez. Pasaron por debajo del país sin darse cuenta” (p. 219). Una historia de amor con una dosis elevada de poesía.
El futuro en la novela que queda magistralmente suspendido en sus últimas líneas, se nos parece al futuro del país. La representan dos niños enamorados y fugados que se hacen las grandes preguntas de la vida frente a una inmensidad de venezolanos tristes, en la procesión fúnebre presidencial: “Y entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Adónde vamos a ir?”
Sostiene César Miguel Rondón que Barrera Tiszka sabe enganchar, y lo logra en esta novela. Un teléfono con un par de videos que tienen que ver  con  los últimos minutos de vida del presidente Chávez, que Vladimir (perteneciente al círculo de confianza del presidente)  le entrega a su tío, el doctor Sanabria, como un especie de salvo conducto, con periodista y cubanos al acecho, y una propietaria que recurre a la “justicia” revolucionaria para recuperar su apartamento alquilado, sirven de datos escondidos que enganchan al lector.
Y hay más. Hay retratos de más venezolanos alrededor de la muerte de Chávez. Y hay un retrato de nuestro país en un momento clave para comprenderlo.
La presencia del chavismo en la literatura venezolana, ya cuenta con una obra maestra.


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